Hace unos 15 años estaba en el puerto de Veracruz. Mientras esperaba que mis amigos salieran de trabajar para agarrar la farra de carnaval, decidí de una vez por todas conocer el legendario estadio Pirata Fuente. Digamos que en esas épocas los Tiburones no le ganaban a nadie (ahora siguen sin hacerlo pero su uniforme está bonito) y su mayor fan, como buen gobernador, era Dante Delgado (después Dante fue a parar a la cárcel; desde ahí armó un partido político que hoy lo tiene posicionado en la cámara de diputados). Eran como las dos de la tarde. El sol era atenazador: los cuarenta grados estaban cerca. Llegué al estadio; intenté entrar: no había nadie. Le di la vuelta y encontré una puerta abierta. Seguía sin haber nadie. La entrada dirigía directo a la cancha (se trataba de aquella famosa puerta por la que en una ocasión un árbitro no quiso iniciar el segundo tiempo de un partido. La razón: en el primero había estado cerrada y ahora la habían abierto. El árbitro argumentó que eso era inequitativo para alguno de los dos equipos, sin explicar bien a bien para cuál. El segundo periodo inició cuando por fin la cerraron). Caminé hacia la línea de meta y la crucé con el pie derecho. El estadio estaba vacío y desde el córner contrario se podían escuchar mis suspiros. Arriesgándome a una inevitable insolación, caminé hacia la media cancha. Llegué al círculo central y me paré en el manchón de inicio. Ahí concluí que debía hacer algo que sublimara mi presencia en ese lugar sagrado. Así, sin más, me acosté al borde del ecuador de la cancha y extendí los brazos a mis anchas para dejar que el cielo iluminara de azul celeste mi crucifixión. Acto seguido, enterré en el césped un amuleto que llevaba en el pantalón: era un escarabajo de plástico que mi primera novia me había regalado. Después de colocarlo lo más profundo posible, inicié el conjuro: "¡Que en 15 años el Cruz Azul masacre a los Tiburones y clave un gol por cada año que pase desde esta fecha! ¡Que clave 15 goles, carajo, si es que hay un Dios en la tierra!". Alea jacta est. El sábado sabremos si Dios existe, aunque el cielo, ¡goddamn!, seguirá siendo azul y no rojo.
CAS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario