CAS
lunes, junio 28, 2010
CAS
sábado, junio 19, 2010
No es un día humano. Las aceras se caminan con pesadumbre y el pavimento es un enemigo nocivo de donde sale aire caliente. El tránsito es aletargado. M piensa que no es normal el fuego en sus pies (aunque siempre ha sido así). Es el mediodía del 22 de junio de 1986 y para ir a su casa debe pasar por un costado del estadio Azteca (Mis suelas son un hervidero). Maldito futbol, injuria de nuevo mientras acelera el paso. El último examen de segundo de secundaria lo respondió a regañadientes. Sabe que no lo aprobará. También sabe que ya no importa. Filtra Maradona y el defensor inglés rebana el balón. Va Shilton –que creerá este muchacho, que le puede ganar al por... Brinca Diego y... ¡GOOOOOOOOL! El arbitro señala la media cancha. ¡GOOOOOOOOOOL! Shilton reclama. ¡GOOOOOOOOOL de ARGENTINA! ¡Diego Armando Maradona lo ha hecho! Los ingleses protestan pero tenemos al mejor jugador del mundo. ¡Gracias, Dios, por darnos esa mano! Son esos ingleses, los que tanto nos han hecho sufrir (“Soldadito argentino, sé que te vas a morir...”). La revancha es justa. Gracias, Diego. M escucha el estallido del estadio y se tapa los oídos, impaciente, abrumada. Maldito J: muérete donde estés. M se toma inconscientemente el vientre mientras pasa por una tienda de electrodomésticos. La gente observa el partido en las televisiones de los aparadores. M piensa que están a la espera de una llamada divina que jamás recibirán. Un mareo obtuso le viene por el sol, al tiempo que en su mente aparece un dios de carne y hueso. Retarda el vómito más por debilidad que por capricho. En casa encuentra a su hermano y amigos frente al televisor. Pasa sin saludarlos. De pronto, como si de un alarido bajo tierra se tratara, reconoce la señal aguardada desde siempre: “Fue con la mano”. Quizás fue la voz de su madre, acaso la de algún amigo adolescente que alcanzaba la clarividencia por la embriaguez de un vaso de cerveza. Pero ya no importa, ya no ...la va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del futbol mundial, y deja al tercero y va a tocar para Burruchaga... En la cocina, M deja las llaves de la casa en un cajón. Después entra en su cuarto y cierra la puerta con suavidad, como si fuera de noche y no quisiera despertar a nadie. Se desploma sobre la cama: las ganas de vomitar han pasado pero el desagravio sigue en su cuerpo (“un palmo más de piel en el vientre; dos meses”) ...¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... y ¡GOOOOOOL...! ¡GOOOOOL...! ¡Quiero llorar! ¡Dios santo! ¡Viva el futbol! ¡Golazo! ¡Diego! ¡Maradoooooona! ¡Es para llorar, perdónenme...! Las lágrimas resbalan por el pómulo de M y con la lengua atestigua de nuevo su sabor salado. Así es la vida: salada, como el agua del mar que nunca conocí. M se levanta y se quita el uniforme escolar (que se arrugue). Desnuda frente al espejo, ve su piel morena y el incipiente vello del pubis. Se pasa la mano por el monte de venus y después dócilmente por el clítoris. Comienza a sentir placer y se estremece, se ruboriza. Cuántos usos tienen las manos de ¡Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos...! ¡Barrilete cósmico...! ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés?, para que el país sea un puño apretado, gritando por Argentina.... Argentina 2 - Inglaterra 0. ¡Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona...! Ya en el baño, abre la llave de la tina (los ataúdes se eligen). Gracias, Dios, por el futbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2, Inglaterra 0... Después de todo no hace falta ser Dios para tomar la decisión correcta. M toma la navaja y hace una pequeña hendidura en las venas de una mano (el puño apretado), con sutileza, con pulcritud, como quién rebana con finura un ajo tierno (las manos de Dios). El agua se enrojece azarosamente: no hará falta el tiempo de compensación para que la grana alcance su más intenso fulgor.
CAS, Del Valle, marzo de 2006.
lunes, junio 07, 2010
En mi ciudad natal, Cuernavaca, ha habido un cambio notabilísimo en la dinámicas cotidianas desde que la Marina mexicana asesinó Arturo Beltrán Leyva en unos departamentos de superlujo que, dicho sea paso, fueron construidos por los hijos de Marta Sahagún. A partir de ahí, una ola de violencia urbana se desató en Cuernavaca. A dos hombres los colgaron de un puente en el libramiento que lleva a Acapulco y luego jugaron tiro al blanco sobre los cuerpos inertes; al director del penal de Atlacholoaya lo asesinaron, partieron su cuerpo en pedacitos y lanzaron los fragmentos en distintas partes (perdón por la figura retórica tan de mal gusto pero era ineluctable). La cabeza fue encontrada en una bolsa de súper; un comando armado tomó por sorpresa un antro propiedad de un miembro de la familia Ortiz Mena y, sin más, le prendieron fuego con los empleados adentro. Éstos son hechos conocidos sobre todo por su espectacularidad, pero las muertes son el pan cotidiano en la ciudad. Lo increíble de la situación es que el gobierno federal no considerara qué pasaría al dejar acéfalo el control de una plaza tan importante para el narcotráfico: ahora los subalternos se la disputan a punta de balazos, intimidaciones y violencia urbana, en una franca competencia por ver quién es el sicario más despiadado. Un viernes, hace algunos días, todos los restoranes, antros, etc., cerraron a las ocho de la noche y la capital morelense se hizo una ciudad fantasma. ¿Cuál fue la respuesta del gobierno federal? Militarizar las calles. Ahora hay retenes, tanques de guerra apuntándole a la estatua de Zapata y comandos militares que transitan la ciudad con armas largas a la espera que su docto criterio les diga quién es un narco. Hay un detalle que no es menor: usan máscara.
Qué un ejército esté en las calles sucede cuando un país le apunta a la ingobernabilidad o para acallar las voces críticas que se manifiestan en contra de un régimen autoritario, como en las dictaduras. Y en ambos casos, aun cuando exista gente que justifica la mano dura, siempre habrá abusos, ultrajes. Un soldado está entrenado para matar, no para salvaguardad la seguridad de la sociedad, de los ciudadanos. La última muestra de la postura institucionalizada del gobierno llamada cinismo, fue el dictamen de la PGR sobre los niños que fueron asesinados por militares el 2 de junio en Reynosa. El parte de la Procuraduría fue que los miembros del Ejército balearon a los jóvenes, perdón, "sicarios", porque ellos les dispararon primero. Los niños (de 13, 15 y 17 años) atacaron a los infortunados soldados y éstos, defendiendo a su patria, los masacraron. El mensaje de la PGR es implacable: mitiguemos el hecho porque eran sicarios; hay que matarlos porque, como Beltrán Leyva, son una peste social. El tema es trágicamente significativo: 1) no se mata a un presunto delincuente o criminal; se le atrapa y se le juzga (si se cree en instituciones democráticas, en buen español, matar es condenable por donde se le vea. Claro que en México eso de instituciones democráticas es la ilusión del mago más diestro); 2) como quien hace justicia son los soldados, no hay necesidad de que les disparen para responder baleando civiles: en la disciplina castrense basta no obedecer la orden "Deténganse" para ser pasados por las armas; 3) mataron a niños, por más que se diga que son sicarios son por principio niños y lo seguirán siendo hasta por los menos la mayoría de edad. Por eso hay límites de edades, por eso hay cárceles para niños y cárceles para adultos, y por eso hay que negarse con firmeza para que no se adelante la mayoría de edad.
CAS