martes, julio 21, 2015

Aguas con el fuego. El diablito anda suelto

El principal enemigo de los mercados mexicanos no son las insalubres ratas de las cañerías ni las malhechoras que acechan para atracar a incautos. La mayor amenaza, que se repite como el día y la noche, es el fuego. Será difícil encontrar un mercado en el país que no haya sufrido un incendio; algunos han tenido varios y solo su pujante estructura los ha mantenido en pie: una chamuscada, dirían algunos marchantes, no va a tumbar este templo. Pero hay otros que se acaban caprichosamente y no vuelven a renacer jamás de sus escombros. ¿Por qué se queman los mercados? Sin duda apelaríamos a los descuidos, a la falta de protocolos de seguridad, a la desidia de algunos vendedores. Quizás a colillas de cigarros, cortos circuitos, fuegos artificiales, pólvora o gatos que prenden el interruptor de una luz cercana a una piñata. Hace algunos años, uno de los tantos incendios del talante brumoso de La Merced fue provocado por unos diablitos. La pregunta de los locatarios fue: ¿unos diablitos? ¿Ésos de carga? Estaba claro que esos diablitos, los que dan el golpe pero hasta ahí en los fervorosos pasillos de La Merced, nunca habrían empezado un fuego. El incendio y su hechura apocalíptica había sido invocado por otros diablitos, más eléctricos y profanos, que se colocan en las alturas de los postes callejeros para robar un poco de energía eléctrica. Ahí la luz hizo al fuego nuevo por un diablo mal puesto y alumbró el nacimiento del flamante y flameante mercado, que como todas las aves fénix del mundo, renació una vez más de sus cenizas invisibles.

CAS

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