sábado, agosto 30, 2003
viernes, agosto 29, 2003
Reconstruiré lo que pasó ayer a partir de la siguiente imagen: Nicoménicus duerme en mi sala y yo no sé por qué.
1) Tequilas y cerveza en "La invencible". Mayra dijo que se va a Montreal y Linkililinki confesó que a sus mujeres les prepara unos hot cakes muy buenos. Esto hizo que su nuevo mote fuera, ipso facto, Cursililinki. Nicoménicus dijo que el maestro Pomo estaba muy enojado porque le habíamos ganado su lugar consentido. El maestro Pomo tuvo, por lo mismo, que irse a "La providencia" y acordarse de la vez que en el aeropuerto se le abrió la maleta. Su contenido era revelador: un calzón, un pomo, un calzón, un pomo.
2) Huímos hacia el centro: era la despedida de Agustín. Agustín es escritor y se va a Hungría un año a dar clases. Su novia, desde luego, no tiene ni idea de lo que es Hungría ni mucho menos las húngaras. Mayra y Link nos abandonaron y sólo fui con Nicoménicus. Durante el recorrido, el antes mencionado personaje dijo continuamente sólo dos frases: a) quiero unos tacos, b) quiero guacarear. Y como no le permití ninguna de las dos cosas, uno porque era mi coche y dos porque yo no tenía hambre, llegamos al convite a un antro al que no sé porque fuimos pero que obedece al nombre de "Lobo estepario". Entonces hay fotos de lobos en las paredes; antes se llamaba La cucaracha y había fotos de cucarachas, cosa que, después supimos, era un vulgar falacia, pues las cucarachas eran reales. Fue así como me volvieron a presentar a gente que me habían presentado mil veces y yo no sabía quién era.
--Mucho gusto --les decía.
--Pero cómo que mucho gusto --me increpaban--, si nos han presentado cinco veces.
--Exacto, lo cual no quiere decir que no me dé gusto verte.
Lo demás fue un poco nebuloso, pero me acuerdo que platiqué un buen rato con Nacho Trejo acerca de esta amiga en común que se había ido a Alemania y le había pegado a su marido en una estación de tren; con Carlos Miranda nos acordamos de nuestro querido amigo Raúl Ortiz y de que tenemos que ir a comer a su casa; también de un amigo escritor del que habíamos platicado la última vez que nos vimos y que acaba de morir (cosas veredes). Supongo que fue en este momento cuando atomicé la plática. Dije: "Le bateau ivre" es el mejor poema escrito en lengua francesa. Tengo la impresión de que se sacaron un poco de onda, pero nadie dijo nada. Aquí fue cuando supe que nos teníamos que ir, en parte porque no estaba muy seguro de lo que acababa de decir y no hubiera sabido cómo defenderlo y en parte porque Nicoménicus yacía de bruces sobre la mesa sin poder pararse. Me despedí de Agustín, quien me presentó-despidió con sus alumnos con un "es un excelente ensayista; por supuesto digo esto porque siempre habla bien de mí en sus ensayos". Sonreí y me abstuve de contar la vez que tuve que sacarlo cargando de un antro de ficheras.
3) Ya en el coche, Nicoménicus insistía en las frases de cuatro horas antes, así que tuve que complacerlo con una, y a medias: fuimos a por las fundamentales tortas de pulpo. Comimos y después le enseñé el edificio donde empezará nuestra película; además olvidamos dónde estaba el auto y pasamos como media hora buscándolo. Ya en la casa, Nicoménicus cayó sobre los cojines azules de mi sala y hasta ahorita no se ha levantado. Creo que me dijo que lo despertara a las ocho porque entraba a chambear a las nueve, pero no estoy muy seguro. Más bien lo dejaré dormir una hora más y después lo correré.
CAS
1) Tequilas y cerveza en "La invencible". Mayra dijo que se va a Montreal y Linkililinki confesó que a sus mujeres les prepara unos hot cakes muy buenos. Esto hizo que su nuevo mote fuera, ipso facto, Cursililinki. Nicoménicus dijo que el maestro Pomo estaba muy enojado porque le habíamos ganado su lugar consentido. El maestro Pomo tuvo, por lo mismo, que irse a "La providencia" y acordarse de la vez que en el aeropuerto se le abrió la maleta. Su contenido era revelador: un calzón, un pomo, un calzón, un pomo.
2) Huímos hacia el centro: era la despedida de Agustín. Agustín es escritor y se va a Hungría un año a dar clases. Su novia, desde luego, no tiene ni idea de lo que es Hungría ni mucho menos las húngaras. Mayra y Link nos abandonaron y sólo fui con Nicoménicus. Durante el recorrido, el antes mencionado personaje dijo continuamente sólo dos frases: a) quiero unos tacos, b) quiero guacarear. Y como no le permití ninguna de las dos cosas, uno porque era mi coche y dos porque yo no tenía hambre, llegamos al convite a un antro al que no sé porque fuimos pero que obedece al nombre de "Lobo estepario". Entonces hay fotos de lobos en las paredes; antes se llamaba La cucaracha y había fotos de cucarachas, cosa que, después supimos, era un vulgar falacia, pues las cucarachas eran reales. Fue así como me volvieron a presentar a gente que me habían presentado mil veces y yo no sabía quién era.
--Mucho gusto --les decía.
--Pero cómo que mucho gusto --me increpaban--, si nos han presentado cinco veces.
--Exacto, lo cual no quiere decir que no me dé gusto verte.
Lo demás fue un poco nebuloso, pero me acuerdo que platiqué un buen rato con Nacho Trejo acerca de esta amiga en común que se había ido a Alemania y le había pegado a su marido en una estación de tren; con Carlos Miranda nos acordamos de nuestro querido amigo Raúl Ortiz y de que tenemos que ir a comer a su casa; también de un amigo escritor del que habíamos platicado la última vez que nos vimos y que acaba de morir (cosas veredes). Supongo que fue en este momento cuando atomicé la plática. Dije: "Le bateau ivre" es el mejor poema escrito en lengua francesa. Tengo la impresión de que se sacaron un poco de onda, pero nadie dijo nada. Aquí fue cuando supe que nos teníamos que ir, en parte porque no estaba muy seguro de lo que acababa de decir y no hubiera sabido cómo defenderlo y en parte porque Nicoménicus yacía de bruces sobre la mesa sin poder pararse. Me despedí de Agustín, quien me presentó-despidió con sus alumnos con un "es un excelente ensayista; por supuesto digo esto porque siempre habla bien de mí en sus ensayos". Sonreí y me abstuve de contar la vez que tuve que sacarlo cargando de un antro de ficheras.
3) Ya en el coche, Nicoménicus insistía en las frases de cuatro horas antes, así que tuve que complacerlo con una, y a medias: fuimos a por las fundamentales tortas de pulpo. Comimos y después le enseñé el edificio donde empezará nuestra película; además olvidamos dónde estaba el auto y pasamos como media hora buscándolo. Ya en la casa, Nicoménicus cayó sobre los cojines azules de mi sala y hasta ahorita no se ha levantado. Creo que me dijo que lo despertara a las ocho porque entraba a chambear a las nueve, pero no estoy muy seguro. Más bien lo dejaré dormir una hora más y después lo correré.
CAS
miércoles, agosto 27, 2003
Minimalismo doméstico
Objetos inmorales ocupan la mesa. En su mayoría son botellas vacías (también hay restos de algo que alguna vez fue un vaso: el Fuc se encargó de comprobar la ley de la conservación de la materia haciéndolo añicos); sinceramente, le dan un toque místico al arreglo. Los ceniceros están llenos de colillas: podría aventurar que se acabaron cerca de cincuenta cigarros (en esta ocasión la marihuana fue fumada en pipa). Dos vasos de vodka tonic a la mitad adornan una de las esquinas de la mesa; en uno de ellos la cáscara de limón flota en la superficie a lado de una colilla. Es, por lo demás, una composición armoniosa. Vodkcigarretonic. Además hay mitades exprimidas de limón que desprestigiarían al más voluntarioso bodegón (valga la tautología). The remains of the night, my friends. La sucesión caótica de recipientes de hielo hace pensar que fueron otros los convidados a beber ese día, visigodos acaso. Ahora, a la distancia, es este cuadro la única evidencia de que acaso existí un día y no fue Dionisios el único testigo de mi suerte. Mi casa lleva así desde el lunes en la noche y creo que la dejaré tal cual algunos días más: no siempre tengo una instalación artística de alta escuela en mi comedor.
CAS
Objetos inmorales ocupan la mesa. En su mayoría son botellas vacías (también hay restos de algo que alguna vez fue un vaso: el Fuc se encargó de comprobar la ley de la conservación de la materia haciéndolo añicos); sinceramente, le dan un toque místico al arreglo. Los ceniceros están llenos de colillas: podría aventurar que se acabaron cerca de cincuenta cigarros (en esta ocasión la marihuana fue fumada en pipa). Dos vasos de vodka tonic a la mitad adornan una de las esquinas de la mesa; en uno de ellos la cáscara de limón flota en la superficie a lado de una colilla. Es, por lo demás, una composición armoniosa. Vodkcigarretonic. Además hay mitades exprimidas de limón que desprestigiarían al más voluntarioso bodegón (valga la tautología). The remains of the night, my friends. La sucesión caótica de recipientes de hielo hace pensar que fueron otros los convidados a beber ese día, visigodos acaso. Ahora, a la distancia, es este cuadro la única evidencia de que acaso existí un día y no fue Dionisios el único testigo de mi suerte. Mi casa lleva así desde el lunes en la noche y creo que la dejaré tal cual algunos días más: no siempre tengo una instalación artística de alta escuela en mi comedor.
CAS
lunes, agosto 25, 2003
Jeremías
Una vez, según consta en el Antiguo Testamento, el profeta Jeremías dijo: "¡Ay, madre mía, cuán infeliz soy yo! ¿Por qué me diste a luz para ser, como soy, un hombre de contradicción, un hombre de discordia, en toda esta tierra? Yo no he dado dinero a interés, ni nadie me lo ha dado a mí, y no obstante todos me maldicen?" (Reprobación de los judíos, XV, 10). Esto nos hace ver que no a todos los personajes bíblicos les fue bien en la vida, mucho menos, desde luego, a Jesucristo. Sin embargo la fama cuesta. Cito el pasaje anterior porque toda mi vida quise conocer a alguien que se llamara Jeremías, un nombre un desuso o hasta pecaminoso hoy día. Conocía a un Cristo, a un Judas, pero nunca a un Jeremías. Pero por fin, un día, se cumplió mi deseo: Jeremías se me apareció.
Fue en Taxco (ningún otro lugar tan ad hoc para el insigne encuentro). Yo presentaba un libro de Guillermo Samperio y en la mesa, salvo al autor, no conocía a nadie. Eran más bien oriundos. Habíamos empezado una hora tarde en espera de otro comentarista, un tal Jeremías que venía de Acapulco. Comenzamos el numerito sin él, pero ya cuando estaba a punto de terminar, el moderador dijo que Jeremías había faxeado su texto desde Iguala, en donde se había descompuesto el camión en que venía. Hasta aquí todo iba bien, y no sentía por este muchacho más que desprecio por su antes mencionada impuntualidad. Sólo cambié de opinión cuando el moderador dijo que Jeremías tenía una columna en La Jornada del Sur que se llamaba "Memorias de un viejo lépero"; además, hizo incapié en lo siguiente: "Habrá a quienes no nos guste su estilo, pues es mordaz y sarcástico, pero no cabe duda de que es una voz importante de la vida pública guerrerense". Jeremías me empezaba a caer bien, pues no sólo teníamos columnas similares (en ese tiempo yo tenía una columna en La Jornada Morelos) sino que aparte los dos éramos, somos y seremos, personajes odiados por lo que escribimos. Ah, la fraternidad.
Leyeron su texto, por cierto una lectura muy cuidadosa del libro de Guillermo, y terminando algún desdichado corrió la voz de que Jeremías había llegado. Entonces lo hicieron subir al estrado para que se sentara con nosotros; la presentación duró todavía como cuarenta minutos más. Sólo hasta la noche Jeremías me dijo que las dos horas que tenía meándose cuando llegó, se convirtieron en dos horas cuarenta al obligarlo a treparse con nosotros. A él, claro, únicamente le importaba un baño. Ya en la cena nos enteramos de quien era en verdad este ciudadano ejemplar: Jeremías Marquines, un hombre que bien a bien es una suerte de holograma, un personaje de ficción en busca de un autor, una obra en la que participe contando y actuando sus historias descarnadas y obtusas; sangrientas e irreverentes; sagaces y depauperadas. Pero no sólo por eso simpatizamos. Resolví rápidamente que teníamos más afinidades: ambos publicamos libros en la misma editorial; aparte tenemos una amiga en común a la que en sendas ocasiones, cada quien por su lado, habíamos recogido borrachísima de una mesa de billar para llevarla a dormir (recogido, lector, recogido, con "re" al principio). Pero lo que me orilló a decirle "¡A mis brazos, maestro!" fue enterarme de su verdadero oficio: un mentiroso profesional.
Así, platicó la historia de su padre que sacaba todo de sus vestimentas, desde hilo y aguja para coser sus pantaloncillos hasta globos que pintaba para regalárselos a los niños; incluso una vez extrajo una marimba de su chaleco. También explicó cómo conoció a su mujer en un encuantro de jóvenes escritores que se realiza cada año, en el que por cierto ya me había tocado estar. Asimismo platicó del camión descompuesto y por qué no pudo llegar a tiempo a la presentación (una historia que según un amigo de él contó de tres maneras distintas). Más adelante nos habló de la verdadera historia de la película de Félix Salgado Macedonio y de cómo la había filmado en dos días. Al final, ya entrados en confianza, no pudo dejar de mencionar cuando estuvo en tres cárceles distintas, una de ellas Perote.
-¿Por qué te embotaron tantas veces?
-La primera por homicidio; la segunda porque estaba pedísimo y tuve la ocurrencia de meterme en una casa a mear. Resultó que era de un agente del Ministerio Público. La última ya no me acuerdo.
Así transcurrió la noche hasta que nos corrieron del antro.
-Vamos a comprar una chelas y nos vamos al hotel ?sugirió de manera sensata.
Mi amiga ya estaba algo cansada y le dije que mejor nos veíamos al día siguiente, de todos modos él estaba con otro amigo taxqueño que también había estado durante la farra. En efecto: por la mañana, después de entregar las llaves del cuarto, mi compañera escuchó voces que salían del bar del hotel. Nos vimos y sin decirnos algo supimos que ahí estaban. No habían dormido y, después de terminar los pomos comprados en la noche, esperaron a que abrieran el bar a las diez de la mañana para pasar por unas cervezas. Pero Jeremías, aunque pedo y con el tufillo propio del briago, estaba todavía lúcido (el otro muchacho se había quedado dormido sobre una mesa). Entonces siguieron las historias. En ese lugar a media luz que hubiera envidiado Hemingway, nos dijo por qué la oligarquía guerrerense lo odiaba:
-El gobierno del estado se acaba de gastar diez millones de pesos en una edición de lujo del Quijote para dársela a sus burócratas. Es obvio que nadie la va a comprar porque cuesta mil pesos cada libro, así que tendrán que regalarla. El problema es que esa cantidad de dinero es cinco veces más que el presupuesto anual del municipio más pobre del estado. Escribí que no estaba de acuerdo y se armó un desmadre, pues la persona que hizo la edición aparte rica y poderosa, paga publicidad en el periódico.
Y tampoco se salvó la misma Jornada del Sur. Una vez publicaron a ocho columnas una perfecta aberración.
-Hace poco hubo un incendio en Acapulco. Los bomberos habían sacado ya a todas las personas pero alguien les dijo que dentro había muebles muy valiosos y tenían que sacarlos. Los bomberos, pendejos, regresaron al lugar para morirse achicharrados. Entonces este periódico publica el siguiente encabezado a ocho columnas: "Tres bomberos muertos se perdieron y fueron encontrados calcinados". ¡No mames! ¿Cómo se van a perder tres bomberos muertos si ya están muertos, güey? Y pues ni modo, tuve que escribir algo al respecto, en el mismo periódico, por supuesto.
A esas alturas del partido, era la hora de transitar a los martinis secos. Pedí uno pero el bartender que era a la vez mozo, bell boy y ayudante de cocina, no sabía qué era eso. "Aquí los gringos piden puras margaritas y los rusos puro vodka solo". Conmocionado, tuve que ir con él a la barra para explicarle cómo se hacía un verdadero martini. Mientras tanto mi amiga empezaba a impacientarse porque no nos íbamos y sobre todo porque la había abandonado con un beodo. Pero fue importantísimo este detalle porque ahí se resolvieron muchos de los enigmas de nuestro personaje. Poco después, intercambiamos direcciones y nos despedimos.
-Ven a chupar a Acapulco -me dijo al final. Y está claro que le voy a tomar la palabra.
Ya en la carretera mi amiga me confesó dos o tres cosas que Jeremías le había dicho en secreto.
-Está loco ese güey. ¿Por qué chigaos me dejas sola con él?
-¿Te hizo algo?
-¡No! Bueno... no lo sé. De repente se acercó y me susurró: "Yo no lo maté". Después tomó una servilleta y me dijo que anotara un número, el que yo quisiera. Escribí un ocho y, sin verlo, se guardó la servilleta en la bolsa del pantalón. Por último, al despedirse, me tomó la mano delicadamente y me chupó el pulgar. Después se me quedó viendo y me especifico: "Quiero que hagas esto todos los días cuando te levantes, te vas a sentir mejor". ¡No mames, güey. Está loco!
Puede ser, sin embargo siempre se agradecerá en esta vida tan corta hacerse amigos de gente tan peculiar e irreverente. Habrá quienes lo odien, muchísimos acaso, pero no importa, pues eso de ser mentiroso es como ser homicida o periodista o poeta o presentador de libros. Jeremías bien puede gritar lo que su tocayo el profeta "... y no obstante todos me maldicen", aunque estoy seguro que al final también le vendría valiendo madres.
CAS
Una vez, según consta en el Antiguo Testamento, el profeta Jeremías dijo: "¡Ay, madre mía, cuán infeliz soy yo! ¿Por qué me diste a luz para ser, como soy, un hombre de contradicción, un hombre de discordia, en toda esta tierra? Yo no he dado dinero a interés, ni nadie me lo ha dado a mí, y no obstante todos me maldicen?" (Reprobación de los judíos, XV, 10). Esto nos hace ver que no a todos los personajes bíblicos les fue bien en la vida, mucho menos, desde luego, a Jesucristo. Sin embargo la fama cuesta. Cito el pasaje anterior porque toda mi vida quise conocer a alguien que se llamara Jeremías, un nombre un desuso o hasta pecaminoso hoy día. Conocía a un Cristo, a un Judas, pero nunca a un Jeremías. Pero por fin, un día, se cumplió mi deseo: Jeremías se me apareció.
Fue en Taxco (ningún otro lugar tan ad hoc para el insigne encuentro). Yo presentaba un libro de Guillermo Samperio y en la mesa, salvo al autor, no conocía a nadie. Eran más bien oriundos. Habíamos empezado una hora tarde en espera de otro comentarista, un tal Jeremías que venía de Acapulco. Comenzamos el numerito sin él, pero ya cuando estaba a punto de terminar, el moderador dijo que Jeremías había faxeado su texto desde Iguala, en donde se había descompuesto el camión en que venía. Hasta aquí todo iba bien, y no sentía por este muchacho más que desprecio por su antes mencionada impuntualidad. Sólo cambié de opinión cuando el moderador dijo que Jeremías tenía una columna en La Jornada del Sur que se llamaba "Memorias de un viejo lépero"; además, hizo incapié en lo siguiente: "Habrá a quienes no nos guste su estilo, pues es mordaz y sarcástico, pero no cabe duda de que es una voz importante de la vida pública guerrerense". Jeremías me empezaba a caer bien, pues no sólo teníamos columnas similares (en ese tiempo yo tenía una columna en La Jornada Morelos) sino que aparte los dos éramos, somos y seremos, personajes odiados por lo que escribimos. Ah, la fraternidad.
Leyeron su texto, por cierto una lectura muy cuidadosa del libro de Guillermo, y terminando algún desdichado corrió la voz de que Jeremías había llegado. Entonces lo hicieron subir al estrado para que se sentara con nosotros; la presentación duró todavía como cuarenta minutos más. Sólo hasta la noche Jeremías me dijo que las dos horas que tenía meándose cuando llegó, se convirtieron en dos horas cuarenta al obligarlo a treparse con nosotros. A él, claro, únicamente le importaba un baño. Ya en la cena nos enteramos de quien era en verdad este ciudadano ejemplar: Jeremías Marquines, un hombre que bien a bien es una suerte de holograma, un personaje de ficción en busca de un autor, una obra en la que participe contando y actuando sus historias descarnadas y obtusas; sangrientas e irreverentes; sagaces y depauperadas. Pero no sólo por eso simpatizamos. Resolví rápidamente que teníamos más afinidades: ambos publicamos libros en la misma editorial; aparte tenemos una amiga en común a la que en sendas ocasiones, cada quien por su lado, habíamos recogido borrachísima de una mesa de billar para llevarla a dormir (recogido, lector, recogido, con "re" al principio). Pero lo que me orilló a decirle "¡A mis brazos, maestro!" fue enterarme de su verdadero oficio: un mentiroso profesional.
Así, platicó la historia de su padre que sacaba todo de sus vestimentas, desde hilo y aguja para coser sus pantaloncillos hasta globos que pintaba para regalárselos a los niños; incluso una vez extrajo una marimba de su chaleco. También explicó cómo conoció a su mujer en un encuantro de jóvenes escritores que se realiza cada año, en el que por cierto ya me había tocado estar. Asimismo platicó del camión descompuesto y por qué no pudo llegar a tiempo a la presentación (una historia que según un amigo de él contó de tres maneras distintas). Más adelante nos habló de la verdadera historia de la película de Félix Salgado Macedonio y de cómo la había filmado en dos días. Al final, ya entrados en confianza, no pudo dejar de mencionar cuando estuvo en tres cárceles distintas, una de ellas Perote.
-¿Por qué te embotaron tantas veces?
-La primera por homicidio; la segunda porque estaba pedísimo y tuve la ocurrencia de meterme en una casa a mear. Resultó que era de un agente del Ministerio Público. La última ya no me acuerdo.
Así transcurrió la noche hasta que nos corrieron del antro.
-Vamos a comprar una chelas y nos vamos al hotel ?sugirió de manera sensata.
Mi amiga ya estaba algo cansada y le dije que mejor nos veíamos al día siguiente, de todos modos él estaba con otro amigo taxqueño que también había estado durante la farra. En efecto: por la mañana, después de entregar las llaves del cuarto, mi compañera escuchó voces que salían del bar del hotel. Nos vimos y sin decirnos algo supimos que ahí estaban. No habían dormido y, después de terminar los pomos comprados en la noche, esperaron a que abrieran el bar a las diez de la mañana para pasar por unas cervezas. Pero Jeremías, aunque pedo y con el tufillo propio del briago, estaba todavía lúcido (el otro muchacho se había quedado dormido sobre una mesa). Entonces siguieron las historias. En ese lugar a media luz que hubiera envidiado Hemingway, nos dijo por qué la oligarquía guerrerense lo odiaba:
-El gobierno del estado se acaba de gastar diez millones de pesos en una edición de lujo del Quijote para dársela a sus burócratas. Es obvio que nadie la va a comprar porque cuesta mil pesos cada libro, así que tendrán que regalarla. El problema es que esa cantidad de dinero es cinco veces más que el presupuesto anual del municipio más pobre del estado. Escribí que no estaba de acuerdo y se armó un desmadre, pues la persona que hizo la edición aparte rica y poderosa, paga publicidad en el periódico.
Y tampoco se salvó la misma Jornada del Sur. Una vez publicaron a ocho columnas una perfecta aberración.
-Hace poco hubo un incendio en Acapulco. Los bomberos habían sacado ya a todas las personas pero alguien les dijo que dentro había muebles muy valiosos y tenían que sacarlos. Los bomberos, pendejos, regresaron al lugar para morirse achicharrados. Entonces este periódico publica el siguiente encabezado a ocho columnas: "Tres bomberos muertos se perdieron y fueron encontrados calcinados". ¡No mames! ¿Cómo se van a perder tres bomberos muertos si ya están muertos, güey? Y pues ni modo, tuve que escribir algo al respecto, en el mismo periódico, por supuesto.
A esas alturas del partido, era la hora de transitar a los martinis secos. Pedí uno pero el bartender que era a la vez mozo, bell boy y ayudante de cocina, no sabía qué era eso. "Aquí los gringos piden puras margaritas y los rusos puro vodka solo". Conmocionado, tuve que ir con él a la barra para explicarle cómo se hacía un verdadero martini. Mientras tanto mi amiga empezaba a impacientarse porque no nos íbamos y sobre todo porque la había abandonado con un beodo. Pero fue importantísimo este detalle porque ahí se resolvieron muchos de los enigmas de nuestro personaje. Poco después, intercambiamos direcciones y nos despedimos.
-Ven a chupar a Acapulco -me dijo al final. Y está claro que le voy a tomar la palabra.
Ya en la carretera mi amiga me confesó dos o tres cosas que Jeremías le había dicho en secreto.
-Está loco ese güey. ¿Por qué chigaos me dejas sola con él?
-¿Te hizo algo?
-¡No! Bueno... no lo sé. De repente se acercó y me susurró: "Yo no lo maté". Después tomó una servilleta y me dijo que anotara un número, el que yo quisiera. Escribí un ocho y, sin verlo, se guardó la servilleta en la bolsa del pantalón. Por último, al despedirse, me tomó la mano delicadamente y me chupó el pulgar. Después se me quedó viendo y me especifico: "Quiero que hagas esto todos los días cuando te levantes, te vas a sentir mejor". ¡No mames, güey. Está loco!
Puede ser, sin embargo siempre se agradecerá en esta vida tan corta hacerse amigos de gente tan peculiar e irreverente. Habrá quienes lo odien, muchísimos acaso, pero no importa, pues eso de ser mentiroso es como ser homicida o periodista o poeta o presentador de libros. Jeremías bien puede gritar lo que su tocayo el profeta "... y no obstante todos me maldicen", aunque estoy seguro que al final también le vendría valiendo madres.
CAS
René Bejarano es uno de los mayores gansters del Distrito Federal. Con un pasado oscuro y sórdido, Bejarano es un modelo fiel del antiguo priísta que manejaba clientelas y prebendas con distinguida viveza. Y como es un tipo que no solamente sabe con certeza todo lo que sucede en la ciudad sino que además su espíritu clientelar en muchos barrios populares le ha otorgado un poder sobresaliente, Andrés Manuel López Obrador lo llamó hace tres años para que fuera su secretario particular: necesitaba a un personaje operativo e implacable que le resolviera los problemas políticos inmediatos. Hoy es asambleísta electo y coordinará la fracción perredista durante la próxima legislatura local. Si López Obrador llega a la presidencia en el 2006, está claro quién será su secretario de gobernación. Bejarano, como todo mexicano, aspira a ser presidente del país. Para conocer un poco más acerca de esta notable figura pública, basta ver la entrevista que Fernando del Collado le hace en su "Tragaluz" del Reforma. Va de muestra un botón:
-¿Cómo suele intimidar?
-Los que se dejan intimidar tienen que superar sus inseguridades.
CAS
-¿Cómo suele intimidar?
-Los que se dejan intimidar tienen que superar sus inseguridades.
CAS
domingo, agosto 24, 2003
Sucedió ayer en una fiesta
Nanilkah me dijo "!Ay, apagaste mi cigarro!"
Yo contesté: "Tienes razón, pero hay que hacer notar que fuiste tú la que utilizó mi brazo como cenicero".
CAS
Nanilkah me dijo "!Ay, apagaste mi cigarro!"
Yo contesté: "Tienes razón, pero hay que hacer notar que fuiste tú la que utilizó mi brazo como cenicero".
CAS
sábado, agosto 23, 2003
Breves de futbol
La mejor liga del mundo es la inglesa. El puto de Palencia firmó con las Chivas. Nada de Torrado con el Everton; sólo tendrá tres días de prueba con el club inglés para ver si se queda (yo creo que no). Marcelo Bielsa convocó a los cementeros Cata Díaz y Chelito Delgado a la selección grande argentina. Es probable que Hernán Crespo pase al Chelsea por treinta millones de euros (Abramovich es como el Vergara ruso, con la diferenca de que el magnate europeo sí habla en serio y tiene el buen gusto de usar calcetines). Se rumora que Diego, el "10" del Santos de Brasil, fichará con el Tottenham Hotspurs en los próximos días. Cruz Azul le ganará hoy al San Luis 4-0.
CAS
La mejor liga del mundo es la inglesa. El puto de Palencia firmó con las Chivas. Nada de Torrado con el Everton; sólo tendrá tres días de prueba con el club inglés para ver si se queda (yo creo que no). Marcelo Bielsa convocó a los cementeros Cata Díaz y Chelito Delgado a la selección grande argentina. Es probable que Hernán Crespo pase al Chelsea por treinta millones de euros (Abramovich es como el Vergara ruso, con la diferenca de que el magnate europeo sí habla en serio y tiene el buen gusto de usar calcetines). Se rumora que Diego, el "10" del Santos de Brasil, fichará con el Tottenham Hotspurs en los próximos días. Cruz Azul le ganará hoy al San Luis 4-0.
CAS
viernes, agosto 22, 2003
Una persona se define al preguntarle su platillo o comida favorita. Las guapísimas modelos de pasarela normalmente responden que pizza, lo cual ipso facto disminuye su atractivo y hace pensar en ellas como fámulas de la high. Un yuppie, por su lado, siempre dirá "comida japonesa" y mencionará dos o tres lugares ubicados en barrios pudientes; un intelectual despistado contestará que la comida hindú y la tailandesa, cosa que nos hará ver su ampulosa cultura light. Rara vez, por lo demás, se encuentra a alguien que diga que la comida mexicana, pues eso, socialmente, no es como estar muy in que digamos. En mi caso, mi platillo favorito son los chiles en nogada y cada año (la temporada va más o menos de mediados de agosto a mediados de septiembre) pruebo cuatro o cinco distintos. Mi hermana, por ejemplo, me hace unos fundamentales, con exceso de nogada. Sin embargo, hay un lugar adonde voy por lo menos una vez al año; se llama la Hostería de Santo Domingo y preparan los mejores chiles en nogada de la ciudad de México. Y si encima se acompañan con un Herradura blanco y una Victoria, podríamos decir que estamos ante un banquete digno de dioses. Así, como de vez en cuando uno, como los andróginos, anhela acercarse a la divinidad, ahora voy saliendo hacia el centro para comer otra vez un maravilloso chile en nogada y saber, de nuevo, que incluso en los paladares hay niveles.
CAS
CAS
jueves, agosto 21, 2003
Mensaje dejado ayer en mi contestadora por Pinkililinki
En el grupo amigo
bello Will
Muy bien
los pectorales como el granito
siéntelos
Will, dime qué piensas
las manos sucias
que lavármelas con un disolvente de pastel de cangrejo
hoy
Ese pinche Pinkililinki debiera dejar las drogas.
CAS
En el grupo amigo
bello Will
Muy bien
los pectorales como el granito
siéntelos
Will, dime qué piensas
las manos sucias
que lavármelas con un disolvente de pastel de cangrejo
hoy
Ese pinche Pinkililinki debiera dejar las drogas.
CAS
miércoles, agosto 20, 2003
Las vacaciones se terminaron y he regresado a dar mis clases. Como siempre, empecé diciéndoles a los alumnos que habían escogido la carrera equivocada, que se iban a morir de hambre, que todos los que quieren ser poetas están mal de la cabecita (tesis acompañada, desde luego, con la frase de Pedro Heríquez Ureña: "Todos escribimos poemas hasta los veinte años, después sólo los poetas). Les pregunté, además, si acaso tenían los ojos en el cogote como para no darse cuenta de que hoy día no existen financiamientos para abrir changarros ni de lectores ni de escritores, que no mamaran. Incluso los conminé a abrir un puesto de camisas en Tepito en lugar de ira tomar clases siniestras y estólidas. Hasta aquí todo indicaba que los estaba convenciendo, pero después de esto último --una memada, lo entendí después-- uno de ellos levantó la mano y dijo: "Maestro, yo vendo camisas en Tepito". Hubo un silencio incómodo que rompí con un "¡Ven, aprendan al compañero que no se duerme en sus laureles!" Terminé la clase vehementemente, con la frente en alto por mi vigoroso triunfo. Al salir uno de los alumnos dijo: "Entonces nos vemos la próxima semana, Carlos".
CAS
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martes, agosto 19, 2003
Hoy, por primera vez en diez años, me volvieron a morder. Me pasé el alto de un semáforo recién puesto. Había un motociclista. Hizo zig-zagc y casi se cae por la grava suelta de la calle. Fue una pirueta grotesca. El motociclista era un policía parecido a la Hormiga Atómica. Me orilló a la orilla y bajó de su unidad cagado de miedo por el sustito que le había pegado. Me llevaré su licencia y tendrá que pasar a pagar esta multa: 229 por pasarse un alto y 779 por casi matar a una autoridá. Oiga, jefe, tengo que dar mi clase; póngame sólo lo del alto y páguemela usté, no sea así. Uh, joven yo no estoy autorizado pa' esa diligencia. No sea así, oficial, se me hace tarde para mi clase. Bueno, pues nada más por tratarse de usté, pero maneje con más cuidado, puede causar un accidente "inconmensurable". No se preocupe, oficial. Mi pendejada me salió en doscientos varos. Todo por querer venirme por la pinche carretera federal y no por la autopista. De las mordidas se aprende en este país.
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lunes, agosto 18, 2003
Mis amigos me dicen que me falta autopromoción en la red. En realidad es algo que me causa pereza, pero viendo las páginas de Jermoc y el Olis (a quien le deseo que encuentre pronto a la Princesa Lea II) es claro que estoy en la retaguardia. Y sin embargo, hay un común denominador en ambos: su flamante paternidad, ergo, they have a family to feed.
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Recién me acordaba con el Fuc de la vez que nos íbamos a matar. Sucedió hace como dos años y medio en la huasteca potosina. El plan era ir a Xilitla a pasar un fin de semana. Viajábamos varios amigos en dos coches: uno lo manejaba Jermoc y el otro el Fuc. Serían las diez de la mañana y estábamos crudos. Como Jermoc suele manejar muy rápido iba adelante de nosotros; era, para abundar, una carretera llena de curvas y con el pavimento mojado. El aguanieve y la neblina, por su parte, no dejaban ver a más de diez metros. Entonces, en una curva cuyo ángulo de inclinación estaba al revés, el automóvil se patinó y nos fuimos en contra de un cerro. No íbamos muy rápido, sesenta por hora acaso. Fue una cuestión de segundos. Todos nos preguntamos si estábamos bien: sí, no había ningún herido. Sólo cuando decidí bajar del auto (estaba en el asiento del copiloto) supe que Dios existía: el precipicio se hallaba a mis pies y por una cuestión de milímetros no caímos en una fosa de unos diez metros. Esto quiere decir, usando las palabras correctas, que la escena era de Hollywood y el auto armaba un péndulo perfecto cuyo contrapeso pudo habernos lanzado al abismo. "Nadie se mueva". Logré bajar del auto y de la misma forma, poco a poco, lo hicieron los demás. El caso es que no podíamos echar el coche en reversa porque caía al vacío. La única opción era levantarlo en vilo. Sin embargo, éramos sólo cinco: la tarea sería imposible. De repente, como si la divinidad estuviera destinada para nosotros esa mañana, vimos aparecer de la nieba, como cancerberos exiliados, a un grupo de campesinos dispuestos a ayudarnos. Cargamos el coche y lo regresamos a la carretera al tiempo que uno de ellos decía "todos los días hay gente que se parte la madre en esta curva, por eso pasamos a menudo a ver si alguien necesita ayuda". El auto estaba sólo un poco desalineado pero nos llevó sin problemas el resto del viaje. Y sin embargo, hay algo de lo que hasta la fecha preferimos no hablar, pues nos causa temor, desasosiego. Las palabras de Jermoc minutos después del accidente fueron: "Hacía varios minutos que no veía su coche atrás del mío, pero pensé que era por la niebla. Fue, entonces, cuando llegamos a un pueblo de unas cuantas casas que decidí dar marcha atrás porque supe que algo había pasado. El pueblo se llamaba El Cielo".
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sábado, agosto 16, 2003
Hablemos de tus nalgas, esa frecuencia obtusa de destinos abiertos. Porque es ahí, en ese sendero oscuro y sinuoso, donde despuntan los más incomprensibles pormenores de tus años y desaparecen las ánimas: los señuelos enmascarados de lujuria. Hablemos de tu nalgas como sin nunca hubieran existido, como si tu equilibro corporal con esas dos circunferencias se percibiera sólo con la intuición del tacto. Las manos de ellos. Acariciaré su aureola como se hace con los amaneceres afables, con los rostros bellos, las medias lunas invisibles, el designio de lo inevitable. Las recuerdo también en tu mirada franca y en tu porte de acero; están en tu confianza cuando caminas sobre la alfombra verde. Allá moran, vigorosas, ausentes, sabedoras de su papel inicuo en este mundo. Son las mensajeras lascivas del reino perdido del señor; tú, su acompañante. Pero también hay en ellas la intención de musitar algo pequeño, de decir que su esencia forma parte de lo que no se entiende, de lo que no se ve. La redondez aprieta y se percibe con sólo mirarlas, yaciendo en las sábanas, marcando el inicio de una ruta interminable que se fragmenta hacia lados pecaminosos. La línea de la vida.
Lo llamaré también un culo incierto, insomne, que sólo existe como puede verse lo etéreo y la piedra; la savia y la dureza; el tiempo y las medias lunas. En aquellas épocas solí imaginármelo como dos frutos encendidos, cubiertos por un filo de arrepentimiento y misterio. Hice, entonces, lo que la temporada dictó. Aguardé hasta que las peras vinieran, se deshicieran de su cáscara y se adhirieran a una dentadura soez. Comí de esa cosecha como expulsándome del paraíso e intuí que sería víctima de la perversión, de la impureza por probar sus mieles. Pero el arrepentimiento es la sal de los hombres, de los minutos encendidos, de la espera de los cuerpos débiles. Fue en ese crepúsculo epidérmico donde por primera vez soñé con ninfas, donde las inducciones fueron el pan sagrado y cotidiano, el alimento de los duendes. Tú yaces en él como si la seguridad de tu entrepierna abriera el único camino que los mansos pueden y deben seguir. Ahora lo veo, rozagante, entibiado por la suavidad de la noche. Es cierto que cambia de forma con el movimiento de tu cuerpo dormido; por eso apago la luces y, sólo así, lo asimilo como una montaña bicéfala de ensueño y plenitud. Y los cerros simétricos se mueven; se levantan y caminan al nacer el día; violentan la atmósfera con una equidad despabilada. Las montañas dejan de serlo y apuntan a otro lado, a mis ojos desmayados y matutinos, al arranque de lo inexistente, al olor a café, a la corrupción de un nuevo día.
Ésas son tus nalgas agradecidas, ensimismadas en cortezas de alientos, cubiertas ahora con una tela obtusa. Pero ellas piden auxilio y se deslizan traviesas por la seda. Deciden que son las causantes de la perdición de los hombres, una guillotina que busca cuellos perfectos, el arma palpitante necesitada de piel, de sentido de ejecuciones fantásticas. La simetría deja de ser su nombre porque ahora se mueven acompasadas. Quiero entender que el vigor que cae de su ranura indiferente es la experiencia de las siluetas humanizadas, de la remembranza endurecida y guardada en un palmo de piel. Son ellas las que toman vida y te mueven a su voluntad a lugares pedregosos, atajos obstruidos para la gente sensible. Por eso ahí, donde los sueños se atreven a templar los más dulces pero siniestros secretos, seguiré hablando de ellas.
CAS
Lo llamaré también un culo incierto, insomne, que sólo existe como puede verse lo etéreo y la piedra; la savia y la dureza; el tiempo y las medias lunas. En aquellas épocas solí imaginármelo como dos frutos encendidos, cubiertos por un filo de arrepentimiento y misterio. Hice, entonces, lo que la temporada dictó. Aguardé hasta que las peras vinieran, se deshicieran de su cáscara y se adhirieran a una dentadura soez. Comí de esa cosecha como expulsándome del paraíso e intuí que sería víctima de la perversión, de la impureza por probar sus mieles. Pero el arrepentimiento es la sal de los hombres, de los minutos encendidos, de la espera de los cuerpos débiles. Fue en ese crepúsculo epidérmico donde por primera vez soñé con ninfas, donde las inducciones fueron el pan sagrado y cotidiano, el alimento de los duendes. Tú yaces en él como si la seguridad de tu entrepierna abriera el único camino que los mansos pueden y deben seguir. Ahora lo veo, rozagante, entibiado por la suavidad de la noche. Es cierto que cambia de forma con el movimiento de tu cuerpo dormido; por eso apago la luces y, sólo así, lo asimilo como una montaña bicéfala de ensueño y plenitud. Y los cerros simétricos se mueven; se levantan y caminan al nacer el día; violentan la atmósfera con una equidad despabilada. Las montañas dejan de serlo y apuntan a otro lado, a mis ojos desmayados y matutinos, al arranque de lo inexistente, al olor a café, a la corrupción de un nuevo día.
Ésas son tus nalgas agradecidas, ensimismadas en cortezas de alientos, cubiertas ahora con una tela obtusa. Pero ellas piden auxilio y se deslizan traviesas por la seda. Deciden que son las causantes de la perdición de los hombres, una guillotina que busca cuellos perfectos, el arma palpitante necesitada de piel, de sentido de ejecuciones fantásticas. La simetría deja de ser su nombre porque ahora se mueven acompasadas. Quiero entender que el vigor que cae de su ranura indiferente es la experiencia de las siluetas humanizadas, de la remembranza endurecida y guardada en un palmo de piel. Son ellas las que toman vida y te mueven a su voluntad a lugares pedregosos, atajos obstruidos para la gente sensible. Por eso ahí, donde los sueños se atreven a templar los más dulces pero siniestros secretos, seguiré hablando de ellas.
CAS
viernes, agosto 15, 2003
jueves, agosto 14, 2003
AVISO
A partir del próximo miércoles, y hasta fin de año, impartiré un curso sobre narrativa latinoamericana contemporánea en el Instituto Cultural Helénico de la ciudad de México. Lo he titulado Los inolvidables y entre otros autores comentaremos a Vargas Llosa, García Márquez, Cabrera Infante, Cortázar, Puig, Skármeta, Onetti, Ribeyro y Bolaño. Los interesados pueden pulsar aquí.
CAS
A partir del próximo miércoles, y hasta fin de año, impartiré un curso sobre narrativa latinoamericana contemporánea en el Instituto Cultural Helénico de la ciudad de México. Lo he titulado Los inolvidables y entre otros autores comentaremos a Vargas Llosa, García Márquez, Cabrera Infante, Cortázar, Puig, Skármeta, Onetti, Ribeyro y Bolaño. Los interesados pueden pulsar aquí.
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martes, agosto 12, 2003
Me acabo de encontrar este texto inconcluso que escribí hace como siete años. Sin duda eran tiempos difíciles.
Cualquier noche de viernes
Tengo ante mí un libro que se llama El henequén en Yucatán; de hecho lo estoy viendo de lado, no porque el libro esté mal acomodado sino porque estoy literalmente con los pies sobre la pared y la espalda a cuarenta y cinco grados del piso. Estoy tratando de hacer unas abdominales mientras me llaman por teléfono. Ya sé que lo había jurado, pero ahora es diferente: no se trata más del famoso esclavismo al aparato. No. Ahora es uno de esos momentos en los que uno quiere flagelar a la blasfema mujer que osa faltarle el respeto a uno. Pero si uno ve un libro como El henequén en Yucatán entonces es reconfortante saber que a otras personas les queda un suplicio mayor al tener que leer un mamotreto similar. No es mío el libro: estoy en una casa que no es mía que me dejaron desde hace año y medio. Es de un economista y su biblioteca es como la de un economista. Y para evitar la angustia el sentido común me invita a recapitular. Para empezar descifraré aquello que escribí en mi diario tres meses después de haberlo empezado. Llevo un par de páginas escritas. A veces como que me altero porque parece que no tengo qué decir. Normalmente no parece sino que en realidad no se me ocurre nada. Reproduzco textual (claro que la textualidad invita a la intertextualidad y, por consiguiente, a la autorreferencia, y si escribe con unos tequilas adentro seguramente no le entenderá ni a su propia letra. Como el encanto femenino suele tener cierto impacto en mi persona traduciéndolo en pudor, sustituiré el nombre de la susodicha por B, letra que el lector puede interpretar de inmediato y por convención como "buena", "bonita" o "bodrio"): 29 de junio de 1996. Fue demasiado raro. He de ser sincero y debo confesar que estoy algo borracho. Pero no importa los hechos serán los mismos eternamente. Llegué a su casa y nos quedamos un rato platicando (hubiera querido que fuera toda la noche en ese lugar)... lo demás resulta ilegible.
Y sin embargo, era B una mujer de fortaleza encantadora y extraña sumisión a la vez; de sangre visceral, de ésas a las que no le da tiempo siquiera de pensar si está enojada cuando uno ya lo confirma al recibir un preciso volado de izquierda en la parte más atractiva de su pómulo. Una mujer fascinante. Me tocó en cierta ocasión observar cómo le escupía y mentaba la madre a un limpiador de vidrios al que le había dicho que no tocara su parabrisas porque si no le rompería la madre. Juro que esas fueron sus palabras textuales. Como era de suponerse, el chavito la retó a que se bajara y no tuve otra que sujetarla para que no lo hiciera (ya había abierto la puerta) y poner mi pie sobre el suyo que estaba en el acelerador, para salir como trueno de esa esquina, pues ya estaban acerándose varios limpiaparabrisas y no precisamente era para hacernos un precio especial en el lavado completo del coche. El que recibió una bofetada después fui yo, por no haberla dejado "madrear a ese güey" y haberle ensuciado la punta del zapato.
En la página 181 del libro El henequén en Yucatán coordinado por Eric Villanueva Mukul se lee: "Tratando de salvar estas dificultades, cabe insistir en quienes son considerados como pequeños propietarios a fin de diferenciarlos más nítidamente de los parcelarios y de lograr un acercamiento de mayor objetividad a lo que cuantitativamente representan". Contextualicemos y prestémonos un momento al análisis: 1) el coordinador, por necesidad, debe de tener antecedentes mayas en no más allá de una segunda generación, 2) la redacción de los economistas es tan buena y sus tecnicismos tan profundos que están completamente fuera del alcance de un individuo terrenal como un servidor, 3) trasladando la situación a lo que nos interesa tendríamos que la dificultades son las mujeres; un pequeño propietario es aquél al que le pertenecen ya sea los senos de la susodicha o, en su defecto, los glúteos; el parcelario tiene derecho a trabajar la misma región pero con menores atribuciones, esto es, quizás la parte septentrional de una nalga o el contorno del seno derecho (esto depende del tamaño); la objetividad tiene que ver con el placer sexual y lo cuantitativo con el número de orgasmos que se tengan. Sigo esperado el telefonazo de B y El henequén en Yucatán amenaza con seguir ahí.
Dedicarle un libro a una mujer puede resultar contraproducente, sobre todo cuando el autor es uno mismo. El peor error que uno puede cometer es incluir en los agradecimientos de su tesis de licenciatura a la mujer con la que uno pasó los últimos tres años para que tres días después de la impresión de la tesis, un amigo le diga: "Es mi deber decirte algo. Tu mujer [con perdón de las feministas, pero el amigo práctica la misoginia siete días a la semana] sale con otro cabrón. Y no sólo eso sino que bailan salsa, se besan entre una multitud que también se besa y saliendo de ahí no van a jugar precisamente a la matatena". Cuál es el problema en este caso. Muy sencillo. El libro estará en la biblioteca de la universidad y, si uno mandó imprimir cincuenta ejemplares aproximadamente, lo tendrán cien manos también. Si la dedicatoria dice "a B", el lector pensará por lógica extensión en un principio alfabético; si uno escribe "para B", es posible que la interpretación tenga mayor fortuna: el lector inferirá que esta letra es la principal en el texto, acupando aproximadamente un ochenta por ciento de la extensión total y pensará que pudo haber quedado mejor "gracias a la B"; pero si ese pudor malsano y esquizofrénico transgrede las barreras monogramáticas y uno se atreve a escribir el nombre completo de B en la dedicatoria, es viable suponer una actitud de abierto y descarado masoquismo, y lo peor, un decidido y embrionario sentido de pertenencia y la burla descarnada desde los amigos hasta del sobrino de un año que su primera repetición de sílabas para formar palabras es ja-ja.
Son casi las ocho de la noche y el teléfono sigue en silencio. Ya hice las abdominales, también las nostálgicas lagartijas (por lo del ascenso-descenso, claro) y los autollamados "fondos", para desarrollar los triceps. Y quisiera que sonara este teléfono ahora que tengo. En seis meses llegará el economista con su hijo también economista y me correrá de su casa con biblioteca de economista. Así que tendré que conseguir un trabajo decente, de preferencia que no sea en Yucatán y que no tenga nada que ver con el henequén. Hay tres opciones:
1.- Dar talleres literarios para señoras de Polanco
2.- Escribir editoriales para un periódico con el que políticamente no estoy de acuerdo.
3.- Ser guionista de telenovelas para conocido consorcio cuyo dueño es "forbiano" (de los cien de Forbes dirían otros).
NOTA a posteriori del amanuense: "Me salvé".
CAS
Cualquier noche de viernes
Tengo ante mí un libro que se llama El henequén en Yucatán; de hecho lo estoy viendo de lado, no porque el libro esté mal acomodado sino porque estoy literalmente con los pies sobre la pared y la espalda a cuarenta y cinco grados del piso. Estoy tratando de hacer unas abdominales mientras me llaman por teléfono. Ya sé que lo había jurado, pero ahora es diferente: no se trata más del famoso esclavismo al aparato. No. Ahora es uno de esos momentos en los que uno quiere flagelar a la blasfema mujer que osa faltarle el respeto a uno. Pero si uno ve un libro como El henequén en Yucatán entonces es reconfortante saber que a otras personas les queda un suplicio mayor al tener que leer un mamotreto similar. No es mío el libro: estoy en una casa que no es mía que me dejaron desde hace año y medio. Es de un economista y su biblioteca es como la de un economista. Y para evitar la angustia el sentido común me invita a recapitular. Para empezar descifraré aquello que escribí en mi diario tres meses después de haberlo empezado. Llevo un par de páginas escritas. A veces como que me altero porque parece que no tengo qué decir. Normalmente no parece sino que en realidad no se me ocurre nada. Reproduzco textual (claro que la textualidad invita a la intertextualidad y, por consiguiente, a la autorreferencia, y si escribe con unos tequilas adentro seguramente no le entenderá ni a su propia letra. Como el encanto femenino suele tener cierto impacto en mi persona traduciéndolo en pudor, sustituiré el nombre de la susodicha por B, letra que el lector puede interpretar de inmediato y por convención como "buena", "bonita" o "bodrio"): 29 de junio de 1996. Fue demasiado raro. He de ser sincero y debo confesar que estoy algo borracho. Pero no importa los hechos serán los mismos eternamente. Llegué a su casa y nos quedamos un rato platicando (hubiera querido que fuera toda la noche en ese lugar)... lo demás resulta ilegible.
Y sin embargo, era B una mujer de fortaleza encantadora y extraña sumisión a la vez; de sangre visceral, de ésas a las que no le da tiempo siquiera de pensar si está enojada cuando uno ya lo confirma al recibir un preciso volado de izquierda en la parte más atractiva de su pómulo. Una mujer fascinante. Me tocó en cierta ocasión observar cómo le escupía y mentaba la madre a un limpiador de vidrios al que le había dicho que no tocara su parabrisas porque si no le rompería la madre. Juro que esas fueron sus palabras textuales. Como era de suponerse, el chavito la retó a que se bajara y no tuve otra que sujetarla para que no lo hiciera (ya había abierto la puerta) y poner mi pie sobre el suyo que estaba en el acelerador, para salir como trueno de esa esquina, pues ya estaban acerándose varios limpiaparabrisas y no precisamente era para hacernos un precio especial en el lavado completo del coche. El que recibió una bofetada después fui yo, por no haberla dejado "madrear a ese güey" y haberle ensuciado la punta del zapato.
En la página 181 del libro El henequén en Yucatán coordinado por Eric Villanueva Mukul se lee: "Tratando de salvar estas dificultades, cabe insistir en quienes son considerados como pequeños propietarios a fin de diferenciarlos más nítidamente de los parcelarios y de lograr un acercamiento de mayor objetividad a lo que cuantitativamente representan". Contextualicemos y prestémonos un momento al análisis: 1) el coordinador, por necesidad, debe de tener antecedentes mayas en no más allá de una segunda generación, 2) la redacción de los economistas es tan buena y sus tecnicismos tan profundos que están completamente fuera del alcance de un individuo terrenal como un servidor, 3) trasladando la situación a lo que nos interesa tendríamos que la dificultades son las mujeres; un pequeño propietario es aquél al que le pertenecen ya sea los senos de la susodicha o, en su defecto, los glúteos; el parcelario tiene derecho a trabajar la misma región pero con menores atribuciones, esto es, quizás la parte septentrional de una nalga o el contorno del seno derecho (esto depende del tamaño); la objetividad tiene que ver con el placer sexual y lo cuantitativo con el número de orgasmos que se tengan. Sigo esperado el telefonazo de B y El henequén en Yucatán amenaza con seguir ahí.
Dedicarle un libro a una mujer puede resultar contraproducente, sobre todo cuando el autor es uno mismo. El peor error que uno puede cometer es incluir en los agradecimientos de su tesis de licenciatura a la mujer con la que uno pasó los últimos tres años para que tres días después de la impresión de la tesis, un amigo le diga: "Es mi deber decirte algo. Tu mujer [con perdón de las feministas, pero el amigo práctica la misoginia siete días a la semana] sale con otro cabrón. Y no sólo eso sino que bailan salsa, se besan entre una multitud que también se besa y saliendo de ahí no van a jugar precisamente a la matatena". Cuál es el problema en este caso. Muy sencillo. El libro estará en la biblioteca de la universidad y, si uno mandó imprimir cincuenta ejemplares aproximadamente, lo tendrán cien manos también. Si la dedicatoria dice "a B", el lector pensará por lógica extensión en un principio alfabético; si uno escribe "para B", es posible que la interpretación tenga mayor fortuna: el lector inferirá que esta letra es la principal en el texto, acupando aproximadamente un ochenta por ciento de la extensión total y pensará que pudo haber quedado mejor "gracias a la B"; pero si ese pudor malsano y esquizofrénico transgrede las barreras monogramáticas y uno se atreve a escribir el nombre completo de B en la dedicatoria, es viable suponer una actitud de abierto y descarado masoquismo, y lo peor, un decidido y embrionario sentido de pertenencia y la burla descarnada desde los amigos hasta del sobrino de un año que su primera repetición de sílabas para formar palabras es ja-ja.
Son casi las ocho de la noche y el teléfono sigue en silencio. Ya hice las abdominales, también las nostálgicas lagartijas (por lo del ascenso-descenso, claro) y los autollamados "fondos", para desarrollar los triceps. Y quisiera que sonara este teléfono ahora que tengo. En seis meses llegará el economista con su hijo también economista y me correrá de su casa con biblioteca de economista. Así que tendré que conseguir un trabajo decente, de preferencia que no sea en Yucatán y que no tenga nada que ver con el henequén. Hay tres opciones:
1.- Dar talleres literarios para señoras de Polanco
2.- Escribir editoriales para un periódico con el que políticamente no estoy de acuerdo.
3.- Ser guionista de telenovelas para conocido consorcio cuyo dueño es "forbiano" (de los cien de Forbes dirían otros).
NOTA a posteriori del amanuense: "Me salvé".
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lunes, agosto 11, 2003
Le bateau far
En París, enfrente de la Biblioteca Nacional de Francia (ese esperpento construido por Dominique Perrault en 1986 y que simula libros abiertos) hay un barco. Pero no es un barco cualquiera. Plagado de botes turísticos, el Sena alberga también un navío que en apariencia no tendría ninguna utilidad en un río: un barco faro. Y aunque puede pensarse que se trata de algún tipo de museo (hay que tratar de trascender la convención y entender que en París hay algo más que museos) el barco faro del Sena es un antro flotante donde han pasado los mejores dj's parisinos. La idea inicial fue de un colectivo que quería armar un lugar alternativo y barato para la banda underground de París. De hecho, a la par del barco, consiguieron un camión que salía del antro pasadas las tres de la madrugada y tenía un recorrido por casi todos los barrios del ciudad (de los distritos parisinos, no de la periferia). Naturalmente en París, como en cualquier otra ciudad decente del mundo, el problema de salir en las noches es que el metro lo cierran temprano. El autobús tenía un bar y un dj tocando para que la banda no se aburriera mientras llegaba a sus cantones. Este proyecto no funcionó porque el tour por la ciudad terminaba ya entrada la noche del día siguiente, es decir, no era costeable. Así que se quedó sólo en el asunto del barco. La intención del colectivo era armar un antro con cuatro o cinco bares para que hubiera diversidad de opciones: la barra interior para echar un trago tranquilos en la quilla; la de la cubierta, para observar la ciudad de noche; la del baile, el lugar de los dj's; la de las amarras, para la gente que se marea, etcétera.
Yo estuve en él varias veces y más allá de la creatividad de los dueños, ese barco tenía una perversidad muy peculiar: la banda se enardecía y potenciaba sus más bajos instintos lascivos. Un noche me tocó ver a una pareja de chamacos (no alcanzaban los veinte), rodando por toda la cubierta, sobra decir que con un poco de alcohol, en franco recorrido de todas las posiciones del kamasutra. Otra vez, mientras pedía unos tragos en la barra, un tipo le pegó un trompón al de a lado porque pensó que lo había empujado. Después de averiguar quién era el verdadero culpable, se disculpó con un "te parecías mucho al otro". En la quilla, un director brasileño de cine --después de tomar seis o siete vasos de la bebida afrodisiaca de la casa-- me dijo que nadie podía vivir en París de hacer arte, que no mamáramos, que por eso en nuestros paises había dictaduras. En fin, nada de eso --desde luego-- me había sorprendido. Sin embargo, por alguna razón divina (¡Maldición de los siete mares!), había quedado en verme con el Fuc en la Ciudad Luz. Craso error. No hablaré de las numerosas tribulaciones por las que pasamos en París, salvo que estuvimos a punto de comprar una espada medieval y que un día el Fuc se quedó dormido en un vagón de metro. Cuando despertó, en efecto, París seguía ahí, pero era lo único: ni su dinero, ni su mapa ni su francés que nunca tuvo, seguían ahí. Caminó, entonces, con la luna como guía. Bien. Pues tenía que llevarlo al barco-faro. Lo hice. Lo lamenté. Lo sigo lamentando. El güey estaba lo suficientemente alcoholizado para ni siquiera decir güi, pero por alguna oscura razón propia de los economistas, continuaba con el estilo bien puesto. Después supe por qué: la banda lo confundió con dealer; así, los hombres lo respetaban y las mujeres se humedecían al verlo. Cabe destacar que en esa etapa de su vida el Fuc usaba dreadlocks; en realidad los tuvo como un mes, pero me había dicho que en París debía llevarlos. Así, mientras bebíamos un poco de cerveza carísima, vimos venir(se) a una mujer hacia nosotros. Se paró enfrente y nos abrazó del cuello a ambos. Después de percatarse de que además del lenguaje corporal nos entenderíamos mejor en inglés, le dijo al Fuc: "Do you have hard drugs?" El Fuc, avergonzado, se disculpó. La chava lo miró un poco más y lo besó como por un minuto. Después me miró a mí y se me acercó. Pero cuando ya estaba dispuesto a compartir líquidos de reacciones alcalinas con el Fuc, la chava tomó mi rostro e indignada dijo "¡Pero si tienes barba!" "Sí querida, respondí con la trompa parada, pero acuérdate de que también Jesucristo ten..." "¡No, tú no!" La mujer me soltó, miró de nuevo al Fuc y volvió a besarlo un par de minutos más. Después se perdió entre el humo mientras el Fuc me preguntaba ¿no tendrás algo de drogas duras? Tenía armada plenamente la estrategia. En lo sucesivo, le conté seis mujeres que se acercaron y lo besaron. Conmigo nadie quiso: la primera mujer había corrido la voz acerca de mi hirsuto rostro. Saliendo del barco, más calmados, tuvimos que hacernos una pregunta que acaso servía de colofón a todo lo ocurrido: "¿Cómo habrán traído este barco aquí, si no todos lo puentes del Sena son levadizos?" Como diría Montaigne, "je ne sais pas".
Según me cuentan, el bateau far se hundió (o dejó de funcionar, lo cual es lo mismo). Hasta la fecha lo recuerdo de buena gana y sería interesante llevar a cabo una experiencia similar en México, aunque sea en Xochimilco. El Fuc, por su parte, sigue acordándose de un episodio nodal de su vida, que ha titulado, por supuesto, "De cuando fui gigoló".
CAS
En París, enfrente de la Biblioteca Nacional de Francia (ese esperpento construido por Dominique Perrault en 1986 y que simula libros abiertos) hay un barco. Pero no es un barco cualquiera. Plagado de botes turísticos, el Sena alberga también un navío que en apariencia no tendría ninguna utilidad en un río: un barco faro. Y aunque puede pensarse que se trata de algún tipo de museo (hay que tratar de trascender la convención y entender que en París hay algo más que museos) el barco faro del Sena es un antro flotante donde han pasado los mejores dj's parisinos. La idea inicial fue de un colectivo que quería armar un lugar alternativo y barato para la banda underground de París. De hecho, a la par del barco, consiguieron un camión que salía del antro pasadas las tres de la madrugada y tenía un recorrido por casi todos los barrios del ciudad (de los distritos parisinos, no de la periferia). Naturalmente en París, como en cualquier otra ciudad decente del mundo, el problema de salir en las noches es que el metro lo cierran temprano. El autobús tenía un bar y un dj tocando para que la banda no se aburriera mientras llegaba a sus cantones. Este proyecto no funcionó porque el tour por la ciudad terminaba ya entrada la noche del día siguiente, es decir, no era costeable. Así que se quedó sólo en el asunto del barco. La intención del colectivo era armar un antro con cuatro o cinco bares para que hubiera diversidad de opciones: la barra interior para echar un trago tranquilos en la quilla; la de la cubierta, para observar la ciudad de noche; la del baile, el lugar de los dj's; la de las amarras, para la gente que se marea, etcétera.
Yo estuve en él varias veces y más allá de la creatividad de los dueños, ese barco tenía una perversidad muy peculiar: la banda se enardecía y potenciaba sus más bajos instintos lascivos. Un noche me tocó ver a una pareja de chamacos (no alcanzaban los veinte), rodando por toda la cubierta, sobra decir que con un poco de alcohol, en franco recorrido de todas las posiciones del kamasutra. Otra vez, mientras pedía unos tragos en la barra, un tipo le pegó un trompón al de a lado porque pensó que lo había empujado. Después de averiguar quién era el verdadero culpable, se disculpó con un "te parecías mucho al otro". En la quilla, un director brasileño de cine --después de tomar seis o siete vasos de la bebida afrodisiaca de la casa-- me dijo que nadie podía vivir en París de hacer arte, que no mamáramos, que por eso en nuestros paises había dictaduras. En fin, nada de eso --desde luego-- me había sorprendido. Sin embargo, por alguna razón divina (¡Maldición de los siete mares!), había quedado en verme con el Fuc en la Ciudad Luz. Craso error. No hablaré de las numerosas tribulaciones por las que pasamos en París, salvo que estuvimos a punto de comprar una espada medieval y que un día el Fuc se quedó dormido en un vagón de metro. Cuando despertó, en efecto, París seguía ahí, pero era lo único: ni su dinero, ni su mapa ni su francés que nunca tuvo, seguían ahí. Caminó, entonces, con la luna como guía. Bien. Pues tenía que llevarlo al barco-faro. Lo hice. Lo lamenté. Lo sigo lamentando. El güey estaba lo suficientemente alcoholizado para ni siquiera decir güi, pero por alguna oscura razón propia de los economistas, continuaba con el estilo bien puesto. Después supe por qué: la banda lo confundió con dealer; así, los hombres lo respetaban y las mujeres se humedecían al verlo. Cabe destacar que en esa etapa de su vida el Fuc usaba dreadlocks; en realidad los tuvo como un mes, pero me había dicho que en París debía llevarlos. Así, mientras bebíamos un poco de cerveza carísima, vimos venir(se) a una mujer hacia nosotros. Se paró enfrente y nos abrazó del cuello a ambos. Después de percatarse de que además del lenguaje corporal nos entenderíamos mejor en inglés, le dijo al Fuc: "Do you have hard drugs?" El Fuc, avergonzado, se disculpó. La chava lo miró un poco más y lo besó como por un minuto. Después me miró a mí y se me acercó. Pero cuando ya estaba dispuesto a compartir líquidos de reacciones alcalinas con el Fuc, la chava tomó mi rostro e indignada dijo "¡Pero si tienes barba!" "Sí querida, respondí con la trompa parada, pero acuérdate de que también Jesucristo ten..." "¡No, tú no!" La mujer me soltó, miró de nuevo al Fuc y volvió a besarlo un par de minutos más. Después se perdió entre el humo mientras el Fuc me preguntaba ¿no tendrás algo de drogas duras? Tenía armada plenamente la estrategia. En lo sucesivo, le conté seis mujeres que se acercaron y lo besaron. Conmigo nadie quiso: la primera mujer había corrido la voz acerca de mi hirsuto rostro. Saliendo del barco, más calmados, tuvimos que hacernos una pregunta que acaso servía de colofón a todo lo ocurrido: "¿Cómo habrán traído este barco aquí, si no todos lo puentes del Sena son levadizos?" Como diría Montaigne, "je ne sais pas".
Según me cuentan, el bateau far se hundió (o dejó de funcionar, lo cual es lo mismo). Hasta la fecha lo recuerdo de buena gana y sería interesante llevar a cabo una experiencia similar en México, aunque sea en Xochimilco. El Fuc, por su parte, sigue acordándose de un episodio nodal de su vida, que ha titulado, por supuesto, "De cuando fui gigoló".
CAS
sábado, agosto 09, 2003
Convocatoria
Bien, las cosas están así: una revista española me pide un texto sobre la narrativa mexicana de los últimos treinta años. Como es difícil conocer todo lo que se escribe actualmente en México y, sobre todo, haberlo leído, si hay algún narrador por ahí que tenga a bien leer este post, le pediría que me dijera sus títulos publicados para buscarlos y tomarlos en cuenta. Y si alguien me pudiera enviar alguno de sus libros, pues mejor. El correo aparece abajo. Gracias de antemano a todos los interesados.
CAS
Bien, las cosas están así: una revista española me pide un texto sobre la narrativa mexicana de los últimos treinta años. Como es difícil conocer todo lo que se escribe actualmente en México y, sobre todo, haberlo leído, si hay algún narrador por ahí que tenga a bien leer este post, le pediría que me dijera sus títulos publicados para buscarlos y tomarlos en cuenta. Y si alguien me pudiera enviar alguno de sus libros, pues mejor. El correo aparece abajo. Gracias de antemano a todos los interesados.
CAS
viernes, agosto 08, 2003
Ayer en el Corona
--¿Quién es esa vieja mamona? --le pregunté a Nicoménicus.
--Es amiga de Pinkililinki.
--¿Quién es esa vieja mamona? --le pregunté a Pinkililinki.
--Es amiga de Nicoménicus.
La susodicha había llegado a nuestra mesa minutos antes; se paró en medio de los antes mencionados personajes y les dijo "¿Puedo sentarme?". Inexplicablemente los bergantes se abrieron en un acto identificable sólo como terror-pánico. Después las excusas: "Creo que la conocí en una presentación, creo que es amiga de un poeta conocido, creo que es compañera de trabajo de no sé quien". Cuando Domingo trajo la cuenta, la mujer --puro en mano-- se levantó de su asiento y se ubicó donde la rocola.
--Nicoménicus, ve a decirle a tu amiga que no se haga pendeja y pague las chelas que se bebió.
--No es mi amiga.
--Mira, mano --lo conminé tomándolo de su bien cuidada caballera--. Vas ahora y le dices que ponga su varo.
Nicoménicus fue a por ella y, como me lo suponía, regresó con semblante derrotado.
--Dice que ella estaba pidiendo sus chelas por fuera.
--Pues yo le vi pedir todas aquí.
--Pues sí --apuntó sabiamente Nicoménicus--. ¿Tú qué hubieras hecho si alguien llega y te pide sentarse?
--Le digo que no.
--Pero...
--Pero nada, mano.
Al final la mujer le birló un puro a Pinkililinki, le dio varios tragos a mi pachita de Dewar's y bebió algunos litros de chela a costa de todos. Cosas veredes. En la viña del señor se cuecen habas y existirán siempre mujeres perversas que dominen a los hombres débiles... o pendejos.
CAS
--¿Quién es esa vieja mamona? --le pregunté a Nicoménicus.
--Es amiga de Pinkililinki.
--¿Quién es esa vieja mamona? --le pregunté a Pinkililinki.
--Es amiga de Nicoménicus.
La susodicha había llegado a nuestra mesa minutos antes; se paró en medio de los antes mencionados personajes y les dijo "¿Puedo sentarme?". Inexplicablemente los bergantes se abrieron en un acto identificable sólo como terror-pánico. Después las excusas: "Creo que la conocí en una presentación, creo que es amiga de un poeta conocido, creo que es compañera de trabajo de no sé quien". Cuando Domingo trajo la cuenta, la mujer --puro en mano-- se levantó de su asiento y se ubicó donde la rocola.
--Nicoménicus, ve a decirle a tu amiga que no se haga pendeja y pague las chelas que se bebió.
--No es mi amiga.
--Mira, mano --lo conminé tomándolo de su bien cuidada caballera--. Vas ahora y le dices que ponga su varo.
Nicoménicus fue a por ella y, como me lo suponía, regresó con semblante derrotado.
--Dice que ella estaba pidiendo sus chelas por fuera.
--Pues yo le vi pedir todas aquí.
--Pues sí --apuntó sabiamente Nicoménicus--. ¿Tú qué hubieras hecho si alguien llega y te pide sentarse?
--Le digo que no.
--Pero...
--Pero nada, mano.
Al final la mujer le birló un puro a Pinkililinki, le dio varios tragos a mi pachita de Dewar's y bebió algunos litros de chela a costa de todos. Cosas veredes. En la viña del señor se cuecen habas y existirán siempre mujeres perversas que dominen a los hombres débiles... o pendejos.
CAS
miércoles, agosto 06, 2003
martes, agosto 05, 2003
El agua se acerca, me dijo. Tenía razón. Dejé de pensar en el sinnúmero de nimiedades que ataban mi memoria y nos levantamos. Sabes para qué sirven los parques, me preguntó. Alcé las cejas pensando que las maravillas son imposibles de enunciar porque son los juguetes de Dios. Pero ella esperaba que de mi boca saliera cuando menos una palabra. Para vivir, creo, contesté. Pareció satisfecha y seguimos caminando. Olía a lluvia. Más adelante concluí que acaso ella buscaba un respuesta más mundana, concreta. Rompí la estela del silencio de varios minutos y agregué: también para jugar, ¿no te parece? Sonrió complacida y se arropó entre mis brazos. Lo curioso fue que no abandonamos el parque, más bien dimos vueltas alrededor. Mientras su espalda se entibiaba en mi cuerpo, me acordé del complejo de surco que me había impuesto. Tres niños lozanos pasaron frente a nosotros persiguiendo una pelota gris. Ella me apretó la cintura. No te parece simpático que se llame Parque México, preguntó. Asentí sin muchas ganas: sabía adonde encaminaba la plática y no quería llegar hasta ahí. Si los parques son para jugar, prosiguió, entonces lo que sucede aquí, en este lugar con este nombre, es el devenir de un espacio potenciado, extendido a muchos otros más, indivisibles y perversos. Todos ellos son el país del juego. Caminamos una hora más en silencio. La lluvia nunca llegó.
CAS
CAS
lunes, agosto 04, 2003
Lo que escribiré a continuación es una ociosidad pero, desde mi humilde punto de vista, es la razón más contundente para sumarnos a los festejos por los diez años de Tv Azteca y enviarles, como un acto de buena voluntad y fuegos amigos artificiales, un misil Hellfire*.
Relación de minutos de publicidad y minutos de transmisión durante una película en la televisión; ésta fue exhibida un domingo por el Canal 7 de Tv Azteca (los números abajo son los minutos intercalados entre los comerciales y el tiempo neto de la película).
Minutos_________________________Total
Película____9 5 4 6 7 4 4 7 3 5 5_______59
Anuncios__3 4 3 4 5 4 3 5 5 6 3 _______45
El presente conteo fue tomado cuando la película ya había empezado, es decir, de las 19:31 a la 21:15. El programa dio inicio a la 18:00 hrs y terminó, como se enuncia, pasadas las nueve de la noche.
De lo anterior se desprenden varias conclusiones. El porcentaje neto de transmisión del programa, en un tiempo de 104 minutos, es de 56%; el de la publicidad es de 44%. La tendencia en la exhibición del programa es mayor durante los primeros minutos y disminuye conforme se acerca al final; la escala de la publicidad, por el contrario, tiende a aumentar en relación con la primera parte, al grado de superar en varios segmentos al programa. La conclusión respectiva es muy fácil de dilucidar: para enganchar al espectador e interesarlo en la película, los periodos de transmisión de la misma son mayores y la publicidad es poca; conforme avanza la trama, el espectador se ha logrado interesar en la película y le importará saber qué sucede al final. Por eso a veces es natural que soporte cinco y hasta seis minutos de publicidad, a cambio de tres netos de exhibición. Además no es gratuito que una película de aproximadamente 110 minutos dure en la transmisión del canal 3:15 hrs. Todo esto significa que estamos ante el negocio perfecto. Qué más se podría esperar de un consorcio cuya empresa de envío de dinero pide cuatro unidades de cada diez enviadas. Yo por eso sólo veo el futbol.
CAS
* HELLFIRE: Misil antiblindaje teledirigido con tecnología láser. Puede ser disparado tanto por soldados del ejército como por helicópteros y vehículos terrestres.
Relación de minutos de publicidad y minutos de transmisión durante una película en la televisión; ésta fue exhibida un domingo por el Canal 7 de Tv Azteca (los números abajo son los minutos intercalados entre los comerciales y el tiempo neto de la película).
Minutos_________________________Total
Película____9 5 4 6 7 4 4 7 3 5 5_______59
Anuncios__3 4 3 4 5 4 3 5 5 6 3 _______45
El presente conteo fue tomado cuando la película ya había empezado, es decir, de las 19:31 a la 21:15. El programa dio inicio a la 18:00 hrs y terminó, como se enuncia, pasadas las nueve de la noche.
De lo anterior se desprenden varias conclusiones. El porcentaje neto de transmisión del programa, en un tiempo de 104 minutos, es de 56%; el de la publicidad es de 44%. La tendencia en la exhibición del programa es mayor durante los primeros minutos y disminuye conforme se acerca al final; la escala de la publicidad, por el contrario, tiende a aumentar en relación con la primera parte, al grado de superar en varios segmentos al programa. La conclusión respectiva es muy fácil de dilucidar: para enganchar al espectador e interesarlo en la película, los periodos de transmisión de la misma son mayores y la publicidad es poca; conforme avanza la trama, el espectador se ha logrado interesar en la película y le importará saber qué sucede al final. Por eso a veces es natural que soporte cinco y hasta seis minutos de publicidad, a cambio de tres netos de exhibición. Además no es gratuito que una película de aproximadamente 110 minutos dure en la transmisión del canal 3:15 hrs. Todo esto significa que estamos ante el negocio perfecto. Qué más se podría esperar de un consorcio cuya empresa de envío de dinero pide cuatro unidades de cada diez enviadas. Yo por eso sólo veo el futbol.
CAS
* HELLFIRE: Misil antiblindaje teledirigido con tecnología láser. Puede ser disparado tanto por soldados del ejército como por helicópteros y vehículos terrestres.
domingo, agosto 03, 2003
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