Ayer tuve un sueño que no sé cómo tomar: Evo Morales me invitaba a su casa en alguna cima inacabada del Potosí. Naturalmente vivía en condiciones precarias pero tenía alberca. Él se metía a nadar por la mañanas y, a pesar de sus notables inmersiones, su cabello seguía en su sitio (ya sabemos las razones del porqué don Evo tiene tanto cabello). En algún momento de mi estancia, y como una deferencia a la calurosa hospitalidad del presidente boliviano, tuve que sumarme a la defensa de la montaña cuando un ejército de capitalistas malsanos pretendía tomarla. Los encargados de la resistencia, y a los que debí ponerme a sus órdenes, eran los hijos de Evo: uno se llamaba Pueblo y el otro Feliz. Así, defendimos firmemente el pico potosino y en la madrugada, tras la victoria ante el embate de las fuerzas malignas, vitoreamos con felicidad a nuestros insignes mariscales: "¡Viva Pueblo Feliz!".
martes, octubre 19, 2010
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