lunes, junio 02, 2003

Absinth ll

Sin exagerar la nota, el absinth ha sido una bebida tanto inspiradora como perniciosa. La musa verde fue inmortalizada, por ejemplo, por Manet en “El bebedor de absinth”, Albert Maignan en “La Musa verde”, Degas en “El absinth” y por Pablo Picasso en otro “Bebedor de absinth” y más adelante en “Botella de Pernod con vaso”. Se dice que un día, el gran Vincent Van Gogh, después de pasar una tarde bebiendo ajenjo con su amigo y compañero de casa, Gauguin, se cortó el lóbulo de la oreja izquierda; acto seguido, lo puso en un sobre y se lo dio a una amiga. La historia cuenta que le dijo “guarda este objeto cuidadosamente”.



Picasso, El bebedor de absinth, 1901.

En la literatura, como había dicho antes, también ha tenido un impacto peculiar. El maestro Óscar Wilde escribió al respecto: “The first stage is like ordinary drinking, the second when you begin to see monstrous and cruel things, but if you can persevere you will enter in upon the third stage where you see things that you want to see, wonderful curious things”. Hemingway, por su parte, años después dijo: “... one cup of it took the place of the evening papers of all the old evenings in cafes, of all chestnut trees that would be in bloom now this month...” Otros artistas como Verlaine, Toulouse-Lautrec, Rimbaud, Baudelaire, Víctor Hugo, el mismo Gauguin, no quedaron exentos a la fantasía del la fée verte.



Manet, Bebedor de absinth, 1859. Van Gogh, Vaso de absinth y garrafa, 1885.

La manera tradicional de prepararse es muy sencilla. Se sirven aproximadamente 25 ml de absinth en un vaso de coctel; después, en una cuchara especial para absinth (en realidad se trata de una cuchara de plata pero puede ser en cualquier otra) se coloca un terrón de azúcar y se expone al fuego. Una vez derretida el azúcar, se le agrega al absinth y se llena el vaso con agua fría. Hay que tener cuidado, pues estamos hablando de, más menos, sesenta grados de alcohol. Dicho de otra manera: beberse una botella puede orillar a cortarnos una oreja y acaso algún otro miembro más querido.



Degas, El absinth, 1876.

Más adelante regresaré a mi experiencia personal con tan adictiva bebida y su eterno sino de amor-muerte (que para matizar no tiene nada que ver con haberme cercenado algo).



Albert Maignan, La musa verde, 1895.


CAS

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