Releyendo Las memorias póstumas de Blas Cubas de Machado de Assis me encontré una frase que le quedaría como anillo al dedo a cualquier persona que tenga blog: "Estoy matando el tiempo; el tiempo nos entierra". Y de ninguna manera habría que dudar de la frase, puesto que quien la dice, como aquel gran Matías Pascal, es un difunto: el doctor Cubas. Entonces la pregunta conducente, antes de tener esa última imagen primera que es el ataúd, es por qué cuando uno termina de comer pastel de carne con papas gratinadas con pimienta (según una receta recuperada en una casa del siglo XVIII de Grenoble) es seguir matando el tiempo a sabiendas de que no se llegará a ningún lado. Pues bien, no lo sé, y por eso hay que beber el tercer express del día y poner a Marvin Pontiac. Después bajar a recoger la revista de arte en la que uno escribe y por la que pagan un puñado de dolares que le cabe en el puño a un recién nacido. "Siempre serán buenos para una borrachera", dicen mis allegados (mis allegados son aquellos amigos que llegan a mi casa sin invitación y vacían la cava). Chet: no estoy para deprimirme el día de hoy. Una opción para sobrellevar el tedio posprandiático es disfrazarme de mujer e ir a apoyar a las adelitas amloadas-amoladas o reciclar alguna vieja credencial de periodista e ir a solidazarme con los legisladores hambreados. Esto último lo acabo de desechar: digamos que no soy un hombre propiamente gordo sino bajo de torax, ergo, de excelentísimo ver para un senador con hambre, y como la neta no quiero que le hagan honor a su distinguidísima investidura, mejor me quedo en casa. Pero la tarde está tequilera. Ya está: hoy nuevamente, como todas las semanas, recalaré en la barra favorita de mi bar no tan favorito para beber Herradura blanco, tomar cubanas sin hielo y evitar que Morc quiera madrearse a alguno de los parroquianos próximos cuando digan "Pinches estudiantes terroristas; se merecían que los bombardearan.
CAS