1) Llevo dos semanas enfermo: un bicho desconocido ha atacado alguno de mis intestinos y me ha causado una briosa infección (la flora intestinal se ha convertido en fauna silvestre integrada por esas bisagras entre ambos mundos llamadas plantas carnívoras y solitarias golosas). El retrete es ahora mi mejor amigo. Cada 15 minutos me recibe afable con un cortés Welcome back. La comida, por el contrario, es de esos personajes que con el tiempo adquieren el apelativo de enemigos íntimos; males necesarios, pues. El antibiótico que me recetaron no hizo el efecto esperado y me atemoriza que en cualquiera de esas febriles evacuaciones se me vaya por ahí algo más que líquido amarillo, algo así como la parte ecuménica de mi integridad. Como nada funciona, he intentado desempacharme a cucharazos de aceite de oliva y reconstruir la flora con lactobacilos. Esperaré unos días, si no, mi nuevo nombre será, sin más, el de ese personaje de Astérix llamado correctamente Acidonítrix.
2) Hace unas semanas fui con Homero, mi médico brujo, y me dijo que la psoriasis la trataríamos con un método distinto: descargas eléctricas con su flamante Rife machine, mejor conocida como "beam ray machine". Cabe destacar que Royal Raymond Rife fue un célebre inventor que pretendía curar algunas enfermedades a través de frecuencias eléctricas inducidas; éstas eran elaboradas ex profeso para aniquilar los microbios causantes de la patología. Así, Rife confiaba en mitigar enfermedades como el cáncer a través de frecuencias hertzianas. Sin embargo, su máquina no tuvo el impacto necesario en su época (los treinta del siglo pasado) porque fue víctima de una conspiración organizada por la American Medical Association. Según consta en el libro The cancer cure that worked de Barry Lynes, la "beam ray machine" en efecto curaba el cáncer pero la AMA se encargó de desprestigiar a Rife para hacerlo pasar como un charlatán. El tema es que la máquina de Rife se ha vuelto a poner de moda y he recibido mis primeras descargas eléctricas. Como llevo semanas sin beber una gota de alcohol no corro el riesgo de chayocastellanizarme.
3) Antier regresé con Homero. Simplemente iba a que me dieran choques eléctricos en las manos por lo de la psoriasis, pero le platiqué de mi épica conversión al Hombre líquido de los X-Men y que recién había dejado un pedazo de mi alma en su aséptico baño, no una vez sino twice. Olvida por ahora la psoriasis, dijo. Me acosté en la mesa de exploración, hizo los pases mágicos de rigor y dijo ya está: tienes una variante de salmonela. Ésta es tu medicina y vamos a darte unas frecuencias. Fue así como una vez más fui testigo de una nueva vejación a mi honor. Me acostaron bocarriba, me pusieron placas metálicas en la espalda baja y en el vientre y me rodearon con toallas húmedas como si fuera un pinche Niño envuelto; las descargas empezaron como si quisieran hacer de mi torax un pollo a la parrilla. Fue media hora de ignominia que me ha costado superar. Ahora regresaré un par de semanas más para continuar con las frecuencias de las manos, aunque nadie me quitará de la mente que la salmonela será de hoy en adelante una anguila eléctrica en el lugar destinado a los intestinos de los seres humanos.
CAS