martes, diciembre 02, 2003

Argos, di que mi nombre no es Nadie

El calendario cuenta todavía los días de julio, un continuum magnífico que sugiere años apócrifos. Las convocatorias para premios y los avisos de libros nuevos están ya amarillentos, pero sus efigies distinguidas siguen intactas. Sin saberlo a ciencia cierta, es indiscutible que los días de dedo gordo se han multiplicado y dejan visos de tiempo detenido. Es probable (aunque el vértigo eclipse cualquier visión) que sea la imagen del agrimensor frente al castillo. Ahí, en una parte del Aleph, hay una caja con botellas de alcohol; están en la cajuela de un automóvil azul y llevan, si el tiempo de la simultaneidad permite la interpretación, un par de días agriándose por la luz del sol. Tequilasunrise. Quien abra el refrigerador de inmediato pensará en un invierno cruel, de nazi en San Petersburgo por aquello del frío y la falta de alimentos. No es por intrigar pero hablamos de un lugar de crímenes perfectos, calles Morgues extendidas ad infinitum como si se pensara en rieles quebradizos, en durmientes piramidales. Entonces ocurre el sueño, la expresión estética más antigua como lo intuyó Borges. Los pesares, y no hace falta ser oráculo para saberlo, hacen a los hombres artistas potenciales. La diferencia entre ellos estriba entre los que cuentan los segundos de cada minuto y los que no. Acaso también sea la imposibilidad de cohabitar con la mujer amada, la repetición de dinámicas perniciosas día a día o intuir que las opciones de conocimiento son de facto inexistentes. Además hay una cava vacía, dos relojes sin extensibles y el hall es el set idóneo para una selva tropical. La capa de polvo en la pantalla de la televisión hace que los rostros de los hombres se opaquen y se difuminen como si fueran fantasmas perfectos. Y aunque los indicios de una casa en ruinas sean claros porque los libros son patas de mesa, hace falta que el dolor deje de ser mero eufemismo y funcione para lo que fue creado. ¡Va este reino por una miserable cicatriz! Así, Argos, me dirás al fin que mi nombre no es Nadie.

CAS

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