viernes, febrero 12, 2010

Del Valle notes

Hace casi ocho años empecé con el sitio Del Valle notes. El subtítulo del blog sugería, en mayor o menor medida, lo que hasta hoy ha sido este espacio cibernético: "Algunas notas desde la colonia Del Valle de la ciudad de México". Naturalmente los textos eran escritos desde un penthouse de la colonia en cuestión, dónde se veían, en días claros, los volcanes del oriente (en realidad, todo mundo lo sabe, eran dos pinches cuartos de azotea, pero también, everybody knows, se estaba más cerca de Dios). Se trataba también de un recinto que mi amigo Juan me había adaptado ex profeso, ergo, la única historia de sus paredes hasta ahora fue la que adoquinó mi cotidianidad durante 12 años. Así, la vida de ese deptito atestiguó, en la voluptuosidad de sus muros, pláticas incansables, miles de botellas vacías bebidas en su mesa de madera, bailes licenciosos en esa parcelita que era a la vez cocina, hall y biblioteca e historias lascivas escritas en cada rinconzuelo, en cada orificio piadoso de su epidermis. Ahora, después de más de una década, he abandonado ese recinto mágico y he movido mis ronquidos a un lugar más amplio que me permitirá ver mis libros sin padecer el amontonamiento, las filas dobles, o la necedad de intercalar volúmenes decimonónicos entre botellas de absinth; también, podré cocinar a mis anchas sin ahumar los sillones de salsa pomodoro y no guardaré la pimienta -que mis amigos siempre me roban- en el lugar de los vasos whiskeros; por último, me hará valorar el presente (valoración que pasa por poner un tubo de table dance en la sala) viendo los atardeceres del poniente en un flamante sillón rojo que siempre quise tener. Por eso este blog se mantiene, pues sigo en la Del Valle, ya no desde el atalaya pero sí desde un ventanal que Voldemort y Potter envidiarían para batirse en un duelo de varitas mágicas. También aquí, donde ahora me toca vivir, veré todas las veces que Dios descienda y toque con su palma afable a los nuevos bienaventurados que habitarán un penthouse del Eje 6, un templo que jamás dejará de oler a palabras beatíficas, cebada amaderada y sexo incandescente.

CAS

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