martes, octubre 27, 2009

El agricultor
Entre sus múltiples ocupaciones, Jacinto Modesto tenía la de olvidar su historia reciente. Para ello, con precisión matemática, había diseñado un sistema en el que el sueño constituía un componente capital: cuando el sol estaba por ocultarse, Jacinto aromatizaba su casa con efusiones de epazote hervido y se recostaba en su cama de madera; después, con la naturalidad alcanzada tras años de práctica, jugaba a soñar. Pero no era un sueño en el que controlara por completo los hilos de la ficción; se trataba, por el contrario, de una estrategia disuasiva que pretendía confundir al verdadero sueño de su inconsciente. Jacinto le llamaba error americano, pues consideraba su sistema como un juego de béisbol. Esa mínima expresión lúdica que incorporaba al mecanismo onírico era su bateador designado. El procedimiento nocturno (entre otras minucias distinguido por el brote simultáneo de dos Jacintos) hacía que, por una reacción estrictamente química, al siguiente día no recordara lo ocurrido antes de esa mañana. Para evitar la desaparición definitiva de su historia previa, enfrente de su cama tenía una pizarra en la que escuetamente había escrito detalles sobre su vida que le permitieran sobrevivir el trajín cotidiano. El texto empezaba: "Te llamas Jacinto Modesto. Eres agricultor y tienes propensión al epazote". Más adelante estaba escrita una breve descripción sobre sus múltiples ocupaciones y un matiz particular en cierta técnica para poder olvidar. Al final se leía: "La noche te absolverá". Jacinto Modesto fue feliz durante muchos años. Pero una mañana fresca, de cúmulos empenachados por un gris violento, Jacinto amaneció ciego. Intentó pararse y tuvo la misma sensación de un bebé cuando sale del útero materno. Lo detuvo un miedo encanecido y se desplomó sobre el camastro: quedó inmóvil el resto del día. En la noche, ante el inminente desamparo de la respiración, tuvo el único destello que lo vinculó con su pasado: recordó el olor del epazote. Sonrió, y con la justeza unánime de una corte de notables, Jacinto Modesto cerró los ojos.

CAS

domingo, octubre 11, 2009

Cinismo, la religión intocable

"Una cadena vale lo que su eslabón más débil", decía Lenin (una de las pocas frases célebres de don Vladimir). Felipe Calderón está hablando sobre el golpe a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Todavía no acaba su mensaje y es la mayor muestra de cinismo que he escuchado desde hace como 35 años (tengo 36). Para el presidente las verdaderas causas del catarrito (acordémonos que fue una tosecita carstensiana, que en buen español se llama tsunami financiero en un corno tropical) es Luz y Fuerza (perdón pero los locutores de noticias son analfabetas; acabo de escuchar a uno que se refirió a la quiebra de la empresa paraestatal como "decreto expropiatorio"). También, el antes mencionado personaje, que suele robarle las prendas de vestir a Tontín de Blanca Nieves, dijo que no era una empresa rentable, que no producía lo necesario para mantenerse (como Microsoft) y que recibía un subsidio mayor al de la UNAM. Me parece muy bien pero es un disparate. En efecto: el gobierno subsidiaba una empresa que le pertenecía, para lo cual aportaba una cantidad determinada al consumo de cada contrato, esto es, existía un subvención estatal a la energía eléctrica. Que no fuera una empresa rentable tenía que ver con las tomas piratas como diablitos, desperdicio de energía (a mayor gasto mayor subsidio) y de repente por ineficiencia, cualidad extensiva a la burocracia en general. Lo curioso fue que no hubo una inversión considerable que mitigara esos vicios.
Vamos a ver: es obligación del Estado -está en la Constitución- asignarle un subsidio a la energía eléctrica en el entendido de que los precios de la misma son altísimos; por eso vivimos en una república federal y existen recursos de otros ámbitos para ser destinados a los servicios públicos que así lo requieran, como el metro del DF. En ese sentido es una nueva tontería argumentar que se trata del doble del presupuesto de la UNAM (dinero que no es una dádiva para la Universidad; es una obligación del Gobierno dárselo. Nueva actitud cínica: los conspicuos panistas pretenden reducirle la partida presupuestaria a la Universidad). Entre mañosos te veas (¿y cuánto es por el rescate carretero o por las exenciones fiscales de los grandes contribuyentes?). Además el argumento final de Felipe, que naturalmente se caracteriza por su cinismo implacabalísimo, es que de seguir subsidiando Luz y Fuerza ¡se tendrían que aumentar los impuestos! ¡NO MAMEMOS, PINCHE GÜEY DESVERGONZADO, DESVENTURADO Y DESVERGADO! Perdón por mi exceso de sutileza pero es inconcebible. Pero ahí no termina la cosa: al declararse en quiebra, que sería la figura jurídica adecuada (nueva desfachatez), el gobierno ofrece liquidar conforme a la ley a los trabajadores. Está muy bien, salvo por un detalle: ¿cuando se les acabe la liquidación de qué van a vivir 66 mil trabajadores y sus familias? Más allá de eso: no crearán antigüedad, por tanto el Estado no pagará sus jubilaciones, y tampoco se les darán prestaciones constitucionales; también se desarticulará uno de los sindicatos más fuertes que hay en el país. Cualquier parecido con ley del ISSSTE, afores, Fobaproa no es coincidencia (al respecto, recuerdo que cuando el Fobaproa se hizo deuda pública, Guillermo Ortiz, secretario de Hacienda y mejor conocido como Roban, dijo "el Fobaproa no lo pagará el pueblo, lo pagaran los contribuyentes". Menos mal). La cereza en el pastel fue cuando Tontín conminó a los trabajadores recién despedidos a que regresaran a trabajar en la CFE para aportar sus conocimientos en la materia; por último, que si querían laborar como pequeños empresarios en la distribución y venta de energía eléctrica también lo podrían hacer.
En fin, todo esto sucedió el mismo día en que una selección de futbol vestida de verde calificó al Mundial de Futbol, un bunch de desarrapados decía "Viva México" en el Ángel de la Independencia y un pelotón de mil efectivos de la Policía Federal tomaba las instalaciones de un lugar que daba de sesenta mil fuentes de trabajo. Pero como los miembros de gabinete son estultos de época, piensan que los ciudadanos creerán que el rey va vestido con un traje de piedras preciosas: se habla de Luz y Fuerza como una empresa ajena a ellos o que era un sindicato plagado de privilegios (aunque la indemnización ofrecida sea excesivamente privilegiada); pero no se señala que, al ser el gobierno el prestador del servicio de energía eléctrica, éste no mejorará si no hay una inversión adecuada para que la estructura cambie (a menos de que Felipe ya haya firmado en lo oscurito un contrato con el mago de Oz, el Genio de la lámpara o, de perdis, Harry Potter). Una cadena vale lo que su eslabón más débil, decía Lenin. Con la extinción abrupta de Luz y Fuerza se corta por lo más delgado. Y la cadena ya está rota.

CAS

martes, octubre 06, 2009

Instantáneas del Defe VI

-¡Súbale, súbale! Directito al metro Nativitas. Sin asaltos, sin tráfico, sin choques! ¡Súbale, súbale!

Después de que ha entrado el pasaje, el chalán del chofer sube una pierna y permanece por algunas cuadras con medio cuerpo fuera del pesero. Tras subir a nuevos pasajeros, dice “ya estuvo” y se acomoda con diligencia enfrente del conductor. Una vez hallado el lugar ideal, comienza a abrir y cerrar las piernas como puertas cabalísticas que invitan a alguna evolución pecaminosa. Adquiere su mayor distinción por la paleta tutsi pop que no se saca de la boca.

–No mames, güey –no hay duda: la paleta semeja un testículo en el cachete–. Tuvo, ca’on.

–¿Sí?

–Sí, no mames, güey –dijo con seguridad implacabilísima–. Pero la culpa la tuvo el Mai.

–¿Qué hizo el güey?

–Pinche culero, sus pinches mamadas de siempre.

–Sí, ya me imagino.

–Y pues le dije que no mamara, que le parara a su pinche nave porque si no a puro pan y verga me lo iba a tener.

–Pos sí, pinche puto.

–Y parece que se alivianó; pero que no mame, güey, si nomás me tiré una vez a su pinche vieja.

–A güevo, pinche pasado de verga.

–¡No mames, güey: ahí viene. Clávate ahorita, güey, en chinga. No lo dejes pasar.

La bola en las mejillas y su oscilación inquebrantable desapareció en el rostro del hombre de la esquina; una vez que estuvo en igualdad de circunstancias, como por un resorte fue expulsado de nuevo hacía fuera del microbús.

–No mames, la neta le faltan güevos a ese güey. ¡Súbale, súbale! Directito el metro Nativitas. Sin asaltos, sin tráfico, sin choq...
CAS