jueves, junio 19, 2014

Adiós, querida Ana

El cielo ya no es de este mundo. O es acaso que el mundo ya no le pertenece a este cielo. ¿Cómo aceptar la fragilidad humana si no existe un orden específico que prefigure su finitud? Somos quebradizos, limitados, inverosímiles. Allá en los suspiros está la morada de nuestras sombras. ¿Cómo aceptar las reglas de un juego que proyecta el azar como broma sin sentido? Se dice que así son las cosas pero nunca por qué son así. O más allá y por último: ¿por qué se van los justos? Por qué se esfuman las personas ecuánimes, íntegras, antes de tiempo. ¿Cuándo es bueno morir? Sin duda no a los 35 años. Sin duda no cuando se tiene una vida larga y beatífica por delante. Sin duda nunca cuando hablamos de un corazón de implosiones amorosas que revitalizaba a los otros cada nacimiento del sol. Sin duda jamás para que ese corazón haya explotado por capricho de quién sabe quién para dejar por siempre sus tañidos largos y dichosos. Ana Santos, mi querida, amada amiga, fuiste tú la guardiana de ese músculo de bienandanza y humanidad que tuvo el infortunio de detenerse hace un par de días para dejarnos en la más desoladora orfandad. Hay un pedazo de alma que nos han quitado. Ayer, sin embargo, soñé con un corazón que latía: era el tuyo como parte del mío y son(ñ)aban al unísono en un solo compás; eran tus golpes de pecho que hacían en mí una evocación dilatada y genial. Eras tú y la memoria eterna, pues el olvido, conmigo y el cielo nuevo, será una quimera vil, una utopía abyecta que abanderaré mientras haya vida breve. Somos tu gente y negaremos tu partida: no habrá manera de cercenar el recuerdo como se lo hace con la guillotina sobre un cuello tierno. ¿Vale la pena preguntarse por qué? ¿Es relevante decir  por qué te adelantaste a un territorio en el que todos tarde o temprano deberemos checar tarjeta? ¿Es el lamento necesario cuando ya no estás y jamás volveremos a ver tus ojos claros y sedosos que desplegaban sapiencia y bondad? Ana, amada amiga: simplemente saliste del paréntesis de la vida para entrar en otro que por ahora todavía no conocemos, pero donde en algún momento cohabitaremos armónicamente como puntos suspensivos. Cerremos pues los corchetes del paréntesis de tu vida y sigamos con la nuestra sin ti pero contigo, ahí donde el recuerdo tiene peso específico y finca la trascendencia vivencial de los seres humanos: mi memoria, pues, es tuya. Ana querida, el punto final de tu vida es el inicio de tu verdadero relato, el grito escrito de la remembranza que te hará inmortal entre nosotros, que te dotará de la eternidad que alcanzan sólo los augustos, los probos. Yo sólo te digo que no habrá día en que no piense en ti, pues has reservado un espacio afable en la mente y el corazón de este cuerpo mallugado. Brindo contigo con un whisky12 años como lo hicimos tantas veces en tantas partes, pues la finitud del cuerpo es también la perennidad de la palabra, la memoria y el amor.

CAS, Tepic, 18 de junio de 2014

1 comentario:

HalloBisBlad dijo...

Te quiero mucho CAS!