jueves, mayo 01, 2003

Hay que poner los puntos sobre las íes: tengo que cortar el timbre de mi casa, de lo contrario mis días estarán contados. El martes estaba trabajando muy bien, como hacía tiempo que no lo hacía. Entonces sucedió lo que no debe suceder cuando se trabaja como hombre y al día siguiente hay que dar clases: sonó el timbre. Decidí no abrir; volvió a sonar. Voy a hacer como que no estoy en casa, pensé y lo deseché en el acto, pues estaba conectado a la red y seguramente ya habían hablado para constatar mi presencia. No me quedó de otra. Eran Nicoménicus y Mayra. Chupamos tranquilos. Llegaron Asakhira y el Martínez. Seguimos en lo mismo. Arribó Pinkililinki. Para entonces eran las tres de la madrugada, había una fiesta no planeada en mi casa y yo tenía que ir a dar mi clase temprano. A las cinco los corrí. Me desperté heroico. Di mis dos clases. Comí algo. Regresé a mi casa. Cacho ya estaba acá: se iba a quedar conmigo para tomar su avión a Paris al día siguiente. Llegó el Morc para el partido. Lo vimos. Insultamos a Borguetti. Llegó Dianchen con su hermano; luego Alicia. Segunda fiesta en menos de 24 horas. Recién termino de recoger los restos y el saldo entre los dos días es el siguiente: tres botellas de tequila, cinco de ron y 25 guamas. Ahora me voy, que el Morc me espera en la Hija de los apaches.

CAS

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