Normalmente una de las máximas que enarbolo en la vida es el viejo y conocido refrán de "No hay que hacer leña del árbol caído". El problema es que a veces el árbol nos mira inclemente como ese ojo buitresco estilo Poe y hay que astillarlo hasta que se vaya su aserrín entre las manos. Sobre el último affaire México-Francia, a propósito del conspicuo caso Florence Cassez, pongo a consideración de los lectores las siguientes apreciaciones. Primero los antecendentes: el gobierno mexicano, al obedecer a los intereses mediáticos de la televisión, armó un show en tiempo real para la detención de la banda de secuestradores en la que participaba Cassez. Una aprehensión de rutina se magnificó ominosamente como si fuera boda de Lucero y Mijares pero con dimensión internacional. Primer error. En consecuencia, al encargado de la logística del numerito, Genaro García Luna, lo premiaron más tarde con la Secretaría de Seguridad Pública Federal. Desde ese momento el gobierno francés le dio particular seguimiento al proceso de su compatriota. Después de algunos meses, y con la presencia de pruebas contundentísimas, Florence Cassez fue consignada a sesenta años de prisión. Hace unos días, en una segunda instancia, le fue negado un amparo judicial. El gobierno de Nicolás Sarkozy, entonces, se paró de pestañas y, valiéndose del Tratado de Estrasburgo, exigió la repatriación de Cassez para que pagara su condena en Francia. Aquí hallamos el primero meollo jurídico: ningún tratado que se haya firmado con otro país (estuve a punto de escribir con "un país extrajero") puede estar por encima de la Constitución mexicana. El argumento, por tanto, de que con base en ese tratado se tendría que trasladar a Cassez a Europa, queda sin validez porque vulnera el Estado de derecho en México (en este caso la acepción "Estado de Derecho" si ha lugar). En ese sentido, el Tratado de Estrasburgo queda simplemente como pauta o, como dirían los gringos, como un guideline.
¿Qué ha pasado? Sarkozy, un hombre que ha confeccionado el traje perfecto para una cualidad de altos vuelos (taradez), ha insistido en la repatriación de Cassez y ha asegurado que no cejará en esfuerzos para hacer que la francesa, de la que en varias ocasiones ha sugerido su inocencia, regrese a casa. Como el pinche soldado Ryan, pues. No sé, en todo caso, si se trate de un acto poscolonial, pero a lo mejor empiezan con congelar las exportaciones de perfumes y cognac a un país en forma de cuerno. Las consecuencias no fueron tan obvias como se esperaban: en un gesto propio sólo del mayor idiota del universo, Sarkozy decidió dedicarle el año de México en Francia a Florence Cassez. Así, una mujer delincuente, consignada por secuestro en un país soberano, sería recordada, en otro, en todos los eventos relacionados con esos festejos. En México es una criminal; en Francia, el gobierno francés pretendía que se la viera como una mártir. El gobierno mexicano, no por una luminosidad inusitada sino por sentido común de kindergarden, se retiró de las galas galas con todo y los cuatrocientos, quinientos, actos programados. Hoy, por ejemplo, fue cancelado el primero: una conferencia de José Emilio Pacheco. El argumento de la cancillería mexicana fue muy simple: ése no era el acuerdo inicial, amén de que había sido Francia quien había invitado ex profeso a México para dedicarle el 2011. Las pérdidas, por lo demás, serán millonarias.
CAS