Va de nuez y por último
Leo en el blog de Yépez que no está de acuerdo conmigo en mis comentarios. Nada más para matizar y dejar las intrigas de lado para los incrédulos, los comentarios que aparecen en mi post no son míos sino de Sifuentes. Que yo sufrague todo es otro cantar. Pero honor a quien honor merece y, por eso, aunque sea un recurso "académico" de los que Yépez reniega, lo puse entrecomillado. Por lo demás, el eterno debate entre norte-centro de país tiene miradas peculiares y prácticas distintivas. Que no sean lo mismo es una obviedad en la que no vale la pena detenerse; que haya un struggle sanguinario entre las partes, al yo considerarlo inexistente, tampoco habrá que desgastarse las yemas de los dedos en ello. Que haya resentimiento, puede ser, pero no para equipararlo a diferencias mucho más perniciosas y oscuras como son el racismo, la homofobia, la misoginía, las diferencias de clase, etcétera, pues el debate se reduciría radicalmente a un duelo de buenos y malos, y ¿cuáles serían éstos, Yépez, en la famosa batalla que se libra entre el norte y el centro, o para ser más claros, entre Tijuana y el D.F.? Las diferencias culturales no son cosa nueva, pues, Dios Bendito, existen desde el primer hombre, y van más allá de, por ejemplo, los apoyos culturales, léase específicamente becas. Para dar un ejemplo de lo que ocurre en el D.F., a la inversa y en detrimento de la gente que es chilanga de nacimiento, son las becas de jóvenes creadores. No hay becas estatales del Fonca en el D.F. y todos los escritores jóvenes chilangos que aspiran a un apoyo institucional se ven obligados a solicitar la beca nacional del Fonca, en la que pueden participar todos los escritores de la república. ¿Injusticia? No lo sé, pero así es. Otra: la única editorial institucional que publica a "jóvenes" escritores (menores de 35 años) es Tierra Adentro, pero con la salvedad de que todos los autores deben ser del interior, provincia o como quiera llamársele, de la República. Esto es, y sobra decirlo, los nacidos en el D.F., a menos de que hayan ganado un premio de renombre, no son publicados ahí. He de decir, por lo demás, que de esa colección de más o menos cuatrocientos títulos, ni siquiera el diez por ciento de los libros se salva.
Desconozco cuál sea el origen de la rabia en Tijuana, pero de partida descarto los términos culturales: Tijuana, la exMéxico como le dicen, no tiene nada que pedirle a ninguna ciudad del centro, o al D.F. en particular: la riqueza y diversidad cultural prefigura su imagen, adoquina su geografía. La tesis, por otro lado, del federalismo potenciado a su máxima expresión es una idea perversa que no dejaría nada a nadie (recuérdense las características de la primera República en 1824 y la posterior pérdida de Texas), pues no sería una actitud que resalte las diferencias sino que, por el contrario, atomizaría las realidades en parcelas fantasmas destinadas a desaparecer. Quizás me equivoque, pero entonces sigo sin entenderlo. De ahí de nuevo mi pregunta: ¿qué les dueles a los tijuanenses, qué le duele a Tijuana?
CAS
PS. Por cierto, no me gusta Fadanelli.
sábado, enero 25, 2003
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