lunes, abril 28, 2003

Desde que vi Mulholland drive hace casi un año, no había visto una película que me desconcertara tanto: Hable con ella. Aun cuando Pedro Almodóvar me parecía ya un bufoncete ampuloso con algunas de sus últimas películas (Kika, Tacones Lejanos, Carne trémula), tenía muchas ganas de echarme ésta. El verano pasado intenté verla en Praga y en París pero la exhibían doblada. Tenía la esperanza de que la dieran en Madrid; al buscarla ya no estaba en cartelera. Me niego a hablar sobre ella simplemente porque es una alegoría acerca del lenguaje y la decadencia de sus emisores: el ser humano. Sería imposible describirla con palabras. El Olis tiene razón cuando dice que Almodóvar es un ser complejo. Por eso no es una hipérbole llamarla obra maestra.

CAS
Se dice que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra; sin embargo hay casos extremos: los argentinos tropezarán no con un guijarro sino con un perfecto imbécil, de 1.70 metros, por tercera vez. Menem y Kirchner van a la segunda ronda. Hace unos años lo había dicho bastante bien Umberto Eco: "Un argentino es un hombre sentado en la barra de un bar preguntándose qué es un argentino".

CAS

sábado, abril 26, 2003

Réquiem de un elevador

Si hay alguien a quienes los seres humanos le debiéramos decir "¡Bendito seas, señor mío!", es al inventor del ascensor, Elisha Otis. No quiero imaginarme el martirio de subir las escaleras del Empire State o, sin ir tan lejos, de nuestro máximo rascacielos conocido de manera eufemística como Torre Latinoamericana. Los japoneses, por su lado, se pondrían a llorar lágrimas rasgadas por aquello de que el único lugar adonde pueden expandirse son las nubes. En el caso de construcciones como éstas, estaríamos hablando de más de cien pisos por edificio. Pensemos, así mismo, en cómo sería la espléndida big apple con edificaciones de cuatro pisos como máximo; no sólo Manhattan no existiría sino la historia misma del mundo andaría por otro lado. Así que en principio, por extensión obligada y necesaria justicia, ¡bendito seas, oh, Elisha!

No obstante las ventajas de este gran invento, uno de los pilares de la modernización tecnológica en nuestros países, un ascensor es el último reducto del universo en el que una persona normal anhela estar. Un elevador, en sentido estricto, es un espacio tragicómico que define in extremis la esencia del hombre, sus usos y costumbres y si éste huele bien o mal. La cohabitación simultánea en fracciones de segundos camino al cielo, hace que sus tripulantes sospechen del individuo de al lado como si se tratara de un potencial malhechor, sobre todo si tiene cara de Belcebú y va a un piso sospechoso como el 66. En ningún otro lugar, ni siquiera en el metro de la ciudad de México en horas pico, hay un acercamiento físico tan íntimo al otro, al desconocido, al enemigo que por lo menos hay que matar con la mirada. Las maniobras en cualquier transporte urbano, por ejemplo, están fundamentadas en un principio de agresión: paso por aquí por mis pistolas y me vale a quién madree; en un ascensor este principio se ve debilitado. Hay, por el contrario, que potenciar la cortesía, y ésta consiste por momentos en contener la respiración al momento de subir o bajar, o evitar un estornudo provocado por los pelos del enano delante nuestro que se nos han incrustado diligentemente en la nariz.

Los científicos que se plantean ahora la posibilidad de supervivencia del ser humano y la propagación de la especie con experimentos en islas desiertas, tendrían que considerar la posibilidad de realizar estas pruebas en un elevador ubicado entre el piso 95 y 96 de un rascacielos neoyorquino. La propuesta es que tres hombres y tres mujeres vivan durante 15 días en esas cuatro paredes infranqueables (una duda que siempre he tenido al respecto es por qué los elevadores siempre son cuadriculares o rectangulares; sería interesante, en todo caso, que hubiera uno con la forma de un triángulo isósceles). Tendrían comida necesaria para sobrevivir el tiempo exacto y sus necesidades fisiológicas podrían realizarlas en un pequeño hoyo construido en una de las esquinas. De esta forma el canal de subida y bajada del ascensor serviría como una suerte de fosa séptica, cuyos ingredientes matarían a las ratas del primer piso por caerles a una velocidad poco usual. "Murió de un cacazo", escribirían los periódicos amarillistas.

En otro orden de ideas, no hay cosa más angustiante que estar esperando un elevador, que nunca se abre porque se ha quedado parado en el piso diez. La gente empieza a juntarse y uno sabe que, de nuevo, las cortesías son imperiosas y los uppercuts usados en el metro no son ahora precisamente lo indicado. Cuando se abre, uno permite que baje la gente y se trepa de la mejor manera que diosito nos haya enseñado, es decir, a como dé lugar, pero sin golpes. Ya arriba uno está imposibilitado para mover siquiera un dedito y tiene que mencionar dónde se baja.

–Al noveno piso, por favor.

–No, joven, este elevador tiene puros números pares –dice el encargado de los botones–. Tiene que subir hasta el décimo y bajar un piso.

Después de esa sapiente demostración de aritmética, hay que buscar las escaleras. Al tratar de abrir la puerta del noveno piso, ésta, claro, está cerrada por dentro.

En muchas ocasiones se encuentran ascensores que nada más llegan hasta un piso determinado, para lo cual necesitamos una tarjetita que sirve como salvoconducto; sucede así con los llamados edificios inteligentes. Por ejemplo, en el de la Coca Cola de la ciudad de México, el organigrama laboral se define por pisos. Si eres empleado de segunda puedes subir con tu clave hasta el primer piso; si ya eres así como un encargado de mercadotecnia, puedes subir más. El director o gerente, desde luego, evita la peligrosidad de los ascensores y llega en helicóptero. Existen también elevadores que no tienen piso trece, por aquello de las supersticiones. Entonces, en una genialidad matemática ideada por un arquitecto de alta escuela, los elevadores pasan del número de 12 a 14. El trece, por su parte, es un lugar que funciona como tierra de nadie. Ahí normalmente se celebran reuniones de sociedades secretas cuyos integrantes se cubren el rostro con una máscara onda Ku kux klan y planean cuál será le siguiente muerta de Juárez.

Las coreografías en los elevadores es la parte más común entre la gente que los utiliza. Todos miran hacia el tablerito de pisos ubicado arriba de la puerta. Aunque, desde luego, nunca falta el pigmeo que sólo ve nuestra cabeza y nos suspira en los pelitos de la nuca con un airecito seco que invita a no-sé-qué-cosa. También están los hombres que se quedan viendo con semblante de I eventually gonna fuck you a la ejecutiva de vastos anteojos, traje sastre y chongo en el pelo, que con peculiar turbación se ubica al ladito de la puerta. Dicho sea de paso, siempre he pensado que estas ejecutivas deberían ser mejor estrellas de cine porno. Pero regresando a las coreografías, en un elevador las tendencias a desarrollar los juegos visuales se acentúan. Algún día, ínclito lector, realice con alguno de sus amigos el siguiente experimento: súbase a un elevador y ubíquese mirando a la pared de enfrente, de tal forma que la gente que vaya entrando le vea sólo la espalda. Doble contra sencillo a que las personas que entran se ponen en su misma posición; ocurre los mismo si se ubica de lado o si ve el techo.

Ahora bien, quizás los lugares más propicios para el flirteo sean los bares, los salones de baile, las fiestas o incluso los balnearios morelenses, pero nunca los elevadores. Es muy probable que el sueño de cualquier muchacho teenager sea estar en un elevador con un forro de mujer y éste (el elevador no el forro) se atasque la altura del piso 33; sin embargo, lo que nunca toma en cuenta el teenager es que para la mujer esa situación no es su sueño más anhelado sino, de hecho, su peor pesadilla. Entonces hay que tomar propias y oficiosas decisiones. Quizás la mujer sea histérica e inicie una secuencia de contorsiones sospechosas, y poco normales para una mujer tan bella, que vayan desde quitarse los zapatos hasta abofetear al niño, mismo que pensará que también su sueño es ahora su peor pesadilla pero que tiene que salir de ahí, ese lugar donde está con una mujer que se ha rasguñado la cara y, ya ensangrentada, llora a cántaros, ante lo cual el niño intenta consolarla aunque ella lo aparte con un no me toques, pendejo. Entonces hay que mantener la calma, una calma que tanto ellos como Jesucristo saben que no va aparecer; Jesucristo, ése muchacho que murió a la edad de 33 años, exactamente a la altura del piso en el que están ellos y del cual muy probablemente vayan a hacerse picadillo si es que el ascensor no resiste lo suficiente o hay algún problema eléctrico que los técnicos no puedan resolver, como en efecto está sucediendo, no por ineptitud de los técnicos sino porque hay un psicópata cortando los cables del ascensor, lugar donde, como comentario al margen, están una mujer histérica-con-rasguños-de-gato-en-la-cara y un muchacho con los pantalones mojados. Si se caen del piso 33 es muy probable que recojan las cinco partes de cada uno para hacer una reconstrucción quirúrgica y puedan ser velados (cosa que a Jesucristo-muerto-de-33-años no le sucedió, en parte porque era él, en parte porque resucitó y en parte porque sólo lo clavaron de manos y pies) por unos familiares que demandarán la clausura de ese trágico piso 33, donde un forro de mujer histérico y un joven-virgen-mojado-de-otra-cosa tuvieron el infortunio de perder la vida a manos de un psicópata que seguirá, en lo sucesivo, cortando las cuerdas de los elevadores, pero al que Bruce Willis, dentro de poco, pondrá tras las rejas o, en su defecto, llenará de plomo. El joven despierta y cinco segundos después se abre la puerta. La mujer baja contoneando las caderas rojas (de ese color es el forro) y el elevador se cierra dramática, lentamente, dejando de ser esa abertura cabalística que invitaba a la repetición eterna. Por eso, también, me viene a la mente aquel cuento del gran Roald Dahl.

Réquiem de un elevador. Habrá quien tenga ONG's en contra de la existencia de estos controvertidos aparatos; otros que demanden su extinción inmediata por daños a la salud. También los ecologistas buscarán algún pretexto pertinente para manifestarse en su contra. Elisha Otis se retorcerá otra vez en su tumba, mientras piensa que acaso los humanos sean unos ignorantes, pues es el elevador, a diferencia de muchos otros vehículos fatuos, el que más fácil y rápido puede llevarnos al cielo.

CAS

viernes, abril 25, 2003

La pregunta es la siguiente: ¿beber o no beber? Si uno fuera más sensato y pensara las consecuencias del día siguiente a la hora de empinarse 15 tequilas, las borracheras en la vida serían menos y se podría ahorrar para comprar una lavadora. Pero no es así, jamás será así y tampoco sé por qué ahora me lo pregunto. Lo cierto es que acaso se podrían hacer otras cosas además de ser esclavo de los alka-seltzers, nimiedades como leer y escribir más. Ayer llegué a las cinco de la madrugada a mi casa; hoy me desperté a las 12 y el resto del día me la pasé viéndome el dedo gordo del pie mientras zapeaba los 170 canales que tiene mi televisión (creo que esta es la mejor inversión que he hecho en mi vida). Comí algo, no sé exactamente qué, pero lo hice por inercia, porque sabía que era necesario. Después navegué (la navegación cibernética se ha vuelto la mejor pantalla de no hacer nada) y ahora posteo. Creo que aún tengo el estómago sucio, pero ¡goddamn, mi reino a que lo volveré a hacer!

CAS

jueves, abril 24, 2003

¡Huuuuuuuuy! Ya sé quién debe de estar feliz con lo de los equipos italianos. De cualquier forma el Madrid se llevará la copa.

CAS
Pinkililinki, alias DJ. Chamoy, había anticipado su entrevista en La Jornada del día de hoy. Únicamente no estoy de acuerdo en dos cosas: no tiene 21 sino 19 y E! Entertainment TV es mejor que History Channel.

CAS

PS. Eso de las chelas está bien pero no en exceso: acuérdate que la última vez quemamos ese libruco del Manantial... la teta.

miércoles, abril 23, 2003

Recién llego a mi departamento de la Del Valle, después de una semana en Cuernavaca, y me vecina Juanita sigue viva. Soy un hombre desdichado.

CAS
Bien, ahora hay tres equipos italianos en semifinales y un español. ¿Alguien recuerda la final de la Eurocopa del 2000? Con todo y la apología del catenatio que suelen hacer algunos cortos de mente (entre otros, aquí en México, Manuel Lapuente), el Madrid será campeón. Apuesto lo que sea. Y sin embargo le toca jugar primero contra el mejor de los tres italianos, la vecchia signora: la Juventus.

CAS

martes, abril 22, 2003

Real Madrid-Manchester United

Desde que se realizó el sorteo de los cuartos de final de la champions, el duelo entre el Real Madrid y el Manchester United fue considerado una final adelantada. No sólo se hablaba de los equipos con nómina más alta del mundo, sino acaso de los dos, junto con Arsenal, que mejor futbol practicaban: ofensivo, contundente y espectacular. En el primer partido, realizado en el mítico Santiago Bernabeu en el célebre barrio de Chamartín, el Madrid no sólo les endilgó tres goles a los pupilos de Sir Alex Ferguson, sino que además les dieron un baile como hacía décadas no lo hacía nadie. El marcador final fue de 3-1, con un gol final del que quizás sea el mejor definidor de la actualidad, el holandés Ruud van Nistelrooy, quien durante más de un año no pudo jugar con el Manchester por una lesión. Se pensaba que había sido la peor inversión de los rojos en la historia y sus acciones en la bolsa empezaron a cotizarse más bajo. Sin embargo, el holandés regresó por sus fueros y está convertido en uno de los mejores delanteros de la actualidad. También se recuperó la inversión.

El encuentro, no obstante la ventaja merengue, es de pronóstico reservado. El gol como visitante conseguido en el Bernabeu, si bien no le da plena ventaja al United, sí lo pone con alguna diferencia en el resultado final en caso de empate global. Si el Manchester gana 2-0, pasa a las semifinales; el problema es que debe evitar que el Madrid anote, cosa harto complicada si se toman en cuenta a las estrellas ofensivas del cuadro merengue. Otra aparente ventaja para los rojos es que se juega en su cancha, el "teatro de los sueños", el milenario estadio de Old Trafford donde los locales son practicamente invencibles.

Los jugadores, se sabrá, son él punto neurálgico para analizar. De entrada la gran baja madridista será Raúl, quien intempestivamente tuvo que ser operado de apendicitis el lunes pasado. Jugador símbolo de la escuadra merengue, y capitán ahora de la selección española, Raúl González es el amuleto del Madrid. Cuando parece que las cosas están perdidas para los merengues, Raúl sale de la nada como un predestinado salvador y saca a su equipo de cualquier bache que se encuentre, por profundo que éste sea. De hecho hace cinco años metió dos goles en Old Trafford para eliminar al Manchester y llevar a su equipo a las semifinales de la Champions. Pero ahora la realidad es otra: el llamado "ángel" del Madrid tendrá que ver el partido por TV. El problema es el sustituto. Lo más probable es que inicie José María Gutiérrez "Guti", comodín de Vicente del Bosque durante toda la temporada y primer suplente de la escuadra merengue. Guti es un muchacho con sangre madridista en las venas, pero que nunca ha dado el estirón pues se le presenta un conflicto existencial tan pronto pisa cualquier cancha: no sabe de qué juega. Cuando debutó era el doble perfecto del mejor mediocentro del mundo en su momento, Fernando Redondo, pero no por su forma de jugar sino por su corte de pelo onda príncipe valiente, igual que el del crack argentino. Después de eso ha jugado de defensa central, delantero centro, lateral, extremo, medio por izquierda y una vez de arquero. Desconozco las razones por las que Del Bosque se empeña en mantenerlo en el Madrid. Creo, por lo demás, que el indicado para sustituir a Raúl es la promesa blanca: Portillo. El verano pasado, durante los partidos de pretemporada, Portillo se encargó de meter cualquier cantidad de goles y se encaminaba como el goleador merengue, incluso por encima de Morientes, la mayor injustica del Real Madrid en muchos años. Sin embargo esto fue antes de que el culebrón de Ronaldo llegará a su fin; así, Portillo quedó relegado a la banca, cosa que no le hace nada mla pues tiene veinte años. No obstante, cada vez que Del Bosque lo necesita ahí está. De hecho, fue él quien salvó la Champions para el Madrid con aquel empate frente al Dortmund en el último minuto. Pero doble contra sencillo a que el testarudo técnico blanco pondrá a Guti en lugar de Portillo o incluso de Morientes, ambos centros delanteros naturales. El hueco, entonces, lo pueden intentar llenar Ronaldo (el mejor de mundo en cuanto conjunción de fuerza y técnica), Figo, (el mejor medio por derecha del mundo) y Zidane (simplemente el mejor del mundo). Tienen oportunidad.

El Manchester, por su lado, tiene al plantel completo; con el regreso de la Bruja Verón, los diablos rojos están preparados para recibir con todo la visita merengue. Empero, hay un asunto que el Manchester ha padecido desde hace algunos años, y se conoce como el factor Barthez. Integrante de los cómicos de la legua, el desfachatado francés es en sus ratos libres portero de un equipo de la liga premier inglesa. Han sido tantos sus errores bajo el travesaño que incluso una marca de mantequilla lo contrató para filmar un comercial de su producto por aquello de que se rumoraba que tenía mantequilla en las manos al intentar atajar los balones. Eso quiere decir que así como puede salvar a su equipo en una jugada crucial, se puede también meter un gol a sí mismo. Fuera de Barthez, el Manchester tiene también a uno de los mejores planteles del orbe. Quizás Beckham y Verón sean los dos mejores pasadores de la Tierra, Van Nistelrooy, el mejor definidor, Giggs, el mejor extremo y Rio Ferdinand, el defensa más caro y uno de los más reputados del fut europeo.

Como soy un clásico, le voy al Madrid desde las épocas de Hugo Sánchez, así que me gustaría que los merengues triunfaran. Pero como lo que al final hay que rescatar es el futbol-espectáculo, mi único deseo es que sea un buen encuentro, lleno de goles y situaciones al límite, como son las grandes pasiones del ser humano. Estos son los verdaderos cowboys.

C A




Cambio de estrategia: disfrazarme de Lino Korrodi (con hablar como simio en celo será suficiente), decirle a Carlotita que se me olvidó la llave y a ver de a cómo nos toca. Tengo miedo, pero el deber es el deber.

CAS

lunes, abril 21, 2003

Tarea de la semana: confirmar la exitencia de Carlota Robinson; según las informaciones vive a ocho cuadras de mi casa. Ir cámara en mano y disfrazado de Abrahamcito Zabludovsky.

CAS
Conclusiones del trabajo de campo realizado durante la semana mayor (breviario de las mejores cervezas mexicanas)

-Negra Modelo, la mejor mexicana cuando se toman menos de cinco

-Corona, la mejor con sol, pero bien fría si no es equivalente a beber orines

-Victoria, la mejor para emborracharse

-Tecate, la mejor del norte del país (es la única que se conoce)

-Estrella, la mejor del estadio Jalisco de Guadalajara (es la única que hay)

-Dos equis lager, la mejor cuando no hay otra

-Dos equis ámbar, la mejor para conocedores

-Carta Blanca, la mejor de los años setenta

-Indio, la mejor antes de los partidos y en las cantinas chafas

-Bohemia, la mejor clara

-Superior, la mejor de anuncios en la TV

-Sol, la mejor para matar al enemigo

-Casta Dorada, la mejor para beber en el café La Selva

-Casta Triguera, la mejor ruda

-Corona de Barril, la mejor surrealista (“la única cerveza de barril en botella”)

-Modelo especial (lata), la mejor caminera

-Modelo especial (botella), la mejor presentación

-Pacífico, la mejor entre la una y tres de la tarde

-León, la mejor como chaser con tequila

-Montejo, la mejor clara de la hermana república

-Noche Buena, la mejor ya sabemos cuándo

-Casta Bruna, la mejor cerveza mexicana


Otras cervezas mexicanas aquí.

CAS

martes, abril 15, 2003

Me voy a mi casa de Cuernavaca. Siempre es necesario una semana de alberca, cervezas, sol, carne asada y leer a Rubem Fonseca y Lobo Antunes. Ni modo: la vida es cruel.

CAS

lunes, abril 14, 2003

Absinth I

La bebidas alcohólicas pueden clasificarse en dos: las ordinarias y las míticas. Esta taxonomía no es, sin embargo, irreversible o implacable. Las primeras, por lo demás, son aquéllas de uso común y cotidiano, pues se encuentran en cualquier vinatería y las pueden estar tomando dos tunantes cualquiera en sitios distintos; también son para beberse donde sea sin que pase nada. Con las segundas hay una diferencia de matiz. Si bien embriagan igual, hay una peculiaridad en su esencia: gozan de una historia que le atribuye un valor fetichista y por lo mismo único. Es como la sopa Campbell’s de Andy Warhol, para que sea más claro. Estos licores, cuyo paladeo pasa por la ecuación alcohol + historia, se valen precisamente de su pertenencia y carga histórica para funcionar mejor. De ahí que exista un placer adicional cuando se bebe un buen martín seco (sin agitar) entre la una y tres de la tarde o un mezcal en el cuarto de un hotel en Oaxaca donde estuvieron hospedados primero D. H. Lawrence y diez años después Malcolm Lowry; también tomar un mojito en la Bodeguita de Medio de La Habana o degustar un ouzo en una casa de campo en Folegandros, la maravillosa isla de las Ciclades. Como se verá, hay algo de fetichismo en la propuesta, ¿pero que no al final el conocimiento y el placer tienen algo de fetichista? En este categoría se incluye la milenariamente llamada bebida maldita: el absinth.

El absinth es un licor, como dirían sus más fervorosos bebedores, vivificante. Elaborado con ajenjo (Artemisia absinthium), una planta de la familia de las Compuestas de color verde y que tiene su origen en Crimea y en las zonas templadas de Siberia, el absenta –como dirían los catalanes– es un aguardiente que ha sido prohibido en muchas partes del mundo porque se cree, aunque cada vez menos, que motiva la locura. Históricamente el ajenjo ha tenido numerosas utilidades medicinales. Hipócrates, por ejemplo, lo recomendaba para el reumatismo. Pitágoras, por su lado, sugería tomarlo con vino para resolver problemas hepáticos. En una carta dirigida a Madame de Sevigne, Madame de Coulanges –una de las damas más respetadas de la corte francesa durante el siglo XVII–, escribió “mi ajenjito es el remedio de todas mis enfermedades”. Incluso en la literatura se ha aludido, verbigracia, en un pasaje de la Biblia (Proverbios, 5, 4); también, el príncipe de Dinamarca, Hamlet, dice dos veces la palabra wormwood (ajenjo) a la mitad de la representación del Asesinato de Gonzago en la conocida tragedia shakespeareana.

No es hasta 1792 cuando el francés Pierre Ordinaire escribe la receta del absinth tal como la conocemos hoy día. Establecido en Couvet, un pequeño pueblo suizo, después de huir a la revolución francesa, Ordinaire –médico de profesión y que preparaba sus propios remedios– empezó a experimentar con la Artemisia absinthum, planta que había recogido durante sus largas cabalgatas por toda Europa. Es probable que la receta original, hoy día sólo con algunas variaciones, haya contenido anís, hisopo, toronjil, cálamo aromático, así como cilantro, manzanilla, perejil e incluso espinaca. El absinth en poco tiempo se volvió una bebida de consumo cotidiano y tanto en Suiza como en Francia la bautizaron como la La fée verte (el hada verde). La receta llegó después de la muerte de Ordinaire a otro francés de nombre Henri-Louis Pernod; fue este último quien se encargó de difundir a gran escala el licor, pues fundó la primera destilería de absinth en Portarlier, Francia, en 1805. Rápidamente se hizo famoso y la población empezó a ingerirlo al por mayor. Se tienen noticias de que el ejército francés lo utilizó a mediados del XIX, durante la guerra contra Argelia, para prevenir fiebres. En 1874 la cifra de consumo de absinth en Francia fue de setecientos mil litros; en 1910 había aumentado a 36 millones de litros por año. Poco tiempo después la bebida llegó a Estados Unidos vía Nuevo Orleáns (donde fue célebre la Old Absinth House) pero los estadounidenses disfrutaron de ella poco tiempo porque fue prohibida por el Departamento de Salud Pública en 1912. Después se hizo lo mismo, entre otros lugares, en Holanda, Bélgica y Brasil. El último lugar en prohibirse fue en Francia, en 1915.

Hasta la fecha el absinth sigue prohibido en la gran mayoría de países. En pocos puede conseguirse una botella decente, entre otros, España y, sobre todo, la República Checa, en donde es prácticamente la bebida nacional. En México, aunque es muy caro, se puede pedir por correo en la siguiente dirección: www.abinthmexico.com . Después regresaré con el papel neurálgico del absinth en escritores y pintores y la forma clásica de beberse, pues he olvidado decir que toda botella respetable debe tener cuando menos sesenta grados de alcohol, aunque hay algunas que alcanzan los 75 e incluso los ochenta grados.

CAS

sábado, abril 12, 2003

Las cosas estuvieron así: ayer vino Jorge Humberto Chávez de Ciudad Juárez y Nicoménicus me dijo que fuéramos a chupar con él. Así fue. Primero fue el Centenario, después el Xel-Xa, donde vimos a Lorena Herrera; terminamos en la fiesta de titulación de Ana en la Pirámide. Hubo alcohol, baile, son, mujeres bellas y buena vibra. Cuando estábamos lo suficientemente borrachos y cansados de tanto bailar, decidimos ir por los tacos al Borrego Viudo. Había mucha gente afuera del lugar: era un choque y un miserable yacía inerte sobre el asfalto con una sábana encima. Entramos por lo tacos. Media hora. Salimos y el cuerpo seguía ahí; también se había armado una carambola de autos porque los policías no había señalado el accidente. Los insulté, les dije que hicieran su trabajo. No respondieron. Fuimos a por Jorge Humberto, quien trataba de sacar de los autos a las víctimas pero con una botella de whisky en la mano. Por fin llegó una ambulancia y su llevó al muerto. A Nicoménicus se le aceleró la taquicardia al ver la sangre sobre la calle. Por fin, Ashakira sacó el auto del estacionamiento y nos rescató. Pocas veces me he alegrado tanto de llegar a mi casa como ayer.

CAS

jueves, abril 10, 2003

El Mat

Mi amigo el Mat es un ser extraño. De entrada es matemático y se caracteriza, en principio, por cortejar a sus alumnas de la UAM; posteriormente, ya sea el caso, las lleva a su cama. Además le va a los Pumas (que por cierto acaban de ganar) y llora cuando pierden; de hecho siempre que vamos a los enfrentamientos entre el Azul y los mininos, invariablemente gana los volados y me tengo que sentar en la porra universitaria, en donde dicho sea de paso está lleno de salvajes, así que no hay que decir ni pío porque te ahorcan con tu propia bandera. Por último, aunque por su estatura bien podría ser el doble de R2-D2, es una de las personas más sensatas que conozco: siempre ecuánime y prudente en momentos en los que más de uno perdería el juicio. Sin embargo, se sabrá, no todo es miel sobre hojuelas: cuando se pasa de alcoholes todo ese aparente hombre perfecto se viene abajo. Ayer, por ejemplo, no solo empezó a jugar en mi cabeza (tengo que decir, para que todo sea más claro, que mido 1.90), es decir, se trepaba por mis hombros y con suma diligencia, no sé cómo, se acomodaba a la altura del parietal. Entonces empezaba a moverse por mi sesera como si ésta se tratará de una jungla congoleña; después se bajaba por el otro lado de mi cuerpo con la destreza del más docto mico. Ya en el piso se paraba y con su vaso de chela en alto decía salud. Este tipo de manías no son extrañas en el Mat, sobre todo cuando es el único de mis amigos que me permita hacer press militar con él. Lo que si me extrañó, no obstante, fue que en un arranque, ya no sé si de valentía o de estupidez, me echo cerveza en en el cabello. Por supuesto que no iba a hacer nada, pues con caerle encima lo mataba; más bien sólo pensé lo que dirían sus alumnos viéndolo hacer esas bellaquerías. Todos lo recriminaron; yo me vengué de mejor manera: le gané en Risk.

CAS

miércoles, abril 09, 2003

Conjeturas cinematográficas de un ideático II

Retomando esta manera de hablar caminando en el cine gringo, que dicho se de paso es toda una forma de vida, existe por otra parte un sinnúmero de posibilidades adicionales. Por ejemplo, un hombre se encuentra en la calle a un amigo que tiene mucho de no ver. Pues bien, en lugar de quedarse un momento en la banqueta discutiendo acerca de sus años en la universidad, deciden –casi al unísono– iniciar una fastidiosa caminata; en veinte segundos se han contado los últimos diez años de años sus vidas. Al llegar a la esquina ya están al tanto de todo. También es habitual que los alumnos de preparatoria, después de cerrar su locker, inicien una marcha a lo largo de los pasillos de la escuela; aquí las conversaciones más reiteradas serán sobre con quién van al baile de graduación o confirmaciones de que el maestro de literatura es un asshole.

La gran parte de las producciones cinematográficas de Estados Unidos son repetitivas hasta la conmoción. Están plagadas de clichés y lugares comunes. Por ello mismo, hay momentos maravillosos que suelen ser, más que apreciaciones sapientes del director, dechados fenomenales de humorismo involuntario. Seguramente Bruce Willis no sabe que el mejor papel de su carrera es en Pulp Fiction, cuando hace de boxeador corrupto que habla como retrasado mental. La caracterización es casi perfecta, pues lo único que hizo fue ser como él. Otro caso es el de Brad Pitt, quien tiene una actuación que, en boca muchos cinéfilos, es de culto. En esta película True Romance (en México La fuga), el único trabajo inteligente del hermano idiota de Ridley Scott, Tony, Brad Pitt caracteriza a un pacheco sin remedio que fuma mota sin moderación y levanta el dedo para señalar por dónde se fueron Christian Slater y una de las mujeres más atractiva de Hollywood: Patricia Arquette. También, la mejor intervención en cine de Robin Williams son aquellos instantes sublimes de la película de Woody Allen, Deconstructing Harry, en la que el reputado Robin aparece fuera de foco en todas sus escenas, es decir, sale borroso todo el tiempo. Independientemente de eso, los actores y actrices del cine gringo hacen cosas que en México serían actos condenados y blasfemos. Por eso son famosos y por eso también caen bien. En ese sentido, no hay que dejar de destacar la vez que Drew Barrymore se levantó la blusa frente al ínclito showman, David Letterman, en un programa en vivo transmitido en cadena nacional. Este tipo de actitudes, que no son muestra de lujuria o lascivia sino de rebeldía, faltarían a veces en la farándula mexicana.

Ahora bien, en el caso de las tramas también hay que decir algunas cosas: estamos tan acostumbrados a los cuentos de hadas que cuando una película no termina con un convencional happy end, nos angustiamos y salimos de la sala un tanto decepcionados. Sucedió con Titanic. ¿Quién no pedía a gritos que al final de la película el infumable Leonardo Di Caprio moviera por lo menos un dedito, mientras la maravillosa Kate Winslett yacía sobre una tabla providencial? En esos casos hay algo de turbación que impide mirar a los demás, todo por el miedo de encontrar llorando al hombre con cara de judas que se ha sentado a nuestro lado. El hábito al happy end es tan intenso que por momentos de ese factor depende que la película sea buena o mala.

Los habitantes estadounidenses necesitan que todo el tiempo se hagan películas que refunden una identidad, una raigambre peculiar. Hace diez años que pasé una temporada con mi familia de Los Angeles, entendí que la gran parte de las referencias en su vida pueden girar en torno a la película de moda. Cada vez que pasábamos por ese inmenso edificio inteligente que Bruce Willis tuvo a bien destruir en Die hard, mis tíos me comentaban que ahí se había filmado la película. Así, en lo sucesivo, cada vez que volvíamos por ahí me platicaban una nueva anécdota en torno a la filmación. Es ésa la refundación de su propia dinámica. El edificio pudo haber estado ahí toda la vida, sin embargo la ciudad fue otra después de que en ese edificio se hiciera una película.

En resumen, las películas de Hollywood son la confirmación final que tiene el gringo de que el mundo de podredumbre en el que vive puede ser: a) peor, pues hubo compatriotas en desgracia, según consta en las películas de Vietnam que han visto; o b) mejor, pues partiéndose el lomo cada día todo estadounidense puede tener el varo de Bill Gates o la mujer de Michael Douglas. Aunque claro, hay que decirlo, soñar es lo único que no cuesta en la vida pero ¡ah, cómo ayuda para seguir viviendo!

CAS

martes, abril 08, 2003

Nada más cuatro en la frente, pero hay que esperar a mañana en la noche. Paradojas de la vida: la noche, aunque gris, fue azul.

CAS
En toda escuela primaria debiera haber una materia llamada "Zinedine Zidane".


CAS
Las chelas y las papas están listas. Ahora sí, que Dios nos agarre confesados. A continuación los verdaderos cowboys: Real Madrid-Manchester United.

CAS

lunes, abril 07, 2003

Conjeturas cinematográficas de un ideático I


Las películas de Estados Unidos, las más influyentes en cuanto a temática y estructura en el mundo, gozan de cualidades que a algunos agradan y a otros incomodan. Aun cuando sean portadoras de rasgos de carácter posiblemente lights, tienen peculiaridades sustanciales que a la larga las hacen identificables de otras. Por eso he decidido no llamarlas clichés ni convenciones sino coincidencias, sin importar que sean sabidas de antemano y en el fondo parezcan las mismas. Creo que en casi todos los casos ostentan una innegable dosis de honestidad y buena voluntad. Lo curioso es que tanto al espectador como al realizador les gusta que éstas ocurran así, pues están en un contexto conocido y promueven un código que es de fácil lectura. Uno ya sabe lo que ocurrirá después, aunque no deja de tranquilizar saber que Sly Stallone acribillará a un contingente armado de 113 efectivos y rescatará a la heroína de un búnker en llamas; si no lo hace y es cruelmente masacrado durante la batalla, uno sale del cine con un desagradable sabor de boca.


Pondré un ejemplo: ¿qué hace una mujer de película gringa cuando llega a su departamento después de un largo día de trabajo? Bien, por un lado es obvio que vive sola, pues las parejas o familias de estas películas normalmente habitan en casas, aunque sean pequeñas. Ignoro si sea una cualidad estrictamente de las mujeres, pero lo que suelen hacer estos personajes es, en el orden siguiente, activar la contestadora para escuchar los mensajes recibidos (normalmente hay uno de la amiga esquizofrénica que la ha estado buscando todo el día); mientras eso sucede, se quita los zapatos y abre la regadera para tomar un rico baño. Esto puede hacerlo o no, depende de si es una película apta para todo público. El siguiente paso es tener comunicación con el mundo exterior, para lo cual existe el siguiente mosaico de opciones: 1) suena el teléfono, 2) ella realiza una llamada o 3) hay un hombre con un cuchillo detrás de la puerta de la recámara. Por otro lado, si se trata de un hombre, de entrada se toma una inmunda Budweiser y prende el televisor; además hay una toma detallada del refrigerador para mostrar que lo único que tiene son dos cervezas más. Eso que va a pasar el espectador lo da por descontado, lo asume como una creencia y, por lo mismo, parece de lo más natural.


Así funcionan las cosas y es difícil que uno pueda obviarlas: hay una conocida costumbre que acepta sin chistar esos advenimientos. También, hay que decirlo, es un reflejo inconsciente de las condiciones de la sociedad gringa. Normalmente se evidencia una crisis abrumadora en la relación de pareja. Es muy común ver al padre divorciado ir cada fin de semana por su pequeño hijo a casa de su ex mujer (que en algún momento fue suya, ambas, la casa y la mujer); primero lo pasea por el zoológico, después lo lleva a comer hamburguesas y luego al juego de los Dodgers (un comentario al margen: cuando se trata de invitar a alguien al teatro, al basquetbol o a un concierto de los Backstreet Boys, nunca se dice “Vamos a tal o cual lado” o “Te invito a este lugar”, sino “Tengo dos boletos de segunda fila para esta noche. ¿Quieres venir?). La madre siempre espera ansiosa la llegada de su hijo y regañará al marido por el pequeño raspón que se hizo el niño en la rodilla. El argumento de que se cayó por correr a ver los hipopótamos no lo terminará de decirlo porque la ex mujer le cerrará la puerta en las narices.


Esa cualidad que tiende a lo obvio de la cultura estadounidense actual, aunque aparentemente –debido a la repetición constante de los motivos– parezca un eterno remake, es lo que hace que su cine tenga éxito. Cuando hay algo distinto es un producto destinado al fracaso. Durante varios años me he preguntado, sin encontrar una respuesta aceptable, por qué en casi todas las películas aparece un par de personajes caminando rápidamente frente a la cámara y entablando un diálogo medio inconexo pero que da la impresión de algo importantísimo. Ambas personas parecen angustiadas por el problema que les acontece pero, al mismo tiempo, tienen que llegar a un lugar rápidamente.


Esta escena, que en particular me parece uno de los pilares indispensables de las tomas del cine gringo, sucede con incomprensible regularidad. Los escenarios son diversos: en los hospitales los médicos nunca discuten sobre la salud de un paciente tomando un café, lo hacen siempre caminando rápidamente por el pasillo; el caso de la Jefatura de Policía (un lugar en el que parece que todos están trabajando y siempre hay un preso con cara de facineroso y sin mangas lidiando con tres policías uniformados) es también infaltable. La escena es, a saber, el detective protagonista entra a la Jefatura, esquiva al tipo detenido para inmediatamente ser abordado por un individuo, siempre una especie de subalterno, que parece llevar toda la tarde esperando a que entre el protagonista. Lleva consigo un manojo de hojas –que yo siempre he interpretado como información clasificada y confidencial- y le comenta apresuradamente lo que hay de las últimas investigaciones. Todo esto caminando a una velocidad poco normal; habitualmente el detective hace caso omiso de los documentos, a la vez que una secretaria le dice que el jefe quiere verlo. He aquí, también, una de mis dudas más tormentosas: si el escritorio del subalterno está al lado del que utiliza el detective, ¿por qué no lo espera ahí y se evita una caminata larga desde la entrada hasta el escritorio? No se trata de una ociosidad, es simplemente hacerle la vida más fácil al subalterno. Un detalle adicional: la mujer detective de a lado, que está hablando por teléfono, tapa el auricular y le da una noticia esencial al detective. Simplemente para ahondar un poco en estas películas, quisiera agregar que “el jefe” siempre es un tipo histérico que recibirá al detective con un “¡¿Dónde diablos te has metido?!” Por cierto, los jefes de las Jefaturas de Policía siempre utilizan la corbata desarreglada, las mangas arremangadas y a lo largo de la película aparecen siempre en su oficina; sólo vuelven a salir cuando el protagonista, después de la balacera espeluznante del final, logra –ya sea el caso- agarrar o acribillar a los malhechores; arribará once o doce segundos después con un escuadrón de policías armados con cuernos de chivo. El jefe es el primero en salir del auto y decirle alguna frase simpática al protagonista, algo así como “Qué no puedes hacer las cosas con mayor discreción”. Al protagonista le cuelga un hilillo de sangre por las comisuras, y decide no hacer ningún comentario.



CAS

miércoles, abril 02, 2003

Por fin hoy se fue el Olis. Su mujer y su futura hija lo esperaban en Londres desde hacía unos meses (algo raro pasa, mis amigos precisamente este año, van a ser papás por primera vez. Ya toqué madera). Sin embargo, no me fui ileso. Ayer la ruta fue el Corona y el 33. Demasiada cerveza, pero ahora sí fui heroico y fui a dar mis dos clases a tiempo. La nota, as usual, la dio Nicoménicus.

-Me encanta esa mujer.

-Mira, estamos en un bar gay y todos los que están allá son travestis.

-Es hermosísima... la amo.

-Nos parece muy bien, pero es hombre.

-No puede ser.

-Preguntémosle al mesero... ¿Oye, esa de allá es hombre o mujer?

-La única mujer en este lugar está en la cocina y no ha salido para nada.

-Ves.

-Pero está buenísima, ve ese culo.

-Baila con ella.

-No: yo soy hombre [sic]. Ahora quiero una mujer gorda.

Ellos terminaron en el insigne Barba Azul bailando con gordas. Yo me fui a dormir.

CAS