El martes se cayó un avión en Las Lomas de Chapultepec. Al momento han muerto 14 personas, entre ellas el Secretario de Gobernación mexicano, Juan Camilo Mouriño. Sobre el acontecimiento se seguirán comentando muchas cosas. A la fecha, podemos destacar lo dicho por el gran Luis Téllez, secretario de Comunicaciones. Después del desplome, su primera declaración fue: "No se puede rechazar la hipótesis de un accidente". Más adelante, tras el regaño correspondiente y con la caja negra en poder de los peritos, dijo: "Pido al público mexicano que nos tenga paciencia; pero toda la información disponible que tengamos la daremos a conocer". No hablaré de la sintaxis de la afirmación ni en qué quiere decir nuestro ínclito secretario con "información disponible que tengamos": allá él y su conciencia semántica. Lo que sí es para poner lo pelos de punta es que, y lo intuyo sólo como hipótesis de trabajo para no herir susceptibilidades, la aparente confusión entre el sustantivo y el adjetivo "público" no es gratuita. De ahora en adelante los mexicanos seremos parte de un espectáculo mediático y nosotros seremos nuestros propios espectadores. Claro que la gente del gobierno dirá "Pero es un show que se vive a flor de piel; hasta hay avionazos y muertos en vivo. Es el reality show fuera de la pantalla grande". Y el público dirá "Gracias, más merezco", sobre todo el público que son las familias de los deudos. Asistamos, pues, a la muerte de nuestros hijos, al cabo vale la pena porque estaremos pagando por el espectáculo con nuestros impuestos y, lo más importante, lo veremos in situ. La última ironía que se ha acumulado al happening del avión caído es la nota de hace algunos momentos: "El cuerpo de Mouriño será cremado en la ciudad de México". Por lo menos el exsecretario de Gobernación, más allá de los homenajes que le harán en lo sucesivo, tendrá un privilegio único: ser cremado dos veces, y en la misma ciudad.
CAS
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