martes, julio 29, 2003

Parece que las vacaciones terminan, aunque todavía está el plan de salir a hacer una película con el Fuc y el Morc. La idea es filmar un road movie en video digital. Es probable que sea la próxima semana. A ver qué sale, igual y se la vendemos a una productora de la gran industria y nos dejamos de mamadas académicas. Los tres queremos ser famosos en Hollywood y haremos lo que sea para lograrlo. La película tendrá la colaboración de un amigo indio: Saurab, que vive en Ámsterdam y una vez me lanzó un roca en la cabeza en una isla perdida de las Ciclades. Sobreviví. El Fuc considera que debí pegarle; yo también. Pero había varios inconvenientes: nuestras amigas hubieran salido en su defensa (siempre hay que estar con elmás débil), estaba borracho, mínimo le rompía la nariz y, lo peor de todo, no se hubiera defendido, como el pinche Minotauro, pues. Días después me vengué: lo tomé en vilo y lo lancé a una suerte de acantilado. Segundos más tarde me enteré de que no sabía nadar y tuve que salvarlo. Pero más allá de esto, ya no bebe, su novia holandesa que lo había dejado por un tailandés ha vuelto con él y padece la misma patología que todos nosotros: la crisis del doctorado. En resumen, parece que nuestra movie puede ser en hit y de entrada ya tenemos lo más importante: el nombre. Se llamará Ella lo amaba (I knew it).

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lunes, julio 28, 2003

Sobre los gatos

Durante la mañana el gato de mi mamá y yo estuvimos comprobando la vieja tesis de que los de su especie caen siempre parados. Las conclusiones aparecen a continuación:

Si se le arroja de una altura media, digamos un metro, en la escala tradicional de clasificaciones de clavados recibiría un diez; un poco más arriba aterriza también de patas, pero según los maullidos emitidos existe cierto dolor. Aunque no lo haya esperimentado fehacientemente, no hay que olvidar que los gatos tienen siete vidas: el de mi amiga Kim se cayó, de patas por supuesto, desde un balcón de tres pisos mientras se paseaba por el barandal del edificio y su dueña fumaba mariguana; sólo se fracturó una extremidad.

Por otro lado, si se les ayuda a dar una media vuelta con giro a la derecha, la fuerza de gravedad ayudará a que quizás caiga en sus cuatro pero no que aguante el equilibrio en el piso. El resultado de esta última prueba es una serie de hematomas en un costado de su cuerpo. Intenté también comprobarlo cuando estaba dormido; no hubo problema: el gato colaboró muy bien, aunque siguió cayendo parado. Después se volvió a dormir. Más tarde nos pusimos de acuerdo para que lo aventara contra una pared y luego ver el resultado, pero en última instancia cambió de opinión y se negó rotundamente a cumplir lo pactado. Por último, intentamos la opción Houdini: amarrarle las patas para ver si en el aire lograba desatarse y caer bien. Estuvo a punto de lograrlo pero, cuando estaba a punto de hacerlo, cayó de hocico. Acto seguido se negó de nuevo a continuar con el estudio, pero con un poco de leche de por medio logré convencerlo de que debíamos terminar en pro de la ciencia y de la humanidad (aunque esto último, calculo, no lo entendió bien a bien).

La última parte de la investigación tuvo lugar en la alberca. Era importante saber si sólo frente a algún cuerpo sólido caía parado. El resultado de esta última indagación no fue muy afortunado. Cuando el objeto de experimentación vio el agua, le sacó las uñas al técnico encargado de llevar a cabo la secuencia, ergo, un servidor, clavándoselas arbitrariamente en el antebrazo. El técnico se ofuscó un poco y respondió, en un evidente acto reflejo, lanzando al objeto de estudio a la alberca. El felino intentó dar la vuelta en el aire para caer en el agua de patas, pero no logró hacerlo a tiempo, así que se pegó en la orilla de la piscina, quedando unos segundos inerte. El técnico le salvó la vida y concluyó el experimento, bautizando esta última contorsión como Greg Louganis performance.

En general, puede concluirse que los gatos caerán siempre de patas en cualquier circunstancia, momento o lugar. Se aconseja, en lo sucesivo, a todos aquellos enemigos de los gatos a sacar una pistola y tirarle entre los ojos a la hora de echarlo a volar. Aquí ya no habrá patas ni vidas que valgan, sólo un contundente e implacable golpe seco (si no cae en la piscina, por supuesto).

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Básicamente mi contador se ha vuelto loco: sólo registra visitas en horas determinadas y también sólo identifica los url que se le pega la gana. Pero como revisarlo me llevaría varias horas pues simplemente que chingue su madre.

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domingo, julio 27, 2003

Recién vuelvo de la playa; me hacía falta. Ayer en la noche, en la carretera, caían rocas de la montaña. Hubo varios accidentados. Yo la libré, a pesar de las piedras de medio metro de diámetro sobre la autopista (y aunque es un lugar común decirlo, de esto Salinas sí es culpable). A veces se puede creer que Dios existe, aun cuando sea un golden god, como diría un amigo. Una conclusión: no hay que pasar por la Autopista del Sol con lluvia: es un verdadero suicidio. Por lo demás, en el mar la vida es más sabrosa: botella de vodka diaria, plática con los pescadores acerca de las mañas de las matarrayas y deleitable lectura de Cees Nooteboom, un auténtico genio.


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sábado, julio 19, 2003

De plantas y cartas

Cuando dejo mi departamento por algún tiempo, hay dos cosas que me preocupan sobremanera: quién regará mis platas y quién recogerá mi correspondencia. Pensar en que se tratan de cuestiones elementales sería un error, pues estamos ante dos aspectos de la vida que merecen respeto: la flora y los carteros. Si bien estos últimos son con normalidad personajes vilipendiados, habría que empezar a reividicar su profesión, sobre todo ahora que las cartas son básicamente un asunto decimonónico y lo único que se encuentra en el buzón son facturas para pagar. El cartero, entonces, es en principio el portador de malas noticias, lo cual no deja de ser una injusticia. Por eso hay que darles un regalo en su día. En relación con mis plantas, el tema es distinto: I can´t live without them. Perdón, pero no es cursilería, pues es mi idilio más duradero. Llevaré con ellas algo así como diez años. La dificultad es la siguiente: lo más que he estado fuera de mi casa han sido cuatro meses; como soy demasiado celoso de mis cosas, me niego rotundamente a que cualquier pelele viva en mi depto durante ese tiempo. En esa ocasión todavía trabajaba conmigo la señora Ofelia (mi segundo idilio más extenso, algo así como ocho años), pero un buen día me dijo que ya no venía. Como era testiga de Jehová, seguramente consideró una inmoralidad que mi vida fuera inestable y sórdida durante tanto tiempo, pues conoció a todo tipo de mujeres locas. De repente, cuando aleatoriamente se quedaba sola con alguna de ellas, las conminaba a que sentaran cabeza. A una, por ejemplo, le dijo que andaba por un sendero maldito cuando la vio tomando un tequila de un trago y a otra, ¡delante de mí!, que ojalá el próximo año hubiera boda. Eso era suficiente para correrla, pero recapitulé los ocho años que me había aguantado y fui tolerante. Además siempre tuvo la delicadeza de no intentar conventirme a su religión: también la hubiera corrido. Pero bien, el caso es que durante esa temporada le dije "Señora, vaya a mi casa dos veces al mes; haga el haceo (creo que así entendía mejor este asunto de "hacer la limpieza") y, sobre todo, RIEGUE MIS PLANTAS Y PLATÍQUELES SOBRE TEMAS QUE NO SEAN DE RELIGiÓN, cosa que hizo con suma diligencia, pues hasta el momento no tengo ningún dato de que las pobres sean conversas: una de las condiciones para vivir en esta casa es ser agnóstico. Mi hermana, por su parte, se encargaba de recoger la correspondencia, pagar mis cuentas y echarle un ojo al departamento. Al respecto hay un tópico neurálgico: nunca hay que darle las llaves a la novia para que sea ésta la encargada de las antes mencionadas vicisitudes; se corre el riesgo de varios peligros, verbigracia, que vea las cosas que uno escribe en su blog, que lea los avances de la novela en ciernes y que lleve al amante en turno diciéndole como no queriendo la cosa "me prestaron un departamento muy mono". Me acuerdo que cuando estaba en la carrera, en los baños mixtos de la facultad (así fueron durante algún tiempo), había una frase reveladora arriba del WC: "Piensa que en este momento tu novia puede estar cogiendo con otro güey". Por supuesto que ni mear, ni cagar, ni nada se podía hacer a gusto. Por lo demás, si se insiste en esa mala elección, sugiero que se cambie el colchón cada vez que uno regrese de viaje y se compre un futón color caqui.

Mis amigos me dicen, regresando a las plantas, que le dé las llaves a Juanita para que ella se encargue de regarlas. Mis amigos, en principio, son personas desequilibradas. Lo he dicho bastantes veces: Juanita es mi vecina, está cerca de los doscientos años y es medio bruja. Después de meses de profundo discernimiento, llegué a la conclusión de que me hace vudú y baña al muñequito todos los días con alcohol del 96. He intentado matarla en numerosas ocasiones pero siempre se salva. Barre las escaleras del edificio a las cuatro de la madrugada y me insulta cuando llego a esa hora y le piso donde acaba de trapear. Yo sólo contesto "Buenas Noches". Además es la encargada hacer correr la información sobre mi vida en el edicicio y concluir con las vecinas cristianas del primer piso que soy una persona perniciosa, merecedora "mínimo de la hoguera". Confabula sobre mí con las mujeres del edificio de a lado cuando me estoy rasurando; dicen que van a hablar con el dueño, que es mi amigo Juan, para ponerme un hasta aquí. Todo esto equivale a que me estaría haciendo el hara kiri si le doy las llaves de ¡mi casa! para que riegue ¡mis plantas! Mis amigos están muy mal y sólo por estas sugerencias tampoco se las daría a ellos. En fin, por suerte ahora no estaré tanto tiempo fuera, además de que ya quedé con mis queridos vecinos Arturo y Laura (gente seria) para que se hagan cargo. En su casa, por cierto, se come un excelente queso manchego. Va. Ahora, les vacances.

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Apareció en Marca hace unos minutos:

Ronaldinho llega a Barcelona para firmar su contrato

El jugador brasileño Ronaldinho aterrizó hace unos minutos en el aeropuerto de El Prat de Barcelona para rubricar su contrato por las cinco próximas temporadas con el FC Barcelona tras ser sometido al pertinente reconocimiento médico.

El brasileño, que no realizó declaraciones a su llegada, se dirigió a las oficinas del club en el Camp Nou después de que esta mañana su hermano y representante, Roberto Assis, cerrara el fichaje del jugador del Paris Saint Germain tras semanas de negociaciones.

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Babelia cada vez tiene menos páginas; tengo miedo de que se convierta en La Jornada Semanal.

CAS

viernes, julio 18, 2003

Bien. La cosa no estuvo tan mal: mi casa no fue escenario de la degustación etílica y, sobre todo y gracias a Dios bendito, regresé solo. El único problema es que apenas en este instante voy llegando a mi deptito aquí en la Del Valle. En la mañana brinqué cuerpos desconocidos en una casa también desconocida. Uno de los cuerpos roncaba y me despertó. Ya en mi edificio me vi un poco la punta del pie; después fui al centro. Comí una torta de milanesa. Sabía a rata pero estaba buena. Creo que regresaré a la faena pendiente: es hora de nuevo de dedo gordo.

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PS. Ayer en la cantina estaba Aguilar Zinzer con una hermosísima mujer rusa. "Voy a pedirle un autógrafo al delegado ante la ONU", dijo el Serge. Sin embargo, lo convencí de que se lo pidiera mejor a la rusa. Ahora el buen Serge pretende enmarcar una servilleta. "La amo", dice.

jueves, julio 17, 2003

El jueves pasado fue normal (los convidados fueron: Morcillo, Link, Nanilkah, Morc, Alic; terminamos con excesos en mi jaula). Espero que hoy no lo sea y regrese a mi casa temprano... solo. Vade retro, Satanás.

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miércoles, julio 16, 2003

Instantáneas del Defe IV

Afuera de La hija de los apaches, un vendedor de refrescos ofrecía febrilmente sus productos. Y aunque en apariencia no le iba muy bien, su grito para atraer a la clientela era categórico: "¡A ver, jóvenes, qué les doy además de lástima!".

CAS

martes, julio 15, 2003

Cine y hecatombe

A veces uno no sabe de qué se quejan los gringos cuando las oscuras fuerzas del mal les vuelan una embajada o les tiran algunas torres. Acostumbrados debieran estar: una de las partes medulares de su cultura, el cine de Hollywood, se fundamenta en un principio apocalíptico. Nada más habría que pensar en la ocasiones en que Nueva York ha sido destruida en el cine; yo puedo contar mínimo veinte con suma tranquilidad. Desde luego, después la desazón es lo que impera y hace falta menos escepticismo para festejar una nueva parte de su arquitectura: los hoyos gemelos.

Por lo general no pasa nada si un tornado se lleva una casita solitaria en Kansas, un volcán acaba con una población de menonitas o Bruce Wilis, con los pies descalzos, destruye un edificio inteligente. El héroe siempre se salva y nos sentimos bien, sin importar que el contratiempo haya tenido a bien matar a unos 539 personajes por película. Aunque hablemos en principio de zozobra, la esperanza se impondrá al final. En este tenor, no habría que descartar las tragedias que suceden a bordo de un medio moderno de transporte. Numerosas son las películas de aviones que tienden a irse en picada por falta de piloto o porque un grupo fundamentalista lo ha secuestrado; los naufragios de barcos o los desastres provocados por trenes son también un tópico común; incluso existen los autobuses que no pueden bajar de cien millas por hora porque hacen bum. Los submarinos atómicos se cuecen aparte, pues necesariamente están ligados a un tópico militar. Harían falta, por lo demás, tragedias en globos aerostáticos, carrozas fúnebres o motos acuáticas (tengo un primo al que le cayó una de éstas encima; le he dicho que venda su historia pero se niega. "Es que quedaría como un pelele", se defiende).

Es prudente señalar, sin embargo, que hay un medio de transporte digno de analizar con cuidado: las naves espaciales. Adiestrados para llevar la bandera gringa al espacio exterior, los astronautas de película gringa tienen su futuro asegurado, pues la realidad no los alcanzará nunca. Es decir: jamás les explotará la nave en pleno despegue o en franco aterrizaje (como de hecho les sucede a menudo); uno porque si explota saliendo de Cabo Cañaveral la película se acaba y la compañía productora perdería varios millones de dólares y, dos, porque es políticamente incorrecto: no les conviene que la comunidad norteamericana se llene de escepticismo respecto del progreso. Por eso es importante que las misiones en el espacio exterior tengan éxito. Es una simple y llana cuestión de enfoques, pero yo no conozco una sola película en la que la misión fracase o que la nave haga también bum. Si me lo preguntara de nuevo contestaría con lo mismo: ¿qué les extraña? A veces la ficción se fuerza a tal grado que alcanza la realidad a la menor provocación. El problema es que cuando en verdad nos toca, nos sorprendemos sobre manera, pues lo que sucede en las películas no cruza el celuloide (salvo la gran Rosa púrpura del Cairo, of course). Si la tendencia es ésta, no habría que sorprendernos si en un futuro cercano Nueva York es la nueva Atlántida, tal como lo sugiere Steven Spielberg en Inteligencia artificial. No cabe duda de que para conocer el futuro habría que regresar a Wells y Orwell, por supuesto, a Julio Verne, y ver más cine de Hollywood para que se nos ocurran ideas.

CAS

lunes, julio 14, 2003

Decir que los silencios son las expresiones más profundas que existen suena a lugar común; más bien a maledicencia pecaminosa y negligente. Lo sé porque en ella la ausencia de sonido es imposible. Quien lo afirme estará incurriendo en una falacia ordinaria y ramplona. Si el recuerdo logra superar la armadura impune de mi olvido, sabré que su olor tenía una sonoridad conmovedora, como murmullo de rosa, de savia ardiente depositada en mi cuerpo desde la primera mirada. Aunque sin verla, entendí qué existía entre sus comisuras. Al principio se trataba de un juego mutuo e insospechado por los demás, un acuerdo tácito escrito por suspiros, también olientes, a café me diría ella después. ¿Para qué sirve el olor a café? Para besar a una mujer. Lo supe por su entrecejo, portador de una certidumbre palmaria sólo para mis ojos y quizás, en parte, también para los de ella

Fue en ese momento cuando el alcohol dominó mi cuerpo y de las sombras apareció una silueta indefinible a simple vista. Después noté que era mi mano que abandonaba la suya y se posaba en su cuello con la tranquilidad del rocío que desciende por los pómulos. Y fue la palma y no los dedos la que descubrió, como sólo la noche puede hacerlo, ese rostro luminoso para mi epidermis, inconcluso para mis pupilas y fascinante para la humedad de mi entrepierna.

Sus cejas eran de una ferocidad apabullante, enigmáticas en el fondo y sensuales por su arco capilar. Su movimiento armónico sólo era probable para ese número específico de hebras diminutas, superpuestas y racionadas por la divinidad. Los ojos parpadearon y luego subieron; las cejas, séquito fiel, continuaron el desplazamiento ocular, como si cada centímetro dibujara un pentagrama oscuro y a la vez taciturno. Pensé en Mahler y después en Sibelius. Se rompió la calma cuando su mirada recuperó la intensidad de segundos antes y se escuchó en el fondo del lugar música cubana, de ésa que casi no conocía y que ella me dijo de dónde era. Concluí que el sonido no venía de atrás sino de sus orificios nasales. Lo otro era sólo el eco.

Ahora sé que su nariz descubre las más pequeñas y sensibles insinuaciones, que documenta circunstancias sombrías y reinventa todas las perforaciones vedadas por las leyes de Dios. Recto como pocos, su tabique nasal transgrede la interdicción de lo cotidiano. Por una causa que ahora no quiero adivinar, nunca me pregunté qué enigmas ocultaba esa pendiente delicada y sospechosa. Ahora, todavía sin haberlo cuestionado una vez, lo sé como las nochebuenas saben cuando ha llegado el invierno.

Y sin embargo, como toda protuberancia que sale del cuerpo fuera de lo normal, inspiraba inseguridad. Desconfiaba que su nariz descubriera conforme avanzaran los minutos todos los olores adoquinados en mi piel y se enterara de un pasado gris y nebuloso: que robara mi olor. Me sentí desnudo y fue cuando estornudé. Salud y un pequeño cosquilleo hizo que por un instante llevara sus yemas al contorno de los orificios impenetrables. Había perdido el aroma que acababa de distinguir. No volví a estornudar y fue la boca por donde primera vez entré en su cuerpo. Ya con mi mano en su mejilla, tibia y suave, coincidimos en que nuestros labios también tenían frío. Pero no fue en silencio, aunque no dijera palabras. Era una resonancia prodigiosa que emitía su ceño por momentos fruncido, un murmullo indescifrable que flanqueaba la hospitalidad de su frente, una musicalidad de ausencia encerrada en el vaho de su nariz. Y con el sonido del agua que desciende por un río caudaloso en cámara lenta, nos besamos.

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sábado, julio 12, 2003

"Aunque es del dominio público, creo que puedo anunciar que nací a muy temprana edad", Groucho Marx.

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viernes, julio 11, 2003

Hoy fue día de dedo gordo. Ayer en la noche, Pinkililinki me había preguntado por qué tengo la uña del pulgar derecho más larga de lo normal. "Por la guitarra", contesté. "Ah, yo pensaba que era una manda". Ese pinche Pinkililinki no entiende nada.

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jueves, julio 10, 2003

De regreso en casa. Cuando uno está fuera del dulce hogar mucho tiempo, al regresar se suele encontrar una sensación enigmática que tiende a la lascivia; como ganas de aparecer en las secciones de nota roja; como deseos de matar o amar a una mujer (al cabo es lo mismo). En definitiva, la nariz hace a los hombres perros miserables. La historia de mi casa pasa por un mosaico incomprensible de olores perniciosos.

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miércoles, julio 09, 2003

El absinth y yo

Fue en Praga (dónde más) mi primera experiencia con el absinth. En los antros sólo se veían gringas desesperadas en busca de un absinth con redbull. Y yo no había probado ninguna de las dos bebidas. Una mañana, entonces, decidí que era el momento de experimentar tan místico trago. Fui con Cacho a un kiosko a comprar una botellita de 25 ml; acto seguido le dije "bebe". Cachito, obediente, se echó un buen trago y cayó sobre la banqueta: se estaba asfixiando. La gente nos rodeó y yo les decía no hay problema, le pasa a menudo y ese pendejo retorciéndose al pie del reloj. Cuando estaba a punto de aplicarle una traqueotomía, cirugía en la que mi hermana Titi me había instruido para casos como éste, Cacho se recuperó y dijo "está bueno, pero un poco fuerte". Yo ya sólo me puse en poco en la lengua y ésta se me durmió en el acto. Poco después, con más calma, fui a una tienda especializada en la que una niña de trece años me dio una cátedra al respecto. Como la siguiente parada era Grecia, decidí llevarle a María una botella de regalo.

En Atenas, por supuesto María me dijo gracias y en voz baja a los demás "cómo me trae esta mamada". En fin, si nadie más me acompañaba, yo estaba dispuesto a acabar con la botella. El único valiente (o idiota) que me siguió fue el Fuc, pero creo que le hizo un poco mal. En un ferry la abrimos; ya todos estaban dormidos en una cubierta mojada y habíamos comprado unas fantas para por lo menos no ahogarnos. Craso error: el que se quiso ahogar, y de otra manera, fue el Fuc. Más o menos enfrente de la isla de Naxos (ésa en la que Teseo abandonó a Ariadna) el Fuc dijo "¿Escuchas, güey, escuchas?" Nada, mano. "¡Son las sirenas, las sirenas!" Para suerte de todos, y de él en particular, alcancé a agarrarlo de una pierna cuando ya había brincado por la proa, y él "las sirenas, por favor te lo suplico, déjame ir a por ellas". Ya arriba lo tranquilice y le hice un poco de terapia enseñándole la botella de Absenta; la observó cuidadosamente, como lo hiciera Atahualpa con la Biblia cuando se la enseñó el obispo Valverde, y la echó por la borda. Yo debí verme más Pizarro y arrestarlo, pero tuve clemencia; al día siguiente le recordaba el canto de las sirenas y él sólo respondía "¿el qué?"

La tercera vez ocurrió, meses después, en Barcelona. Yo había ido a visitar a mis queridos amigos Iliana Olmedo y Roberto Frías y había coincidido también con unos amigos de la infancia de Roberto, Tona e Ingrid. Un día, al regresar a su casa, después de darme una vuelta por las playas nudistas de Barcelona, los encontré extremadamente contentos, más bien a ellos; ellas, sobra decirlo, aburridísimas. Y la alegría era porque, desde luego, se habían echado unos vasos de absinth como Dios manda: azúcar derretida, agua y ajenjo. Sólo bebí un par de tragos: cuando uno es bebedor hay que saber si se puede alcanzar el nivel de la banda que empezó a chupar antes, y ellos estaban lo suficientemente borrachos como para alcanzarlos. La botella se terminó, pero con sus efectos: en lo sucesivo, Roberto quiso presentarme a todas las bartenders de los bares a los que íbamos; obviamente no conocía a ninguna, pero se valía de una contraseña que para él era implacable pero que a ellas les tenía sin cuidado: me agarraba del hombro, a ellas las hacía venir con una sutil seña y les decía "mi amigo es un gran escritor". Las bartenders me miraban de arriba abajo con lástima; luego, con desprecio. Y mientras yo trataba de sentirme eso que él había dicho, concluían con un fulminante "¿van a beber algo más?". Al día siguiente le recordábamos sus escenas y él, muy propio como en realidad es, decía "¿yo hice eso?" La gota que derramó el vaso fue cuando nos llevó a tres bares inexistentes a las cuatro de la mañana. "Les juro que aquí había un bar", se disculpaba. Uno era una farmacia, otro una panadería y el último una librería cara en donde yo había estado a mediodía. Por fortuna, según me escribe Iliana, Roberto ya está bien.

En fin, el absinth es una bebida con la que hay que tener cuidado y razones sobran para que esté prohibida. Pero como la vida es breve y la bebida abunda, seguiremos ad infinitum buscando sus vicios y saboreando sus maledicencias.

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Híjole, eso de que Linkililinki ya sepa colgar imágenes va a ser un problema de ahora en adelante. Ni modo.

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martes, julio 08, 2003

Bien, parece que el día de hoy es jornada de defensas centrales: el gran esteta rumano Christian Chivu del Ajax de Ámsterdam, fue fichado por el AS Roma para que haga pareja con Walter Samuel; Rafa Márquez, por su parte, pasó con éxito los exámenes médicos en el Barca y es sólo cuestión de unas horas para que se haga oficial su contratación.

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PD. Perdón a todos, pero una de mis debilidades (y obsesiones) desde niño han sido los fichajes del verano. El año pasado fui de los que presionaron en Chamartín para que se hiciera efectiva la compra de Ronaldo. Así, cuando Florentino Pérez amarraba el pase del astro brasileño en un yate en Montecarlo, yo conocía en un bar de Lavapiés a la mujer de mi vida. El problema fue que ella nunca lo supo.
Gabriel Milito, ex defensa central del Independiente de Avellaneda argentino, es ya jugador del Real Madrid. Creo que, por lo menos en lo deportivo, este jugador le rendirá más al club merengue que todos sus galácticos.

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Esos putos del Morelia se llevaron al fino volante del Independiente de Medellín, Mauricio Molina; se lo compraron al Envigado en 1.6 millones de dólares. Y digo putos porque bastó que el Cruz Azul anunciara que estaba en vías de contratarlo para que el equipo de TvAzteca se adelantara a comprarlo. Mauricio Molina fue considerado el mejor jugador de la última edición de la Copa Libertadores. El problema es que al Azul se le va haciendo costumbre perder jugadores de esa manera: cuando la directiva celeste expresó su interés por Renato del Santos, el Parma -que no la Lazio, como había dicho en un post anterior- dijo doy seis millones de euros por él. En todo caso, el Chelo Delgado ha regresado a casa y la otras dos contrataciones celestes, Daniel Díaz y César Delgado, han sido convocadas a la albiceleste de Marcelo Bielsa para el partido contra Uruguay. Espero que ese hecho no haga que algún puto equipo europeo se interese en ellos y nos los robe.

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lunes, julio 07, 2003

Fue un fin de semana intenso, con misterios ineluctables como siempre. En realidad todo iba bien hasta que apareció Légolas, el arquero de El señor de los anillos. De entrada se declaró gran bebedor de tequila y especialista en Montaigne. Al final no fue ni lo uno ni lo otro y tuve que llevarlo en vilo a su alcoba. Ahí, con los ojos humedecidos, lo esperaba una docella herida, lamentándose de que su hirsuto amado de blonda cabellera la hubiera abandonado por una siniestra witch (o bitch, como se le quiera ver). Salieron a caballo al alba y nunca volvimos a saber de ellos. Después, todo fue un poco nebuloso: vimos el inicio de cinco películas sin terminar ninguna (experimentábamos Si una noche de invierno un viajero en cine), el Morc dio una conferencia telefónica sobre Mariano Azuela mientras una boca desconocida le practicaba una felación ("es una radiodifusora que sólo oyen tres gatos", se disculpó), Alic y Asakhira buscaban desquiciadamente rincones de sol y el Fuc dijo "esa pizza es una majadería". Hasta hoy se desconoce el paradero de Légolas y su púber amada, pero se rumora que ella sigue llorando a cántaros y buscando un reducto de lascivia; él, por su parte, sigue sin saber nada de Montaigne.

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jueves, julio 03, 2003

Los Colibríes

La triste historia del equipo los Colibríes de Morelos del capitán Jorge Rodríguez terminó en tragedia. La ex franquicia de los Toros del Atlético Celaya fue un ave del mal agüero en Xochitepec: Mario Grana y Jorge Jerez son ahora jugadores del Zacatepec de primera A; el Capi Rodríguez perdió las elecciones del PRI para contender por la alcaldía de Cuernavaca y a su empresa de aviación, Aerolíneas Internacionales, le fue retirada la licencia; además, el estadio Mariano Matamoros se quedó como mera cancha llanera y el río que desviaron para que pudieran jugar ahí equipos serios como Chivas o Cruz Azul, ahora ha recuperado su antiguo cauce, a la altura más o menos del manchón penal. En contraste, Diego Cagna, hace seis meses jugador del antes mencionado equipo y hoy día capitán de Boca Juniors, recibió ayer la flamante Copa Libertadores de América. Los Colibríes de Morelos se llaman ahora los Trotamundos de Tijuana y, según fuentes extraoficiales, hay varios bloguitas en sus filas. God bless' em.

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Me faltaban tres exquisitas escenas del cine gringo: 1) cuando alguien va a hablar por un micrófono, antes de decir un parlamento de época, le hace "toc, toc" al aparato para ver si está encendido. Obviamente el sapiente recurso del director es que se oiga un sonido viciado para hacerle saber a los escuchas y a su retrasado mental espectador que el micfrófono, en efecto, está prendido; 2) todo detective de la policía que entra a un cuarto a interrogar a un sospechoso, lo hace con un vaso desechable en la mano. Lo común es pensar que se trata de café americano, je, aunque en realidad (lo sé de buena fuente) es invariablemente un poco de bourbon. Es habitual que inicie el interrogatorio con amabilidad, misma que perderá minutos después cuando el sospechoso, que siempre es un cinicazo, lo saque de sus cabales (ya quisiera ver esto en la vida real) y conventirlo en un potencial Cavallo; 3) los perros y los gatos siempre serán personajes afables e inteligentes (a escepción de los perros de los malos, quienes siempre ladran y babean constantemente). En resumen, tampoco habrá gatos como el que ahora me está rasguñando las piernas y al que ahorcaré tan pronto termine de escribir este post.

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miércoles, julio 02, 2003

Por tercera vez Boca Juniors es campeón de la Libertadores con Carlos Bianchi. ¿Se habrán equivocado los directivos mexicanos en la elección del técnico nacional? Quién sabe. Aunque lo que sí está claro es que Bianchi hizo bien en declinar la invitación para dirigir a nuestros roedores. Por lo demás, sin tener un gran equipo (Tévez fue el mejor y su figura, el Equi González, estuvo lesionado en la parte final de la copa), el Boca ganó sin jugar espectacularmente a un equipo que tiene de defensas centrales a un sastre y a un barbero (Alex y André) y cuyo mejor jugador no estuvo en la cancha porque su nombre resultaba ofensivo para la televisión (Elano). En fin, triunfó el equipo de mayor oficio. Lo único gratificate es que el goleador de la copa, el Chelo Delgado, regresa al Cruz Azul después de ocho años; la contratación de Renato de Santos está en veremos, pues la Lazio de Roma ha ofrecido seis millones de dólares por el fino mediocampista brasileiro, cantidad que la Máquina no podría pagar. En todo caso, estamos de vuelta y aventuro un pronóstico: la pareja más goleadora para el siguiente campeonato será la integrada por Cacho y Delgado.

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A finales de los años veinte y principios de los treinta del siglo pasado, mi bisabuelo, el gran José de la Sierra, abrió en Cuernavaca una casa de huéspedes llamada el Cuernavaca Tourist Mansion. Y como era necesario un eslogan publicitario que atrajera a los turistas se le ocurrió el siguiente: "Cuernavaca, la ciudad de la eterna primavera". Quién iba a pensar que con esa frase, hoy día, se conocería a la capital de Morelos en el mundo entero. Quizás, si la hubiera patentado, no tendría yo que estar dando clases en la UNAM, ganando 350 pesos a la quincena. No obstante, hay un asegún en esa definición: pareciera que más allá de ser una ciudad de perenne primavera, es un sitio de estricto clima camaleónico. Me explico. Ayer amaneció nublado pero sin lluvia (una amiga que había venido a la casa a tomar el sol interpretó mal el reporte meteorológico: "me falta color en todo el cuerpo por eso traje mi bikini de tanga", había dicho. No pudo tomar nada); a mediodía fuimos a Huitzilac, un pueblo a diez kilómetros de la ciudad, a comprar un poco de pulque. Digamos que no sólo estaba nublado, sino que el cielo se caía de lluvia y la niebla impedía ver a menos de un metro de nuestras narices. Además hacía un frío del carajo. Ella comió un caldo de borrego y yo un curado de tuna. Regresamos a la casa y el sol ya había salido: eran entonces las cinco de la tarde. Tomamos el sol, nadamos. Y cuando creíamos que ya habíamos experimentado todas las estaciones posibles en esta ciudad, notamos que pequeños fragmentos blancos aterrizaban en nuestros cabellos. Sin descartar la posibilidad de nieve (aquí nunca ha nevado) estudiamos con diligencia la partícula. Nos acercamos al coche y nuestras sospechas se cristalizaron: señoras y señores, las montañas estaban de parto y su fuente de ceniza caía indulgentemente sobre los cuerpos débiles. Era el único invitado que faltaba: el clima volcánico. Hoy ya nadie lo recuerda: el sol a plomo hace ver a Cuernavaca como un miserable país bananero.

CAS