miércoles, diciembre 20, 2006

Duda

En El país del domingo pasado leí el siguiente encabezado: "La heroína se disparó en España". Nomás espero que no haya sido Batichica.

CAS

lunes, diciembre 04, 2006

I agree...

Un amigo que era engañado por su mujer, me dijo el otro día: "Debí otelearla mientras ella hoteleaba. Fui un cobarde". I do agree...

CAS

viernes, diciembre 01, 2006

Morir en el asfalto

Tres veces he estado a punto de morir atropellado por personajes célebres. El primero en intentarlo fue Paco Palencia, cuando todavía era jugador del Cruz Azul. Enfrente de la librería Gandhi, detuvo su Corvette rojo a veinte centímetros de mi culo. Como me di cuenta de quién era, me quedé con la mentada en la garganta y el traidor siguió su camino. Ya veía los titulares de la prensa: "Escritor vándalo abolló coche de futbolista". La segunda vez ocurrió cerca de mi casa. Yo estaba cruzando la calle después de los cinco segundos de rigor que tras el alto deben esperarse (en México, la luz amarilla preventiva sólo sirve para que el automovilista aceleré y logre pasar la calle antes de la roja). Cuando bajé la banqueta, como otras tantas veces en las que he estado a punto de morir, sentí que me hablaba la virgen de Fátima (es la única en la que creo). Se trataba ni más ni menos de un individuo que tuvo la osadía de expulsar al maestro Zinedine Zidane en un Mundial: Arturo Brizio Cárter. Y como ahora al que había estado a punto de expulsar, pero de este mundo, era a mí, a él sí se la menté, total, un árbitro es el único ser humano capacitado para recibir mentadas. Sólo sonrió entredientes pensando "Lo hubiera ensartado en la defensa y después hubiera barrido el asfalto con su cráneo". La última vez fue hace algunos años. Digamos que el país se encontraba un poco menos convulsionado que hoy y uno cruzaba las calles con más tranquilidad. Craso error. Pondré los antecedentes: exactamente en contraesquina de mi edificio estaba la sede nacional del PAN, un lugar histórico para los panistas. Después se fueron a un búnker que construyeron también en la Del Valle, pero mucho más ostentoso. De hecho mi casa estuvo franqueada los últimos meses por la casa de campaña de Felipe (a dos cuadras y en donde más de una vez quisieron golpearme) y la de transición (a diez cuadras y que los últimos días estuvo resguardada por más granaderos que los que hay en una manifestación en la embajada gringa). Pues bien, corría alguno de estos años y yo cruzaba una calle. Sin saber cómo, tuve que realizar una evolución propia del más diestro clavadista para que una suburban, que seguro ya me había centrado, no llevara a cabo la fábula de "La aplanadora y el colchón" en seres humanos. Insulté al conductor; él no se inmutó. Cuando puede levantarme, noté que el potencial asesino era el tipo más insignificante y de bajos vuelos que había visto en mi vida. Y sin embargo lo conocía bien: se llamaba Felipe Calderón, líder del PAN en ese momento. Ahora, como en toda empresa privada, lo han ascendido. Por eso, de esta experiencia y con la seriedad que me da mi reconocida cualidad de hombre íntegro, sólo puedo concluir una cosa: el presidente de México me quiso matar.

CAS