Los encuentros de escritores sirven para ver de nuevo a amigos queridísimos de toda la vida, conocer a los que serán nuestros nuevos enemigos y hablar en lo sucesivo de su exuberante estulticia, asumir los encontronazos íntimos con hombres, mujeres o quimeras al grito de "mi corazón está en casa pero mi coño no", constatar que los poetas son personas sensibles y respetables pero no escriben una sola línea de prosa decentemente, enumerar las veces que se preguntó "¿dónde está el whisky, badulaques?" o "¿quién ha osado beber de mi Tecate?" y dejar un insigne pedazo de nuestra sensibilidad vía una regurgitación bien puesta en el water del hotel. Lo demás es lo de menos.
CAS
lunes, septiembre 13, 2004
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