Hace un momento volvió a visitarme el hada verde. Y aunque dudé un instante en abrirle, al final le permití la entrada. Fue de nuevo, lo sé muy bien, como se le narra en los cuentos: un poco seductora, disfrazada de Marie Brizard y encantada con la música de Rubén Blades; además, fiel a su costumbre, durmió lenguas a setenta grados.
CAS
martes, septiembre 30, 2003
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