lunes, agosto 25, 2003

Jeremías

Una vez, según consta en el Antiguo Testamento, el profeta Jeremías dijo: "¡Ay, madre mía, cuán infeliz soy yo! ¿Por qué me diste a luz para ser, como soy, un hombre de contradicción, un hombre de discordia, en toda esta tierra? Yo no he dado dinero a interés, ni nadie me lo ha dado a mí, y no obstante todos me maldicen?" (Reprobación de los judíos, XV, 10). Esto nos hace ver que no a todos los personajes bíblicos les fue bien en la vida, mucho menos, desde luego, a Jesucristo. Sin embargo la fama cuesta. Cito el pasaje anterior porque toda mi vida quise conocer a alguien que se llamara Jeremías, un nombre un desuso o hasta pecaminoso hoy día. Conocía a un Cristo, a un Judas, pero nunca a un Jeremías. Pero por fin, un día, se cumplió mi deseo: Jeremías se me apareció.

Fue en Taxco (ningún otro lugar tan ad hoc para el insigne encuentro). Yo presentaba un libro de Guillermo Samperio y en la mesa, salvo al autor, no conocía a nadie. Eran más bien oriundos. Habíamos empezado una hora tarde en espera de otro comentarista, un tal Jeremías que venía de Acapulco. Comenzamos el numerito sin él, pero ya cuando estaba a punto de terminar, el moderador dijo que Jeremías había faxeado su texto desde Iguala, en donde se había descompuesto el camión en que venía. Hasta aquí todo iba bien, y no sentía por este muchacho más que desprecio por su antes mencionada impuntualidad. Sólo cambié de opinión cuando el moderador dijo que Jeremías tenía una columna en La Jornada del Sur que se llamaba "Memorias de un viejo lépero"; además, hizo incapié en lo siguiente: "Habrá a quienes no nos guste su estilo, pues es mordaz y sarcástico, pero no cabe duda de que es una voz importante de la vida pública guerrerense". Jeremías me empezaba a caer bien, pues no sólo teníamos columnas similares (en ese tiempo yo tenía una columna en La Jornada Morelos) sino que aparte los dos éramos, somos y seremos, personajes odiados por lo que escribimos. Ah, la fraternidad.

Leyeron su texto, por cierto una lectura muy cuidadosa del libro de Guillermo, y terminando algún desdichado corrió la voz de que Jeremías había llegado. Entonces lo hicieron subir al estrado para que se sentara con nosotros; la presentación duró todavía como cuarenta minutos más. Sólo hasta la noche Jeremías me dijo que las dos horas que tenía meándose cuando llegó, se convirtieron en dos horas cuarenta al obligarlo a treparse con nosotros. A él, claro, únicamente le importaba un baño. Ya en la cena nos enteramos de quien era en verdad este ciudadano ejemplar: Jeremías Marquines, un hombre que bien a bien es una suerte de holograma, un personaje de ficción en busca de un autor, una obra en la que participe contando y actuando sus historias descarnadas y obtusas; sangrientas e irreverentes; sagaces y depauperadas. Pero no sólo por eso simpatizamos. Resolví rápidamente que teníamos más afinidades: ambos publicamos libros en la misma editorial; aparte tenemos una amiga en común a la que en sendas ocasiones, cada quien por su lado, habíamos recogido borrachísima de una mesa de billar para llevarla a dormir (recogido, lector, recogido, con "re" al principio). Pero lo que me orilló a decirle "¡A mis brazos, maestro!" fue enterarme de su verdadero oficio: un mentiroso profesional.

Así, platicó la historia de su padre que sacaba todo de sus vestimentas, desde hilo y aguja para coser sus pantaloncillos hasta globos que pintaba para regalárselos a los niños; incluso una vez extrajo una marimba de su chaleco. También explicó cómo conoció a su mujer en un encuantro de jóvenes escritores que se realiza cada año, en el que por cierto ya me había tocado estar. Asimismo platicó del camión descompuesto y por qué no pudo llegar a tiempo a la presentación (una historia que según un amigo de él contó de tres maneras distintas). Más adelante nos habló de la verdadera historia de la película de Félix Salgado Macedonio y de cómo la había filmado en dos días. Al final, ya entrados en confianza, no pudo dejar de mencionar cuando estuvo en tres cárceles distintas, una de ellas Perote.

-¿Por qué te embotaron tantas veces?

-La primera por homicidio; la segunda porque estaba pedísimo y tuve la ocurrencia de meterme en una casa a mear. Resultó que era de un agente del Ministerio Público. La última ya no me acuerdo.

Así transcurrió la noche hasta que nos corrieron del antro.

-Vamos a comprar una chelas y nos vamos al hotel ?sugirió de manera sensata.

Mi amiga ya estaba algo cansada y le dije que mejor nos veíamos al día siguiente, de todos modos él estaba con otro amigo taxqueño que también había estado durante la farra. En efecto: por la mañana, después de entregar las llaves del cuarto, mi compañera escuchó voces que salían del bar del hotel. Nos vimos y sin decirnos algo supimos que ahí estaban. No habían dormido y, después de terminar los pomos comprados en la noche, esperaron a que abrieran el bar a las diez de la mañana para pasar por unas cervezas. Pero Jeremías, aunque pedo y con el tufillo propio del briago, estaba todavía lúcido (el otro muchacho se había quedado dormido sobre una mesa). Entonces siguieron las historias. En ese lugar a media luz que hubiera envidiado Hemingway, nos dijo por qué la oligarquía guerrerense lo odiaba:

-El gobierno del estado se acaba de gastar diez millones de pesos en una edición de lujo del Quijote para dársela a sus burócratas. Es obvio que nadie la va a comprar porque cuesta mil pesos cada libro, así que tendrán que regalarla. El problema es que esa cantidad de dinero es cinco veces más que el presupuesto anual del municipio más pobre del estado. Escribí que no estaba de acuerdo y se armó un desmadre, pues la persona que hizo la edición aparte rica y poderosa, paga publicidad en el periódico.

Y tampoco se salvó la misma Jornada del Sur. Una vez publicaron a ocho columnas una perfecta aberración.

-Hace poco hubo un incendio en Acapulco. Los bomberos habían sacado ya a todas las personas pero alguien les dijo que dentro había muebles muy valiosos y tenían que sacarlos. Los bomberos, pendejos, regresaron al lugar para morirse achicharrados. Entonces este periódico publica el siguiente encabezado a ocho columnas: "Tres bomberos muertos se perdieron y fueron encontrados calcinados". ¡No mames! ¿Cómo se van a perder tres bomberos muertos si ya están muertos, güey? Y pues ni modo, tuve que escribir algo al respecto, en el mismo periódico, por supuesto.

A esas alturas del partido, era la hora de transitar a los martinis secos. Pedí uno pero el bartender que era a la vez mozo, bell boy y ayudante de cocina, no sabía qué era eso. "Aquí los gringos piden puras margaritas y los rusos puro vodka solo". Conmocionado, tuve que ir con él a la barra para explicarle cómo se hacía un verdadero martini. Mientras tanto mi amiga empezaba a impacientarse porque no nos íbamos y sobre todo porque la había abandonado con un beodo. Pero fue importantísimo este detalle porque ahí se resolvieron muchos de los enigmas de nuestro personaje. Poco después, intercambiamos direcciones y nos despedimos.

-Ven a chupar a Acapulco -me dijo al final. Y está claro que le voy a tomar la palabra.

Ya en la carretera mi amiga me confesó dos o tres cosas que Jeremías le había dicho en secreto.

-Está loco ese güey. ¿Por qué chigaos me dejas sola con él?

-¿Te hizo algo?

-¡No! Bueno... no lo sé. De repente se acercó y me susurró: "Yo no lo maté". Después tomó una servilleta y me dijo que anotara un número, el que yo quisiera. Escribí un ocho y, sin verlo, se guardó la servilleta en la bolsa del pantalón. Por último, al despedirse, me tomó la mano delicadamente y me chupó el pulgar. Después se me quedó viendo y me especifico: "Quiero que hagas esto todos los días cuando te levantes, te vas a sentir mejor". ¡No mames, güey. Está loco!

Puede ser, sin embargo siempre se agradecerá en esta vida tan corta hacerse amigos de gente tan peculiar e irreverente. Habrá quienes lo odien, muchísimos acaso, pero no importa, pues eso de ser mentiroso es como ser homicida o periodista o poeta o presentador de libros. Jeremías bien puede gritar lo que su tocayo el profeta "... y no obstante todos me maldicen", aunque estoy seguro que al final también le vendría valiendo madres.

CAS

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