La ru(t)ina del interior tiene variaciones furibundas: escalas largas y rugosas que patentizan la vorágine del intestino (ignoro cuál). Ahora como siempre abdico a la esperanza y, dócil, dimensiono la nueva órbita de mi piel. No hay marcha atrás: tintineo adentro como sonaja lejana. La serpiente tiene una flamante veta que husmea su piel estriada. Y baila anárquica, indómita, por un desfiladero ulcerado. Es la culebra del hijo del hijo que ruge como dios pagano para empenachar mis entrañas. Vuelo visceral del reptil emplumado. La pelea entre Escila y Caribdis detona un fuego esotérico, ése que sólo el hastío resiste. Y la llama llama entre sílabas fugaces. Una lengua nueva que chupa con dicción pirómana. Apágame, fuego.
CAS