En Cuernavaca
--Vamos a ir a casa de mi amigo Carlos --le dijo Georg a su hijo León de seis años.
--¿Y él quién es? --respondió el niño, intrigado.
--Un amigo escritor.
--¿Y cómo es un escritor?
--Son tipos serios que inventan historias.
Durante la comida el pequeño León no me quitó los ojos de encima. Cuando llegó el postre musitó entre dientes:
-Papá, Carlos el escritor se parece más bien al Gigante egoísta --Georg me dijo, a manera de disculpa, que León estaba ansioso por saber cómo era un escritor.
--León también hace cuentos --dijo Yael, la mamá del pequeño.
--Así que escribes cuentos, León --pregunté.
--No, no los escribo: los invento.
-Ah, muy bien.
Ya cuando se iban, el pequeño León le preguntó a su papá "¿Crees que le haya dado tiempo de hacerse el gigante bueno para que nos dé unos dulces a mis hermanos y a mí?" Georg lo subió a la van para silenciarlo y me dio un abrazo. Yo sólo pensé que nunca más leería a Oscar Wilde ni escribiría cuentos, únicamente los inventaría.
CAS
martes, enero 04, 2005
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