Ni modos
En los baños de la facultad, arriba de un mingitorio, se lee: "Carlos Antonio de la Sierra es un farsante". Mientras orinaba tranquilo pensando en la frase, me vinieron a la mente toda las veces en que anhelé ser maestro de la UNAM, que digo de la UNAM: de la heroica facultad de Filosofía y Letras. No sólo vislumbraba el estatus que me daría pertenecer a la máxima casa de estudios, sino también la posibilidad real de ligarme a hermosas estudiantes que tuvieran a bien enseñarme sus lindos muslos durante una clase sobre Faulkner. Ahora, a la distancia, sólo alcanzo a ver que las ilusiones pedagógicas son meros pretextos para socavar la líbido de los mansos y ser maestro universitario, en sentido estricto, es la plataforma perfecta para acumular deudas bancarias. Dicho de otro modo: la inopia y la repulsión son peculiaridades ineluctables de aquel que cruza el umbral de la educación pública. Así, sin más, escribí abajo: "Estoy de acuerdo".
CAS
martes, enero 18, 2005
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