Minimalismo doméstico
Objetos inmorales ocupan la mesa. En su mayoría son botellas vacías (también hay restos de algo que alguna vez fue un vaso: el Fuc se encargó de comprobar la ley de la conservación de la materia haciéndolo añicos); sinceramente, le dan un toque místico al arreglo. Los ceniceros están llenos de colillas: podría aventurar que se acabaron cerca de cincuenta cigarros (en esta ocasión la marihuana fue fumada en pipa). Dos vasos de vodka tonic a la mitad adornan una de las esquinas de la mesa; en uno de ellos la cáscara de limón flota en la superficie a lado de una colilla. Es, por lo demás, una composición armoniosa. Vodkcigarretonic. Además hay mitades exprimidas de limón que desprestigiarían al más voluntarioso bodegón (valga la tautología). The remains of the night, my friends. La sucesión caótica de recipientes de hielo hace pensar que fueron otros los convidados a beber ese día, visigodos acaso. Ahora, a la distancia, es este cuadro la única evidencia de que acaso existí un día y no fue Dionisios el único testigo de mi suerte. Mi casa lleva así desde el lunes en la noche y creo que la dejaré tal cual algunos días más: no siempre tengo una instalación artística de alta escuela en mi comedor.
CAS
miércoles, agosto 27, 2003
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