lunes, mayo 19, 2003

Radiografía de un medio de contención

Las responsabilidades de un futbolista son diversas. Existen los goleadores, aquellos conspicuos personajes cuya labor en la vida es conducir a su equipo a la victoria con remates de tres dedos o cabezazos imparables a los ángulos del arco. Están los defensas, quienes tienen como objetivo impedir que el rival y el balón lleguen a su área para crear peligro. El medio creativo, desde Pelé llamado “10”, es el cerebro del equipo, aquél que teje finamente cada uno de los avances ofensivos; después de haberse sacudido a tres rivales, y con la exactitud del más certero francotirador, filtra un balón para que su receptor tenga que hacer lo menos: el llamado “pase a la red”. El portero es quizás el jugador que encierra la mayor ingratitud, pues su labor en una cancha se reduce a un asunto antitético, como todas las valoraciones morales en la vida: es el actor distinto en su juego y en su vestimenta. Los reflectores estarán eternamente sobre él, pues el quid de su existencia se debate en la drástica posibilidad de convertirse en villano o en ser el héroe del encuentro por haber salvado a su equipo de una inminente derrota. Existe, no obstante, una última posición, acaso la más desventurada de todas: el medio escudo o medio de contención, o como dirían en Europa, el mediocentro.

El contención es un jugador destinado desde su cuna a la circunspección. Dueño de una posición que le fue impuesta, pues es la ideal para aquellos futbolistas acompasados, que no defienden mano a mano o son incapaces de crear jugadas claras de gol, el medio centro se presenta ante el respetable como el escudero del creativo, aquel peón guardián de las espaldas de Dios que dará su vida a cambio de que el equipo llegue a buen puerto, es decir, es capaz de cambiar una expulsión suya por la victoria del equipo. En otras palabras: no se tienta el corazón para soltar una patada a la rodilla si sabe que esa maniobra impedirá un ataque fulminante del rival. El medio de contención fundamenta su labor en una máxima elemental del hacer futbolístico: pasa la bola o el jugador, pero nunca los dos juntos.


"Chicho" Serna

En América Latina y Europa, sin embargo, las diferencias de esta posición son notables. Salvo los casos de Brasil y Argentina (con excepción de Uruguay, los únicos equipos americanos que han ganado mundiales), el contención de los países latinoamericanos se identifica no sólo porque mete la pierna fuerte sino porque su labor durante los noventa minutos es la demolición del juego. Después de robar un balón no saben qué hacer con él. Es en este punto cuando toda la maquinaria de su problemática existencial se echa a andar: si a menos de un metro no tienen a un compañero habilidoso, pícaro como se le dice en México, a quien pueda dársela sin temor a errar, rompe el balón a la tribuna o tira un centro a la portería contraria desde el callejón del área de su propio campo. El medio de contención es un hombre que no consiguió trabajo en una maquiladora por no estar calificado y por una cuestión aleatoria obtuvo el trabajo de futbolista sin merecerlo. Ejemplo de este tipo de jugador en México es este muchacho Raúl Rodrigo Lara, que camina para adelante porque para allá tiene los ojos, y que por su culpa Alemania eliminó a la selección mexicana en el Mundial de Francia en 1998. Otros dos ejemplos palmarios son el doriangrey de las canchas, Miguel España o el actual técnico del Puebla, Nacho Ambriz (pero la lista es interminable. En la actualidad, en el futbol mexicano están Antonio Sancho, Villa, José Antonio Hernández, Chicho Serna, Gerardo Galindo, el Ruso Peña, etc., todos del mismo corte).

En Europa, por el contrario, el llamado mediocentro es el armador del juego; es el jugador del que parten los ataques de su equipo y por el que pasan todos los balones rumbo al área rival. La columna vertebral. Mete goles, tiene buen tiro de media distancia y da pases de treinta o cuarenta metros con elegante maestría. Es, en resumida cuentas, el equilibrio del grupo; sin él, el llamado medio campo sería un territorio de nadie, en el que la anarquía o las dictaduras setenteras de los países latinoamericanos, reinarían sin cortapisas. Entre los casos más sobresalientes del mediocentro armador europeo están Edgar Davids, Xavi, Verón (argentino sólo de nacionalidad), Nedved, Makelele, Patrick Vieira, Gerrard, Matías Almeida, Joaquín, Emerson, Roy Keane, el gran Fernando Redondo, por hablar de casos evidentes. El mismo David Beckham es un excelente contención.


Fernando Redondo


Me vienen a la mente dos selecciones en las que sus medios de contención jugaron un papel neurálgico: la Argentina del 86 y la Francia del 98. En el 86, la selección argentina no era nada del otro mundo pero ostentaban una gran ventaja: tenían a Dios en su alineación. Así, le daban a él el balón y su áurea celestial se encargaba del resto. Ese equipo argentino tenía pocos talentos, pero había uno en particular que tenía el nivel de un jugador de la cuarta división italiana: Sergio Batista. Este jugador era el típico contención a la usanza latinoamericana: troncón, lento, sin drible y leñador de sepa (tiene un cuarto de trofeos con las piernas que cortó nada más en ese Mundial). Por su culpa, Argentina estuvo a punto de no ganar el campeonato (la labor del contención es esa, “contener”, por eso no se puede entender que les hayan empatado los alemanes en la final). Pero el gran atributo de Batista era que Maradona lo mantenía en la selección porque eran excelentes amigos. Se dice que un día en privado, Maradona le dijo a Bilardo que si sacaba a Batista, él también se iba. Ese capricho estuvo a punto de costarles la copa a los argentinos.

El caso contrario es el de Francia en 1998. Aimé Jaquet, técnico francés, sabía que tenía un genio (Zinedine Zidane) pero, como era su primera participación mundialista, no podía dejarlo sólo. Así que le puso atrás al viejo lobo Didier Deschamps, un Sancho Panza de lujo. Zidane tuvo la libertad suficiente para dedicarse a las florituras y dos goles suyos le dieron a Francia la copa. Pero siempre tuvo a su recuperador-armador atrás de él. El equilibrio francés en 1998 lo hicieron estos dos hombres.

Si en los países latinoamericanos se le diera otra connotación, y otras responsabilidades, al medio de contención, estaríamos en otro lado, acaso ganando mundiales junto con Brasil y Argentina. No hay que destruir, hay que armar; no hay que romper los balones, hay que poner pases de gol. Es una diferencia de matiz, pero es, como muchas otra tribulaciones de nuestro pueblos latinoamericanos, uno de los miles de datos que hacen ver por qué nos va como nos va en la vida.

CAS

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